- ¿Qué recuerda de su accidente de esquí?

- No recuerdo nada. Al final de un descenso se cruzó un comisario, pero yo no lo vi, y cuando desperté del coma no sabía si había sido un accidente en competición o en carretera. Después estuve año y medio de hospitales en España e Inglaterra, e incluso colaboré con la NASA como conejillo de indias en sus investigaciones.

- ¿Cómo le llegó la afición al deporte del motor?

- Por mi hermano, que corría en coches, y también con Xavier Cardelús, al que acompañé el año en que fue campeón de Europa de motos. Primero corrí en quads, pero me di cuenta de que era muy peligroso ir atado a esa velocidad. En los típicos piques que se hacen de joven vi que no lo hacía mal, y decidí apuntarme en el Desafío Peugeot de Andorra, que gané ese mismo año.

- ¿Le pusieron trabas para tramitar la licencia?

- Muchas. No me la querían conceder inicialmente, y después sólo me la querían dar para correr en rallys y no en circuitos, aunque parezca una incongruencia porque las pistas son más seguras. Pero ellos opinaban que como en los rallys se compite de uno en uno, no molestaría a los demás.

- ¿Cómo pasó a los circuitos?

- Pep Bassas me presentó a Bernard Tramont, el responsable de Renault en competición, y me apoyaron para correr en la Copa Clio el primer año que se disputaba. Con ese coche tuve un gran susto cuando se me incendió en Albacete. Fue tremendo, tuve que salir arrastrándome como pude.

- Después pasó a la Copa Citroën ZX.

- Al principio no querían que corriera, ya que estaba pensada para treinta pilotos de nivel y no creían que yo pudiera estar entre ellos. Pero Julián Piedrafita me vio en una carrera de la Clio en el Jarama en la que estuve en un competido grupo de cabeza, y al acabar me dijo que podría correr con ellos.

- Aparte de las carreras, ¿a qué se dedica?

- Soy ortopeda y tengo un establecimiento en Andorra. Además, trabajo con una empresa en el desarrollo de nuevas tecnologías para impedidos en el automóvil. No paro, porque soy un culo inquieto, pero es lo mejor para olvidar mi situación. Llevo media vida sentado en una silla de ruedas y las carreras me ayudan a olvidarlo. Pero algunas veces te da el bajón, sobre todo cuando llegas a sitios que están llenos de escaleras e impedimentos.