Cuando Zelda: Breath of the Wild te hace clic y ya es imposible soltarlo
A pocos meses del lanzamiento de la secuela, la obra maestra de Nintendo sigue tan vigente como en su lanzamiento.
Es duro admitirlo, pero empecé The Legend of Zelda: Breath of the Wild en dos ocasiones y dos veces lo abandoné. No me siento orgulloso, quizá incluso un poquitín culpable, como cuando desinstalé Elden Ring tras dedicarle solo unos minutos de partida. Si tuviera que escoger una razón concreta no sabría identificarla con claridad, aunque creo que se debió a que no le dediqué el tiempo suficiente. Dado que Tears of the Kingdom —la flamante secuela— verá la luz en mayo, me he obligado a retomar el original. Y sí, ha sido la mejor decisión que podía haber tomado.
Desde la época de Twilight Princess llevo defendiendo que la saga necesitaba renovarse. La fórmula clásica presentaba ciertos síntomas de fatiga, si bien siempre introducían algún que otro elemento que dotaba a los juegos de vitalidad juvenil. Se suele decir que Skyward Sword (Wii, con remasterización en Nintendo Switch) es el antecedente directo de Breath of the Wild, pero fue este el que verdaderamente se lanzó en paravela hacia la vastedad del mundo abierto
El Reino de Hyrule y las tierras colindantes sucumbieron a la malignidad de Ganon miles de años atrás. Las ruinas de antiguas construcciones se fueron erosionaron poco a poco, el viento limó las asperezas de la piedra y la flora se adueñó de la civilización. Ahora que el héroe ha despertado de su letargo se abre un resquicio hacia la esperanza. La historia en sí nunca ha sido uno de los puntos de fuertes de Zelda, pero Breath of the Wild construye una narrativa emergente que se recrea en la exploración y en el descubrimiento.
Nada de mapas llenos de puntitos. Libertad, libertad para alcanzar cualquier espacio del escenario, con el valor añadido de que las condiciones repercuten en la jugabilidad. Sí, me fastidia resbalar cuando trato de escalar una montaña y las gotas de lluvia se filtran por la piedra; me molesta que una tormenta me pille en mitad del camino y los rayos caigan por doquier; y odio cuando el frío atenaza los huesos y los corazones de vida se esfuman. Esas primeras reacciones encontradas han ido cambiando a medida que he dominado las estrategia. Es más, aspectos como la escalada, que en muchos juegos está casi automatizada, confluyen en dinámicas que profundizan en su faceta como videojuego.
Me uní al coro de voces contra las armas quebradizas. No comprendía entonces que el sistema de batalla funciona a la perfección bajo esa premisa, porque al igual que la escalada o la exploración, esta mecánica cumple su papel dentro del diseño jugable. La selección de armas se adapta a cada situación y bosquejar la estrategia depende del jugador.
Errar es de humanos y lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir, como diría el emérito. The Legend of Zelda: Breath of the Wild es una experiencia apasionante que hay que vivir, y yo todavía sigo extasiado con la fantasía. Despliego el mapa, elijo un destino, pero lo que importa es el camino, el cómo. Cada partida me brinda alguna sorpresa inesperada.
The Legend of Zelda: Breath of the Wild
- Aventura
- Acción
The Legend of Zelda: Breath of the Wild es la nueva aventura de acción de Nintendo para Wii U y Nintendo Switch que nos presenta el título más ambicioso de la saga con un mundo abierto por explorar y en el que realizar todo tipo de acciones como escalar además de otras clásicas como nadar o montar a caballo. Link despierta tras un profundo sueño de 100 años en un misterioso templo en el reino de Hyrule; junto a él, deberemos descubrir su pasado mientras escuchamos una voz que nos incita a enfrentarnos a un malvado ser que provocó el llamado cataclismo: Ganon.