Cristiano, Mourinho, Mbappé y un señor mayor con sombrero
Mónaco: principado de los VIP y de los atascos, con gente rica, famosa o importante abarrotando el paddock en el circuito más icónico del planeta.
Parece un señor mayor, con sombrero, un par de acompañantes le facilitan el paso entre los motorhome mientras este hombre camina recto y sin distracciones, sin llamar mucho la atención. Si te cruzas con un VIP en el paddock de Mónaco puede ser alguien importante, famoso o rico. En ocasiones las tres cosas a la vez, como es el caso de Cristiano Ronaldo, que en su caso añadiría de su puño y letra las cualidades de "guapo y buen jugador". Otras veces, quizás por falta de cultura general, no conoces al personaje que está frente a ti, como sucede con el protagonista del sombrero. Horas después, revisando fotos, comprobarás que ese señor reina en Suecia y ha venido a Montecarlo a pasar el fin de semana. Se llama Carlos XVI Gustavo.
No caben más invitados en el ‘pit lane’, están todos los que son. Del deporte vienen muchos: Mourinho, Cavendish, Mbappé, Cesc, Doohan… o el también futbolista Adil Rami y su pareja, Pamela Anderson, reconocida fan del automovilismo. Aquí también acude la plana mayor del automovilismo encabezada por Sir Jackie Stewart, un tricampeón de verdad, necesario en todos los ‘paddock’ del Mundial y más aún ahora, que ya no puede poner orden Niki Lauda.
Cruceros, veleros de geometrías insospechadas y grandes yates presiden la bahía, y cada uno de los barcos del puerto, más aún los de primera línea, están abarrotados de ‘beautiful people’. Un paseo rodeando el circuito, entre hoteles, joyerías y deportivos de lujo, te recuerda que estás en el enclave más exclusivo de todos los que reciben la Fórmula 1. Pero eso no impide que miles de aficionados normales, de los que tienen que pagar sus entradas, hayan vuelto a llenar las gradas y las colinas del circuito más icónico del planeta. Entre ellos, por cierto, sobreviven dos asturianos con varias décadas de grandes premios a sus espaldas.
Hay murmullo constante, cámaras y cámaras por todas partes, porque en cualquier momento puede doblar la esquina un empresario de éxito, un monarca, el deportista de moda o Flavio Briatore. Esto es Mónaco durante cinco días, a grandes rasgos. Luego veinte elegidos se ponen el casco, montan en obras de ingeniería y circulan por el principado del atasco a 300 kilómetros por hora vigilados por 21 kilómetros de guardarraíles a ambos lados de la carretera. Jugándose el tipo, bailando entre los muros, rozando todos los límites y generando unas sensaciones e impresiones que nunca podría registrar la mejor retransmisión televisiva. En este universo de las apariencias que es la F1, y también Mónaco, todo gira en torno a un paréntesis de hora y media en el que el vértigo y los riesgos sí son de verdad.