Stock PS5 y Xbox Series: la falta de CPU y tarjetas gráficas puede alargarse hasta 2023
Intel advierte de que la crisis de materiales semiconductores puede extenderse todavía un año completo, afectando así a la industria del videojuego.
La crisis de materiales semiconductores está lejos de resolverse. Intel, uno de los mayores fabricantes de microprocesadores y hardware del mercado, ha indicado durante una entrevista con CNBC en voz de su CEO, Pat Gelsinger, que la falta de chips irá mejorando progresivamente durante el próximo año, pero tardaremos hasta 2023 para ver un balance entre oferta y demanda acorde a la era previa a la pandemia. Esta situación afecta directamente a la producción de productos como PlayStation 5 y Xbox Series X|S.
Gelsinger es claro: la falta de unidades de CPU y tarjetas gráficas puede extenderse hasta 2023. “Estamos en lo peor ahora mismo, cada trimestre del próximo año iremos mejorando gradualmente, pero no tendremos un equilibrio entre oferta y demanda hasta 2023”, indica el directivo, conocedor de que las acciones de su empresa, que cotiza en NASDAQ, han caído un 8% como consecuencia de esta compleja situación. El mercado del automovilismo, los electrodomésticos y otros productos de electrónica de consumo están igualmente afectados por la falta de suministros.
No en vano, esta situación de falta de oferta y una demanda disparada de consolas de nueva generación, que se alarga ya más de 18 meses, vive en la misma realidad que la de la distribución de otros materiales básicos: el comercio global se ha colapsado.
Aunque Sony Interactive Entertainment estimó una mejora del abastecimiento en la segunda mitad de 2021, AMD — fabricante de los procesadores y chip gráficos de PS5 y Xbox Series— indicó este octubre que tendremos que esperar hasta la segunda mitad de 2022; una opinión compartida por Phil Spencer, máximo responsable de Xbox.
La cadena comercial mundial se ha atascado
Este 24 de octubre se ha publicado en EL PAÍS Economía un reportaje ahondando en cómo afecta esta situación a escala mundial. Las empresas no pueden dar respuesta a la demanda de sus consumidores y, como consecuencia, los precios se encarecen, los productos llegan tarde y los clientes no están del todo satisfechos.
El precio del contenedor es un denominador común, independientemente del producto que se envíe desde el otro lado del mundo. Si antes del inicio de la pandemia —en torno al mes de marzo de 2020— un contenedor medio de 40 pies de tamaño podía costar unos 1500 dólares, ahora se encuentra disparado hasta más de 10.000 dólares al cambio. Del mismo modo, los plazos de entrega se han visto afectados. De un 25-30% de contenedores en el tráfico marítimo entregados con retraso hemos pasado a una situación del 64-65% de entregas postergadas.
Si bien los principales agentes gubernamentales europeos tratan de dar prioridad a materiales sanitarios —que ponen en cola a otros materiales no esenciales—, el orden de prioridades en las entregas no impide que otros materiales como el hierro, la madera, el acero, la piedra o el asfalto se hayan encarecido severamente durante estos últimos meses.