La Casa del Dragón, crítica. Una primera temporada que se graba a fuego (y sangre)
HBO recupera la saga Juego de Tronos con una precuela que brilla en la construcción de sus protagonistas y tramas.
Dicen que los Targaryen están más cerca de los dioses que el resto de los mortales. Se elevan por encima de las nubes a lomos de sus dragones, cabellos plateados ondeantes, y parece que han sido bendecidos con un don divino. En realidad, esa mirada desde las alturas es engañosa, porque sucumben a las bajas pasiones tanto como los demás, seducidos por el poder, el sexo y otras tentaciones gourmet y no tan gourmet. La Casa del Dragón juega al juego de tronos como ninguna y confecciona una red de personajes que entreteje el futuro de los Siete Reinos, un futuro abocado al fuego y a la sangre.
Dos líneas temporales diferentes rigen la estructura de esta primera temporada, que construye a sus protagonistas con sumo cuidado y tomándose su tiempo. Lo hace a sabiendas de que un ritmo más lento ayuda a profundizar en los entresijos de los personajes, pero sin renunciar a hacer avanzar la trama hacia el detonante, que acontece en el desenlace del episodio final.
Poniente se mantiene unido a duras penas bajo el reinado de Viserys I Targaryen, interpretado por un colosal Paddy Considine, que no solo borda al personaje, sino que incluso mejora la versión de George R.R. Martin —algo reconocido por el propio autor—. La secuencia en la que un Viserys moribundo y tambaleante accede a la sala del trono resulta sobrecogedora, sobre todo teniendo en cuenta que en parte surgió de la improvisación.
Los Siete Reinos y el problema de la sucesión
El pacífico rey no quiere ni oír hablar de la guerra, aunque toda la serie se articula en torno al concepto de la sucesión y a los peligros que ello entraña. Su hermano Daemon (Matt Smith) representa lo contrario: impetuoso, irascible, más inclinado hacia las armas que hacia las palabras.
Ser mujer en Poniente es un escollo para acceder al trono. Rhaenyra Targaryen, la primogénita de Viserys, pasa su juventud a la espera de que sus padres produzcan un heredero masculino. Sin embargo, al final el soberano la nombra princesa de Rocadragón y los señores de las distintas Casas le juran lealtad. Las palabras se las lleva el viento y en el universo de Canción de Hielo y Fuego valen, por lo general, un mojón. Es decir, nada de nada.
El Trono de Hierro tiene la potestad de traspasar con sus espadas hasta las amistades más sólidas. Las jóvenes Rhaenyra (Milly Alcock) y Alicent (Emily Carey) habían sido amigas muy cercanas, pero todo cambia cuando el padre de esta última, Otto Hightower (Rhys Ifans), le ordena seducir a Viserys y casarse con él. De este matrimonio nacen los ansiados herederos masculinos y las cosas se ponen al rojo vivo.
La guerra se libra en el campo de batalla y en las habitaciones de palacio
La Casa del Dragón es una serie de intrigas palaciegas, de traiciones brutales, muchas veces urdidas desde el corazón de Desembarco del Rey. Distintos intereses, muchos nobles ambiciosos (Corlys Velaryon entre ellos), una maraña de matrimonios, hijos legítimos e ilegítimos, acuerdos y juramentos... pasan los años y la relación entre las dos amigas se vuelve prácticamente irreconciliable, aunque hay ocasiones en las que se deja entrever un atisbo de compasión, una brevísima chispa que nos recuerda que hubo afecto real en el pasado. Se produce una elipsis temporal de años, por lo que algunos intérpretes cambian: Emma D'Arcy es ahora Rhaenyra y Olivia Cooke se pone en la piel de la reina Alicent.
Daemon Targaryen, uno de los personajes que más cambia con respecto a la novela, tiene claro que los dragones son el instrumento de conquista, el elemento diferencial en la guerra. No solo mantienen a raya a los súbitos, sino que también juegan un papel similar al de las armas nucleares en el mundo real. Grita dracarys y gobernarás un reino de huesos y ceniza.
Esta primera temporada establece las bases de lo que está por llegar, una Danza de Dragones que sembrará la destrucción fratricida entre los Targaryen (y los daños colaterales: el resto). HBO ha adaptado la novela Fuego y Sangre a su manera, realizando cambios aquí y allá, por lo que está por ver la dirección que toman los personajes.
No tanta acción, pero contundente, visceral, al estilo de la saga. Los efectos especiales (usan Stage Craft, la tecnología Volume de ILM en Star Wars) han dado de qué hablar en algunos episodios, aunque creo que no desentonan. Y tal vez porque mi televisión estaba calibrada, no he percibido los problemas con el capítulo que transcurre de noche.
Lo que está claro es que La Casa del Dragón ha rendido a gran nivel y ha revitalizado la marca Juego de Tronos tras su criticado final. Guiones a la altura, personajes interesantes, dragones de lo más feroces y una larga espera hasta el estreno de la segunda temporada... 2024.