La historia de Elden Ring, vol. 3: la caída de la Orden Dorada y los finales del juego
Concluimos las entradas dedicadas al juego de From Software tratando enigmas como la Muerte Escrita, el complot de Ranni y los posibles desenlaces.
Todo principio tiene un final y hoy, en el último volumen sobre la historia de Elden Ring, hablaremos justo sobre eso. Sobre el final de la era primigenia que vimos al detalle durante el volumen previo. Sobre el final de la era del Árbol Áureo que trataremos en profundidad ahora. Y también sobre los finales del propio juego, que permiten al jugador cerrar la era de la fragmentación de varias formas en función de sus decisiones. Así que no ralentizaremos con preludios innecesarios, tenemos mucho terreno que cubrir. Solo el aviso de rigor sobre SPOILERS y vamos directos a ello.
La Orden Dorada y la Muerte Escrita
Tras exterminar a los gigantes de fuego, sellar a su dios cíclope y dejar al último superviviente vigilando las ascuas de la Gran Forja, la Reina Márika encadenó el destino del mundo a un nuevo orden. El Círculo primigenio de la era de los dragones dio paso al Círculo de Elden, manifestación de los poderes de la bestia enviada por la Voluntad Mayor, y el Árbol Áureo brotó sobre las raíces del gran árbol y el crisol primordial. Márika también contrajo matrimonio con Godfrey, héroe durante la guerra de los gigantes que empezó a llevar sobre sus espaldas al león Serosh para aplacar su sed de batalla. Así se convirtió en el monarca de Leyndell, una suntuosa ciudad construida alrededor del Árbol Áureo, y en el primer Señor del Círculo de Elden.
Este nuevo orden, eso sí, no solo supuso un cambio en la jerarquía de las Tierras Intermedias, también en la naturaleza misma de la vida. Porque además de consorte, Márika recibió un hermano adoptivo, la bestia Maliketh; una sombra ligada a ella, la primera empírea (semidiosa designada para gobernar), como parte de los designios de la Voluntad Mayor. Y fue Maliketh el encargado de custodiar la Muerte Escrita, una de las Grandes Runas que formaban parte del Círculo hasta que Márika la quitó. De ese modo nació la Orden Dorada como tal, y los semidioses lograron la inmortalidad.
Esta inmortalidad no se aplicaba del mismo modo a todos, aunque sus muertes tampoco era tan definitivas como antaño: las almas de los demás habitantes estaban bañadas por la gracia del Árbol Áureo y, una vez fallecidos, sus cuerpos debían ser llevados a las catacumbas repartidas por las Tierras Intermedias, donde luego los guardianes funerarios se encargaban de colocarlos entre las raíces del gran árbol. Allí, gracias a sus injertos, el Árbol Áureo podía absorber de nuevo ese poder (el mismo encontrado en las runas que usamos para subir de nivel) y reiniciar el ciclo, creando más vida que tarde o temprano volvería a acabar entre las raíces.
Un cambio tan trascendental estaba destinado a condicionar la percepción de la realidad. La noción de lo que era divino y lo que era sacrílego. Aunque fue gradual. Como comentamos en el volumen previo, los caballeros al servicio de Godfrey portaban armaduras cobrizas en vez de doradas, y combatían canalizando las energías primarias del crisol: aliento de fuego, cuernos para empalar, ataques con cola o embistes aéreos gracias a sus alas. Pero a medida que se impuso el nuevo statu quo, la visión se volvió más rígida y esta diversidad acabó siendo objeto de mofa:
Talismanes con espadas y escudos de esta élite de guerreros también hablan de combates rituales celebrados antaño, pero abandonados en el momento en el que Márika contrajo matrimonio con su segundo consorte. Los caballeros de Leyndell acabarían cambiaron el rojo por el dorado, y los llamados bastardos, hombres nacidos con escamas, plumas o cola por la cercanía del crisol, serían repudiados, tratados como animales o incluso esclavizados (como vemos en el caso del herrero Hewg en la Mesa Redonda) debido a sus atributos. No había lugar para esa clase de mutaciones bajo la Orden Dorada. Ni para los augurios, cuyos cuernos eran arrancados de cuajo o directamente se encerraban bajo tierra en caso de pertenecer a la familia real.
Las guerras de Leyndell y Liurnia
Pero la Orden Dorada no podría permanecer estática si quería sobrevivir, y pronto se vio frente a una amenaza que empujaría a sus soldados hacia una nueva evolución: los dragones. Con los gigantes fuera de juego y una nueva orden extendiéndose por el mundo, esta raza primigenia decidió asaltar Leyndell y empezar una guerra.
Sin embargo, a pesar de los destrozos ocasionados por el colosal Gransax en el ataque inicial, hombres y dragones acabaron sellando la paz. El semidiós Godwyn, hijo de Márika y Godfrey, no solo fue capaz de derrotar al dragón Fortissax, también trabó una buena amistad con él, lo que llevó a la instauración de un culto a su especie en la capital. Algunos de los centinelas agrestes se armaron con los restos de los dragones caídos; y Lansseax, la hermana de Fortissax, se hizo pasar por una sacerdotisa humana para enseñar las artes del rayo a los caballeros. Con el tiempo incluso acabaría enamorándose de uno de ellos... aunque esa es una historia para otro momento.
Un destino similar depararía la guerra contra Liurnia, cuando la Orden Dorada intentó expandirse y dio con los hechiceros al suroeste de la capital. Según revela Melina durante el juego, Márika descendió por el Gran Elevador de Dectus y dio un ultimátum:
“El Árbol Áureo lo gobierna todo, así que vuestra es la elección. Uníos a la Orden o apartaos de ella. Hasta marchitaros, enclenques presuntuosos.”
Pero los hechiceros rechazaron la propuesta y libraron una guerra en el camino de Bellum. Allí, el guerrero pelirrojo Radagon entró en escena y se hizo popular por sus hazañas. Llevó a la Orden Dorada hacia la victoria, evento que ahora se recuerda con un monumento y una capilla en honor al campeón. Sin embargo, el asalto a Raya Lucaria se complicó bastante más. Los hechiceros bloquearon el acceso a la academia y los encontraron en campo abierto, donde la reina Rennala hizo frente a Radagon. Esa vez no hubo victoria para ningún bando, pero la guerra llegó igualmente a su fin gracias a un pacto: Radagon y Rennala se enamoraron y decidieron casarse en la Iglesia de los Juramentos, sellando la paz entre Leyndell y la casa real cariana.
Tras las nupcias, Radagon fue a vivir con su esposa e incluso estudió hechicería en la academia, aunque nunca dejó de ser fiel a la Orden Dorada y medió en los asuntos de la casa Caria, probablemente debilitando desde dentro de su poder.
Sin embargo, durante un tiempo la pareja vivió en armonía y concibió tres hijos: Rykard, Radahn y Ranni. Todos pelirrojos, como su padre; y todos con aptitudes excepcionales para la magia, como su madre. Como ya tratamos en el primer volumen, Rykard mostraría interés por la Orden Dorada y Radahn vería en Godfrey un modelo a seguir, adoptando el león como su símbolo en honor a la bestia Serosh. Ranni, en cambio, seguiría más de cerca los pasos de Rennala, quedando fascinada por la visión de una luna negra cuando apenas era una niña. Pero la aprendiz de bruja pronto encontraría otra mentora al margen de su madre, una moira de las nieves en la que tiempo después se basaría para crear la muñeca que habita cuando la conocemos.
El éxodo de Godfrey y el segundo Señor
Claro que la paz alcanzada con los hechiceros de Liurnia por Radagon no puso fin a las batallas de la Orden Dorada; tiempo después, Godfrey inició una nueva marcha para conquistar el resto las Tierras Intermedias. Primero derrotó al Rey de los Halcones en Velo Tormentoso; luego siguió hacia el sur para tomar el castillo de Morne; y por último, avanzó hacia el este para terminar su campaña en Caelid. Como conmemora el monumento de espadas a la entrada de esa región, sus ejércitos dorados nunca conocieron la derrota. El Árbol Áureo podía extender su influencia por encima de la tierra y nuevas catacumbas podían ser construidas también por debajo.
Y fue justo entonces cuando Márika desterró a Godfrey, despojándolo de su título de rey consorte y enviándolo más allá de las Tierras Intermedias junto a sus guerreros más leales. Los ecos de palabras que recupera Melina en dos iglesias de Necrolimbo evidencian que regresaron al sur y partieron desde la península del Llanto, región que ahora refleja el lamento de la despedida con una lluvia constante. El primer Señor del Círculo de Elden volvió a ser Hoarah Loux y embarcó junto a los suyos.
Este evento dio origen a los Sinluz, la estirpe de desterrados a la que pertenece el jugador y muchos de los secundarios que encontramos durante el juego. El hechicero Rogier, la guerrera Nepheli, la afinadora de espíritus Roderika... Además del propio Godfrey, claro. Todos ellos regresarían algún día, navegando a través de la niebla, guiados de vuelta por la Gracia que les abandonó tras la despedida de Márika.
Pero el regreso se daría mucho, mucho después. En ese momento, los habitantes de las Tierras Intermedias estaban a punto de sorprenderse ante otro suceso inesperado: tras la vuelta de la reina a Leyndell, Radagon abandonó a Rennala para unirse a Márika y convertirse en el nuevo consorte. El segundo Señor del Círculo. La monarca de los Caria quedó devastada, lo que dio pie a un motín entre otros hechiceros y los Cucos, soldados de Raya Lucaria que acabaron encerrándola en la gran biblioteca. Y allí quedó, hasta nuestra llegada, con el regalo final de Radagon:
Y consecuencias habría, pues los hijos de Márika y Radagon nacieron malditos: Malenia, muchacha pelirroja como el padre, estaba afligida por la putrefacción roja que trajera al mundo un dios antiguo ahora sellado; mientras que Miquella, gemelo de cabellos dorados como la madre, se trató del caso opuesto y estaba dotado de una pureza tan inmaculada que le impedía convertirse en adulto.
Ante la imposibilidad de encontrar cura para Malenia en la Orden Dorada, Miquella acabaría abandonando Leyndell para plantar su propio árbol, el Árbol Hierático; pero antes, tal y como revela el augurio Morgott al nombrar las ausencias frente al trono de Elden, Miquella y Malenia formaron parte del concilio real junto a Godwyn —después de su muerte relevado por otros sucesores del linaje dorado hasta que el título recayó en Godrick— y a los hijos de Rennala, que fueron adoptados como semidioses cuando Radagon se convirtió en el segundo consorte de Márika. La era del Árbol Áureo alcanzó su punto álgido de esplendor. Y desde ahí, solo se podía ir hacia abajo.
El complot de los Puñales Negros
Pero a partir de aquí, tenemos que cambiar algo el enfoque. Porque la caída de la Orden Dorada se trata de un misterio para los Sinluz, que no regresan a las Tierras Intermedias hasta mucho después de la fragmentación del Círculo. Es por ello que la historia de Elden Ring no se revela de forma lineal, capítulo tras capítulo o secuencia tras secuencia, sino tejiendo un tapiz con múltiples perspectivas e interpretaciones. Un puzle que se debe completar pieza a pieza, desde que el jugador cruza la niebla y se encuentra con otros personajes casi tan confusos como él.
Y una de las primeras piezas nos las da Rogier, hechicero que explora el castillo de Velo Tormentoso cuando buscamos a Godrick. Su objetivo, no obstante, no es conseguir Grandes Runas y establecerse como nuevo Señor del Círculo, sino encontrar algo en las profundidades. Los restos de una criatura deforme, con tentáculos espinosos que “recompensan” su curiosidad con una lenta sentencia de muerte. A su regreso a la Mesa Redonda, empieza a notar los efectos y no es capaz de caminar, aunque comparte información valiosa si nosotros también hemos visto el cadáver.
Los muros corroídos y las zarzas que recorren Velo Tormentoso son apenas una muestra de los efectos del asesinato de Godwyn. Una pústula encontrada junto a la cara deforme revela la ubicación actual del hijo de Márika y Godfrey: las profundidades de la capital. El mismo lugar donde yacen los restos de la primera Ciudad Eterna y el Árbol Áureo aprovechó las raíces del gran árbol primigenio para extenderse por las Tierras Intermedias; las mismas raíces que hicieron que esos residuos se dispersasen —incluyendo hasta Farum Azula, todavía en el suelo en aquel entonces— y repartiendo la muerte por el resto del mundo como si de un cáncer se tratase.
Este evento dio origen a la necroplaga —estatus de muerte instantánea que nos infligen criaturas como los basiliscos o cangrejos en los que se manifiesta el rostro de las pústulas de Godwyn— y a los muertos en vida que rechazan la llamada de regreso al Árbol Áureo, reviviendo una y otra vez como zombis. D, antiguo compañero de aventuras de Rogier y devoto de la Orden Dorada, se dedica a darles caza y nos indica el camino hacia Maliketh si nos hacemos con una raíz mortuoria. El hermanastro de Márika, ahora de encubierto como Gurranq, consume esos restos a modo de penitencia por haber dejado que alguien le robara parte de la Runa de la Muerte.
¿Pero quién se la robó y por qué? Son preguntas que atormentan a Rogier, y Fia, consorte de los finados que reconforta al hechicero y al jugador con abrazos en la Mesa Redonda, nos encamina hacia las respuestas con el mapa de una catacumba donde mora una de las asesinas de los Cuchillos Negros. Esta guerrera conserva un puñal bañado en Muerte Escrita y su aojo permite a Rogier descubrir quién estuvo detrás de la conspiración: Ranni. Fue la hija de Rennala la que robó la Runa de la Muerte e imbuyó las dagas con ella mediante un ritual que ahora revela su nombre.
Con el descubrimiento se abre una nueva línea de investigación para localizar la otra mitad del sello maldito de la Muerte, laceración con forma de ciempiés que se marcó incompleta en Godwyn porque Ranni, como perpetradora del ritual, también se vio afectada. A consecuencia, ambos semidioses murieron de forma parcial: Godwyn perdió su alma, razón por la que su cadáver siguió creciendo y mutando en las profundidades; mientras que Ranni perdió su cuerpo y desde entonces ha necesitado una muñeca para albergar su alma. Tras acabar con la vida de D y recuperar el estima de Godwyn que este había encontrado, Fia revela sus intenciones reales: completar de nuevo el sello para restaurar la muerte en el Círculo de Elden.
Ranni y las estrellas selladas
Tras descubrir el involucramiento de Ranni en el complot, Rogier nos sugiere acudir a la mansión de los Caria a investigar e incluso ponernos a su servicio para averiguar el paradero de ese mismo estigma que busca Fia. Claro que también podemos llegar de casualidad, ignorando toda esa subtrama; o mejor todavía, tras establecer amistad con Blaidd en Necrolimbo. Un semilobo que los Dos Dedos asignaron como sombra a la bruja; la clase de guerrero y sirviente que, como en el caso de Maliketh con Márika, existe para servir a su empíreo, el hijo de un dios que la Voluntad Mayor considera digno para gobernar en su nombre las Tierras Intermedias.
Sin embargo, la jugada salió mal, puesto que ni Miquella ni Malenia mostraron interés en suceder a su madre, y los demás semidioses se enzarzaron en una guerra que llevó al mundo a un estado de estancamiento total. Fue durante ese periodo cuando Ranni desapareció, pues aunque su objetivo sí era llevar las Tierras Intermedias hacia una nueva era, no quería hacerlo a través de los designios de la Voluntad Mayor. Su intención, de hecho, es dar el golpe definitivo a la Orden Dorada, pero antes debe librarse del influjo de sus Dos Dedos. Y para ello necesita al jugador.
Porque el destino de Ranni, al igual que el de los astrólogos y hechiceros desde tiempos inmemorables, está ligado a las estrellas, y las estrellas ahora están atadas. Tanto por su hermano Radahn, que impidió con magia gravitacional una lluvia de estrellas antes de sucumbir a la putrefacción roja; como por la intervención de la Voluntad Mayor, que sepultó bajo tierra ciudades enteras mediante otras bestias de su creación. Hablamos, por supuesto, de Nokron y Nokstella. Pero estos nombres, alusiones a la nocturnidad permanente, el falso cielo de estrellas que cubre sus cuevas, son una designación posterior, no el origen real de esta raza.
Antaño vivían arriba, en la superficie. Sus habitantes, según Rogier, están emparentados con las asesinas de los Cuchillos Negros, guerreras con armaduras de escamas plateadas cuya descripción también alude a una conexión con los númenes y, cómo no, con Márika. Es una idea que ya introducimos en el volumen anterior, al hablar de la Ciudad Eterna sin nombre enterrada bajo el Árbol Áureo, y que de nuevo es difícil ignorar ahora teniendo en cuenta que los mausoleos errantes donde yacen los restos de otros semidioses, descendientes de Márika que cayeron después de Godwyn, fueron también construidos por esta raza para deambular sin fin (¿quizá para evitar las raíces mortuorias los mutasen como el cadáver de Velo Tormentoso?).
Pero eso no responde a la pregunta más importante: ¿por qué acabaron bajo tierra? ¿Qué hicieron para desatar la ira de la Voluntad Mayor? Ahí es donde la misión de Ranni sirve para arrojar algo de luz. Algunos objetos como la piedra de la memoria y la Luna de Nokstella revelan la luna negra que fascinó a la bruja acabó en esa ciudad bajo Liurnia; pero es en Nokron, bajo uno de los cadáveres gigantes entronados, donde se guarda la hoja dactilocida que debemos recuperar para ella.
Nebulosa como puede ser esta parte de la historia, algo que parece claro es que los habitantes de ambas ciudades se guiaban por las estrellas y la luna, que la mediación de la Orden Dorada no fue aceptada y que, tras atentar contra sus sirvientes (los Dedos y/o esos cadáveres vestidos con motivos dorados), la Voluntad Mayor lanzó bestias del espacio como Astel para enterrarlos. Tras recuperar la hoja, Ranni nos concede paso hacia la torre divina donde descansan sus restos y su estigma, pues sus Dos Dedos, a diferencia de los de otros semidioses, ahora residen en una cueva. Hacia allí parte la bruja y, si le asistimos derrotando a la sombra funesta que envían los Dedos para detenerla, los acuchilla para librarse al fin de su influencia.
Rompiendo la Orden desde dentro
Claro que la misión para acabar con los Dedos de Ranni tiene gran coste para Blaidd: vinculado como vasallo por ellos, el Semilobo es arrastrado a un conflicto entre lo que desea hacer su empírea y lo que le obliga el juramento que lo convirtió en sombra en primer lugar. Es la razón por la que no nos acompaña a Nokron: tras triunfar en el festival contra Radahn, el herrero Iji lo encierra en una prisión eterna para evitar que dicho conflicto destroce su mente. La sombra funesta enviada para asesinar a Ranni toma su forma e invita a pensar que no ha sido capaz de resistir, pero no es el caso: encontrar la máscara lupina revela el embuste y el Blaidd real reaparece junto a la torre de Ranni, donde agoniza debido a esa lucha interna y nos ataca al acercamos.
En circunstancias normales, podríamos omitir el trágico desenlace de Blaidd, pero este encuentro revela algo bastante más importante: a su alrededor, mientras el Semilobo batalla contra sus demonios internos, yacen varios cadáveres de asesinas de los Cuchillos Negros. Siendo uno de los guerreros más poderosos de las Tierras Intermedias, Blaidd ha sido capaz de acabar con ellas, pero no es el caso de Iji: el amable gigante también termina siendo emboscado y asesinado por ellas.
Esto complica las cosas, puesto que si el clan de asesinas que mató a Godwyn cuando Ranni robó la Runa de la Muerte atentan ahora contra sus fieles servidores, los mismos de los que la bruja se despide en términos cariñosos antes de ir a por los Dedos, el complot no es tan sencillo como Rogier sugería. Después de todo, la intención de Ranni era librarse de su cuerpo y condición de empírea para no suceder a Márika al frente de la Orden Dorada... ¿Pero por qué atacar específicamente a Godwyn? ¿Por qué matar también a los otros semidioses que ahora descansan en los mausoleos errantes? Claramente, la conspiración esconde algo más que la emancipación de Ranni.
Aquí es donde Elden Ring pide especulación, y donde cada usuario puede elaborar su propia historia —nosotros, lamentablemente, no tenemos respuestas definitivas a muchos de los enigmas—, pero hay varios detalles que vale la pena considerar. Uno, ya adelantado antes, que las asesinas de los Cuchillos Negros eran númenes relacionadas con Márika. Otro, que, si bien nunca se dice de forma abierta cómo, el recuerdo de la Hoja Negra revela que la propia Márika traicionó a Maliketh de algún modo. Otro más, que sus acciones fueron directamente castigadas por la Voluntad Mayor.
Otro importante, la despedida ya citada de Godfrey: el destierro de los Sinluz era temporal, para que regresaran algún día y lucharan para blandir el Círculo. Relacionado con eso, el herrero Hewg termina confesando que la propia Márika también le envió a la Mesa Redonda para forjar un arma capaz de matar a un dios. Y por último, pero no menos importante, tampoco sobra apuntar que la herida de lanza en el abdomen de Márika se manifiesta en la Bestia de Elden, insinuando que ya hubo un incidente previo que hirió a la criatura, aunque no fuese suficiente para acabar con ella.
El objetivo de Elden Ring, al menos tal y como nos lo exponen de inicio, consiste en conseguir varias Grandes Runas, entrar al Árbol Áureo y restaurar el Círculo convirtiéndonos en el nuevo consorte de Márika. Pero desde luego no es eso lo que quiere su consorte actual: una vez allí, encontramos la entrada sellada por Radagon. El símbolo con diagonales cruzadas es el mismo que figura en sus runas, se cosió en las máscaras de los preceptores carianos, adorna sus estatuas o figura en el propio Círculo de Elden. Radagon es tan parte de la Orden Dorada como Márika porque Radagon es Márika. Sea por seguir las pistas de Miriel o la trama del escriba Corhyn y su maestro, la Máscara Dorada, lanzar un hechizo a su estatua de capital revela esta dualidad.
No sabemos si este alter ego se originó aparte y luego se fusionó con Márika, o si surgió como una escisión masculina para contraer matrimonio con Rennala y luego regresar. ¿Delata su melena pelirroja una contramaldición de los gigantes como respuesta a la lanzada al dios cíclope? ¿Derivan los males de Miquella y Malenia de esta forma de llevar el incesto al siguiente nivel? Lo único seguro es que ahora forman un todo, pero sus mentes son independientes: Radagon es la mitad más leal a la Orden. Es la mitad que intentó reparar el Círculo después de que Márika lo destruyese. La mitad que está en sintonía con la Voluntad Mayor, que deja de comunicarse con los Dedos a partir de ese momento. Y la mitad que debemos derrotar para cumplir el plan de Márika.
Los apóstoles y la Reina del Ojo Velado
Pero poder enfrentarnos a Radagon requiere medidas algo drásticas: reavivar la forja de los gigantes para prender fuego al Árbol Áureo, y derrotar a Maliketh para desatar el poder completo de la Runa de la Muerte y permitir que las espinas inquebrantables se consuman lo suficiente como para entrar. Es un plan urdido por Melina, compañera de aventuras que hemos estado dejando de lado porque su papel de inicio se limita a dirigirnos hacia la capital, donde espera poder averiguar cuál es su propósito real.
Tras fracasar en nuestro intento de entrar al Árbol Áureo es cuando se empieza a revelar su verdadera naturaleza. ¿Por qué no tiene cuerpo material? ¿Por qué su ojo izquierdo está sellado? ¿Por qué su proyección muestra cicatrices de quemaduras en las manos? ¿Y por qué nos empuja hacia la quema del Árbol Áureo a pesar de haber nacido en él? De nuevo, es algo con margen de interpretación... Pero no hemos venido hasta aquí para dejar las cosas a medias, así que hablaremos de los apóstoles sacrodermos. Según las descripciones de varios objetos, estas infames criaturas vestidas con pieles humanas servían a una empírea conocida como la Reina del Ojo Velado y bajo su mandato usaron la llama negra para exterminar semidioses hasta que Maliketh acabó con ella y selló ese poder en su cuerpo.
Siguiendo con los guiños a Berserk, donde los apóstoles también eran criaturas inhumanas al servicio de un dios, el eclipse solar es el símbolo que representa a los semidioses caídos de los mausoleos errantes. En la fortaleza de Sól de los Picos de los gigantes, una capilla levantada por seguidores de Miquella les rinde tributo; pero según revela un espectro en el otro extremo del mundo, junto a una de las iglesias de la península del Llanto, Márika no debió lamentar tanto su muerte:
“El mausoleo deambula, albergando el semidiós sin alma. Ah, Márika, reina eterna. Él es tu hijo no deseado.”
Volviendo a Melina y sus quemaduras, cabe recordar que cuando Iji es derrotado con armas imbuidas en Muerte Escrita no se limita a caer: arde. Su cuerpo es consumido por llamas negras. Lo mismo nos ocurre a nosotros cuando nos enfrentamos a Maliketh, que abre el sello de la Muerte Escrita (oculta en sus propias carnes) y tiñe dichas llamas de rojo. Es una posible pista a la que hay que sumar el hecho de que, al invocarla contra Morgott, Melina lucha canalizando los poderes dorados del Árbol Áureo, pero también se mueve y ataca como las asesinas de los Cuchillos Negros. Luego, una vez aceptamos su solicitud y la usamos como yesca para quemar el Árbol Áureo (acto “sacrílego” claramente intencionado por Márika), la joven desaparece de la historia. Aunque todavía queda otra pieza del puzle por descubrir...
El fin de la fragmentación
Tras usar a Melina para iniciar la quema del Árbol Áureo, derrotar a Maliketh para liberar la Muerte Escrita y acabar con Radagon y la Bestia de Elden, el jugador se encuentra al fin en posición para reparar el Círculo y elegir entre varias alternativas:
A pesar de cambiar significativamente el destino de las Tierras Intermedias, todos estos finales coinciden en que requieren que primero dejemos arder a Melina en la forja de los gigantes. Sin embargo, existe una sexta alternativa: nada más llegar al Pico de los gigantes reaparece Yura, un cazador de Dedos Sangrientos que termina siendo asesinado durante su propia subtrama. Su cuerpo ahora es el nuevo receptáculo del espíritu de Shabriri, un servidor de la Llama Frenética que nos ofrece otra alternativa:
Fue la alternativa que también ofreció a Vyke, caballero que aparece en la portada del juego y más cerca estuvo de ser Señor del Círculo antes de nosotros. En su día, Vyke vivió en la capital y se unió al culto a los dragones antiguos, donde conoció a Lansseax (es el caballero del que se enamoró la dragona) y aprendió a usar los poderes del rayo. Luego, tras el regreso de los Sinluz, Vyke hizo un recorrido parecido al nuestro hasta que encontró a Shabriri. Entonces, con el fin de salvar a su doncella, descendió a las profundidades de Leyndell, al mismo lugar en el que fueron encerrados los comerciantes nómadas de la gran caravana (que aún podemos ver en uno de los puntos donde suele aparecer Lansseax) tras ser acusados de creencias herejes.
No sabemos si de verdad los nómadas procesaban actos en contra de la Orden Dorada antes de ser encerrados, pero sí sabemos que una vez allí abajo invocaron a la Llama Frenética. Desde entonces, algunos de los que huyeron y encontramos por el mundo se defienden con ella si los atacamos a pesar de ser pacíficos y tenerla bajo control en condiciones normales. Para Vyke, no obstante, entrar en contacto con los Tres Dedos supuso el fracaso de su misión, pues seguramente entendió no podía limitarse a usar su cuerpo en la forja para salvar la vida de su doncella; aceptar los Tres Dedos significaba acabar con el Árbol Áureo, el Círculo e incluso las Tierras Intermedias.
Hyetta, una muchacha ciega a la que podemos entregar uvas de Shabriri (los ojos derretidos de aquellos infectados por la llama frenética), nos acompaña hasta las profundidades y se presta a ser quemada para convertirse en Doncella de los Tres Dedos y revelarnos sus palabras antes de perecer:
Melina sabe qué significa aceptar el abrazo de los Tres Dedos, el fin de todo para todos, así que nos implora que no lo hagamos. Pero si seguimos adelante y dejamos que nos toquen, nos amenaza y nos abandona. Y luego, tras quemar el Árbol Áureo, desatar la Muerte Escrita y consumar la destrucción del Círculo, reaparece. Con su ojo normal clareado, como si hubiese sido cegado por la Llama Frenética; y el que permanecía cerrado, abierto y revelando un iris azulado. Con Maliketh caído, es probable que tanto sus poderes como sus recuerdos se hayan restaurado, por lo que ahora su intención es honorar la promesa de su despedida:
¿Confirma eso que se trata de la Reina del Ojo Velado? Señora de los apóstoles y perpetradora de la muerte de los semidioses, sus hermanos. ¿Fueron esas acciones un mandato de su madre, Márika, para acabar con todo lo construido bajo la Orden Dorada? Como tantas cosas en Elden Ring, queda a la interpretación de cada uno. Nosotros, al igual que From Software, nos limitaremos a dejar las piezas sobre la mesa.
Volúmenes anteriores:
- RPG
- Acción
Elden Ring es un título de acción RPG a cargo de From Software y Bandai Namco para PC, PlayStation 4, Xbox One, PlayStation 5 y Xbox Series. Álzate, Sinluz, y que la gracia te guíe para abrazar el poder del Círculo de Elden y encumbrarte como señor del Círculo en las Tierras Intermedias. Un vasto mundo perfectamente conectado en el que los territorios abiertos estarán repletos de situaciones y mazmorras enormes con diseños complejos y tridimensionales.