El secreto del éxito de Suzuki
La fábrica japonesa fue la única que decidió arriesgar a principios de año incorporando el amortiguador Öhlins BDB50 en las motos de Mir y Rins.
Dos carreras en Valencia y Portimao. Estas son las tres citas que aún restan por disputarse antes de poner punto y final al atípico Mundial de MotoGP 2020 donde la crisis mundial del coronavirus, la lesión de Marc Márquez o el nuevo neumático trasero Michelin han barajado en demasía las cartas en la clase reina, provocando que hasta 14 pilotos tengan posibilidades matemáticas de salir campeón en la región del Algarve.
Tres carreras donde Joan Mir tratará de mantener los 14 puntos que le separan de Fabio Quartararo para convertirse en el cuarto piloto español, tras Márquez, Jorge Lorenzo y Álex Crivillé, que logra el título de la máxima categoría del motociclismo. Una relevante hazaña, ya que el mallorquín todavía no ha ganado ningún gran premio este año, que en caso de conseguir el próximo 22 de noviembre se podrá afirmar con rotundidad que el amortiguador Öhlins BDB50 habrá jugado un papel decisivo.
Porque a diferencia del resto de marcas que han tenido que trabajar a contrarreloj para incorporarlo a sus monturas, como ha sido el caso de Honda y Yamaha con Franco Morbidelli, o aún siguen ocupadas en lograr una óptima integración, como es el ejemplo de Ducati o Aprilia, Suzuki fue el único equipo que decidió arriesgarse y equipar este innovador dispositivo en la GSX-RR en Jerez de la Frontera tras constatar durante la pretemporada que garantizaba mayor agarre a mitad de las curvas y tracción al salir de las mismas, dos de las principales características de la nueva goma trasera francesa.
20 años se cumplieron el pasado 7 de octubre del último entorchado de la fábrica de Hamamatsu en MotoGP gracias a Kenny Roberts Jr, que rompió con cuatro victorias (Malasia, España, Cataluña y Pacífico), cuatro segundos puestos (Japón, Gran Bretaña, Portugal y Valencia) y un tercero (Alemania) la hegemonía que había instaurado Honda los últimos seis años de la mano de Mick Doohan y Crivillé. Dos décadas después, la historia puede volver a repetirse.