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DAKAR | DIARIO DE UNA ROOKIE

A remolque

Llegamos a las dunas y desapareció por completo la cobertura de unos teléfonos, que solo sirvieron para inmortalizar el atardecer subidos a un remolque.

Shaybah (Arabia Saudí)
A remolque

Vamos a remolque. De los horarios y lo que pasa en un Dakar que por fin ha vivido una jornada sin sobresaltos, afortunadamente, porque le hemos dado la bienvenida a las dunas y nos hemos despedido de la cobertura. Las últimas rayas de conexión se desvanecieron según abandonamos un aeropuerto para el que hubo que poner el despertador a las 3:30 de la mañana, completar dos horas y media de autobús y finalmente subir a un avión que nos dejó en nuestro destino en torno a las 8:40 de la mañana. El sueño se dividió en momentos, pero al llegar abrimos bien los ojos para admirar la forma en la que la arena construye un desierto que los pilotos han atravesado para llegar hasta Shaybah.

Ha sido un día de desconexión total, no porque hayamos recuperado esa jornada de descanso que jamás lo fue, sino porque una extensión de nuestro cuerpo ha dejado de funcionar para que, simplemente, disfrutásemos de lo que teníamos delante. Y ha merecido la pena. En torno a las cinco de la tarde (sí, es demasiado temprano) comenzó a meterse el Sol. El cielo comenzó a cambiar de tonalidad y un móvil que nos parecía inservible ante la falta de cobertura, terminó inmortalizando un atardecer del que fuimos testigos también, a remolque. Porque acabamos subidos a uno de esos con los que los equipos se desplazan de un vivac a otro para disfrutar, de una manera diferente, de un teléfono móvil.