Fórmula 1 | El retorno de una leyenda
Lauda y Prost ganaron fuera del equipo rojo
El austriaco y el francés compitieron con Ferrari, se retiraron de la F-1 y fueron después campeones en su regreso con McLaren y Williams.
En las críticas a Michael Schumacher también hay un punto de hipocresía. Si revisamos la historia de la Fórmula 1, los cambios de equipos son tan frecuentes que un genio como Juan Manuel Fangio venció sus cinco títulos sobre cuatro coches distintos: Alfa Romeo (1951), Maserati (dos carreras de 1954 y el último título de 1957), Mercedes (el resto de 1954 y 1955) y Ferrari (1956). El Chueco siempre tuvo habilidad para estar subido a los mejores coches y nadie se rasgó las vestiduras. Tal vez porque ni él ni sus equipos vendieron públicamente un amor de por vida. Ferrari no tenía un sitio para El Kaiser y éste ha buscado otro destino para volver a sentir el gusanillo de la competición.
Hay más casos similares al de Schumacher, pero con una identificación menor con la escudería. Y es que el alemán disputó once largas temporadas con el equipo rojo.
Niki Lauda corrió cuatro mundiales con Ferrari y ganó dos títulos, en 1975 y 1977. Pero el austriaco se quedó tocado en el equipo por retirarse en Fuji 1976 (fruto de un acuerdo con McLaren que los ingleses no acataron) y entregarle aquella corona a James Hunt. Enzo Ferrari nunca entendió esa maniobra ni tuvo a Niki entre sus pilotos más queridos. En 1978 se marchó a Brabham con Bernie Ecclestone y, después de dos temporadas aciagas, se retiró. En 1982, con 33 años, regresó con McLaren. Ya el año de su vuelta ganó dos carreras, pero no fue hasta su tercera temporada (ojo, como los años firmados por Schumi) cuando volvió a ser campeón. Corría 1984 y McLaren tenía un avión a reacción. Su rival y compañero, Alain Prost, también siguió años después caminos paralelos.
El francés se retiró harto de las carreras en 1991, y tras no pocas disputas en Ferrari. Llegó a ser subcampeón en 1990. Volvió en 1993 y, con el Williams imbatible que resucitó a Nigel Mansell un año antes, ganó su cuarta corona. Otro ejemplo de fidelidades rotas fue Graham Hill. Después de ser campeón con su equipo de toda la vida, siete años con BRM, logró su segundo título en 1968, con un Lotus.