Dog. Un viaje salvaje, crítica. Un agradable road trip con acompañante perruno
La película de Channing Tatum explora las consecuencias psicológicas de la guerra a través de la relación entre su protagonista y la perrita Lulu.
Briggs (Channing Tatum) es un ranger del ejército de los Estados Unidos que ha sobrevivido a incontables batallas en conflictos internacionales. El soldado recibe la noticia de que su mejor amigo ha fallecido, por lo que se ve obligado a agarrar el equipaje y a recorrer las carreteras hasta llegar a Arizona, donde se celebran las exequias. No lo hará solo, pues le han pedido que se lleve a Lulu, una veterana perrita de guerra. La película adopta una estructura de road trip que ayuda a forjar la relación entre el hombre y el animal, y que también refleja el duelo por la muerte de un ser querido.
MeriStation ha tenido la oportunidad de acudir a un preestreno un tanto atípico. Dentro de la sala de cine nos encontramos con varias camas de perros, que poco después son ocupadas por un grupo de simpáticos animales. Juguetean con los huesos que les han dejado y exploran el lugar, cada uno a su manera. Cuando las luces se apagan y la pantalla se ilumina, los perros conservan la calma y se tranquilizan junto a sus dueños (aunque resuena algún ladrido de vez en cuando). Ha llegado el momento de ver Dog. Un viaje salvaje.
El estrés psicológico de los soldados (y de sus perros)
El filme dirigido por Channing Tatum junto a Reid Carolin se apoya en la comedia, si bien tiene un trasfondo más serio. Ambos personajes han sufrido los estragos de la guerra, de modo que cuando se reintegran en la sociedad ya no son los mismos. Briggs no solo conserva las cicatrices en su cuerpo, sino que también carga a sus espaldas con el peso psicológico de todo lo que ha vivido en el campo de batalla.
Las acciones de Lulu son legendarias. La perra ha participado en un sinfín de operaciones y ha salvado a numerosos soldados, pero el fallecimiento de su dueño (el amigo de Briggs), unido a sus circunstancias singulares, han contribuido a agriar su carácter. Porque sí, al igual que su compañero humano, sufre un trastorno de estrés postraumático. Es un animal indomable e irascible, un peligro para todo aquel que se acerque a ella. A pesar de que el exranger ha trabajado estrechamente con Lulu, pronto se da cuenta de que el periplo no va a ser nada sencillo.
Durante los primeros kilómetros de carretera, la perra lleva bozal y está encerrada en una jaula. Cuando Briggs cede y le permite salir, el animal reacciona como una bestia. Harto de la situación, el antiguo soldado se toma unas cervezas en Portland y entabla una conversación con una mujer, pero el diálogo concluye entre acusaciones y malas caras. Las vicisitudes de Briggs para amoldarse a la sociedad parecen haberle costado también a su propia familia. Acude al hogar con un unicornio de peluche para su hija, pero vuelve con él juguete y termina dándoselo a Lulu.
El baño de los incomprendidos
Dog. Un viaje salvaje utiliza con inteligencia el género del road trip. El concepto de viaje permite articular la relación entre los protagonistas, que empiezan con mal pie, pero que poco a poco van entablando una sincera amistad. Una de las secuencias más atractivas es la escena en la que aparecen dándose un baño en la bañera, lo que en cierto modo simboliza la soledad ante una sociedad que nos los comprende. Sus vivencias son al mismo tiempo una denuncia ante la situación de los exsoldados, sometidos al abandono por parte de las autoridades.
Dog funciona como película, cuenta una historia dura en su contexto, pero con un tono de comedia que suaviza el conjunto, sin caer en el humor negro. Le falta morder un poco más, desarrollar mejor el perfil de los personajes para que nos creamos que son de carne y hueso. Por lo demás, un producto de entretenimiento muy personal y bonito.
La película se estrena el próximo 22 de abril en salas de cine.
Hemos visto la película por cortesía de Diamond Films España.