Wolfenstein: Youngblood, impresiones: París se viste de rojo
Probamos durante más de una hora lo nuevo de Arkane Studios y Machine Games, Wolfenstein: Youngblood. Un shooter de altura en este E3 2019 para Bethesda.
El presente E3 2019 ha tenido un claro denominador dentro de la farándula de Bethesda. Doom Eternal está acaparando todos los focos, aunque no hay que olvidar otra de sus apuestas en el género para esta segunda mitad del año. Nos referimos a Wolfenstein: Youngblood, una experiencia conocida pero a la vez diferente de las mecánicas ya planteadas en The New Order, The Old Blood y The New Colossus. Precisamente fue en este último donde por fin el estudio se quitó los amarres que sostenían un potencial enorme, lo que nos brindó uno de los mejores first person shooters de los últimos años.
Ahora, casi como si nada, llega a las estanterías un spin off a modo de secuela de enfoque dispar. Acción cooperativa junto al inédito protagonismo de las dos hijas de B. J. Blazkowicz, fruto de su relación con Anya. Estas gemelas todavía inexpertas en el ‘arte de matar nazis’ se verán envueltas en una aventura que las llevará por la París de los años 80. Arkane Studios y Machine Games, una colaboración que sobre el papel hace salibar a todos los que disfrutan gastando plomo.
De lo mejor, lo mejor
Compartimos una mañana sin igual. Durante el mediodía en la ciudad de Londres, MeriStation está a punto de enfrentarse por primera vez a dos de las grandes esperanzas para los amantes del shooter tradicional. De Doom Eternal ya os hablamos largo y tendido el día de ayer, pero hoy toca ponerse a los mandos de la nueva entrega de la franquicia Wolfenstein. Los primeros minutos de la presentación previa al hands on es una sucesión de piropos y admiración mutua. A grosso modo, Arkane se encarga de toda la parte perteneciente al diseño de niveles, mientras que Machine intenta mantener intacta la acción incombustible que les ha caracterizado. Es por ello que la ambición con este juego va más allá de ser un simple acompañamiento, tal como lo fue The Old Blood; el salto es total, en todas las vertientes.
La integración del modo cooperativo es tan solo una parte de los cambios que ha recibido Youngblood respecto a la fórmula ya vista en 2014. Hablamos, según en clave de los estudios, del Wolfenstein más abierto hasta el momento. Hay razones para pensar en ello. Para refutar esta idea, somos testigos del visionado de una serie de transiciones jugables que atestiguan este hecho. Cuando se refieren a extensión, lo lógico es pensar en un mundo semi abierto como podríamos encontrar en Dishonored 2. Nada más lejos de la realidad, y es que la extensión es hacia dentro, hacia el interior de las estructuras y cómo influyen en la exploración.
Otra de las claves que nos apuntan es la importancia de narrativa. Cero sorpresas. De hecho, quizá el punto que desentona en anteriores trabajos es precisamente la obstaculación de las secuencias argumentales frente a la acción. Esto es algo que id Software conoce de sobra. Cuéntame una historia, pero no me aburras. Aquí la premisa al menos está lejos de complicaciones. Controlaremos a cualquiera de las dos gemelas de B.J. y Anya en la búsqueda de su padre por las calles de París. El legendario caza nazis ha desaparecido en la capital francesa sin dejar rastro, por lo que deberemos pedirle ayuda a la resistencia local para localizarle y reducir la presión de las tropas germanas. Viejos rostros volverán al escenario, así como los herederos de varios de los personajes clave de The New Colossus. Tened en cuenta que a ambos juegos les separan diecinueve años.
Ese tufillo de una década imborrable como la de los 80 permanece intacto en todo momento. Aunque veamos en más de una ocasión las creaciones fantásticas de una distópica Alemania victoriosa, existen muchísimos elementos que aluden a la cultura pop de nuestra historia reciente. Si tuviésemos que elegir un título como referencia, ese sería, sin lugar a dudas, Far Cry 3: Blood Dragon. Por más que se intente imponer un rostro reconocible de lo que tenemos entre manos, la multitud de guiños y referencias a esa generación, empezando por los coleccionables. Casetes, gafas 3D, vinilos y más nos esperan.
Más allá de apretar el gatillo
Wolfenstein: Youngblood sufre el síndrome de la complejidad. En aras de explotar nuevos caminos para la fórmula, ambos estudios han decidido añadir elementos RPG básicos. Para que os hagáis una idea, algo así como lo ocurrido en Far Cry: New Dawn. Barras de salud en todos los enemigos, arquetipos diferenciados entre sí, progresión basada en niveles de experiencia y recompensa a la exploración de cara a mejorar nuestras habilidades. Estos añadidos están lejos de ser baladí, puesto que hacen que veamos de otra forma el combate, o al menos le echamos el lazo de una manera diferente.
La demo a la que tuvimos acceso constaba de dos niveles pertenecientes a los primeros compases de juego. En uno debíamos infiltrarnos en un dirigible enemigo, mientras que en el otro ya estábamos sobre el suelo firme de París. Aquí se nos abrieron las dos vertientes ya vistas desde siempre. Sigilo y acción desenfrenada se dan la mano para que sea el jugador quien elija cómo llevar a cabo la aventura. Debemos confesar que el sigilo no es que sea muy eficiente, diríamos errático en algunos momentos. El sistema es el habitual: si entramos dentro del campo de visión del adversario, este tendrá un tiempo mínimo de reconocimiento que variará entre tres estados. Todo correcto, salvo cuando los enemigos escuchan nuestras pisadas sin saber muy bien por qué. Al final, la mayor parte del tiempo la pasas disparando a diestro y siniestro; se agradece, puesto que es ahí cuando comienza a brillar.
Hablábamos hace un par de párrafos sobre la importancia de las nuevas mecánicas. Todo lo que hagamos en Youngblood tendrá un efecto sobre nuestro nivel de experiencia, lo cual nos permitirá comprar nuevas habilidades entre tres ramas diferentes a medida que subamos al siguiente, enfocadas en lo pasivo, el traje y el armamento. Enumerarlas sería volver a comentar los puntos básicos de todo juego con tintes de rol. Sin embargo, en la parte de la exploración sí que se requiere de mayor atención si queremos ir a la última con nuestras armas. Por el mapa encontraremos unas monedas de plata que serán quienes sostengan la economía del juego. Desde el inventario podemos comprar y equipar cualquier accesorio que queramos a través de la tienda ingame. Olvidaos por un momento las mejoras rígidas que todos conocéis; la cantidad de nuevas piezas triplica el número de The New Colossus, incluyendo las mismas en su versión mejorada.
Como todo cooperativo que se precie, existen diversas opciones de colaboración que fuerzan la necesidad de tener que utilizar los dos personajes a la vez. Muchos momentos de transición, a modo de tiempos de carga camuflados, requieren de la acción dual para abrir puertas, accionar mecanismos y toda clase de acciones triviales que no tienen elaboración alguna. Sin embargo, lo anodino de la colaboración en el plano ingame se ve un pelín más interesante conforme conocemos los efectos que tienen algunos momentos entre ellas. Es el caso de los gestos, formas que pueden hacer con las manos que otorgan un beneficio en la otra. Por ejemplo, si hacemos la señal de los cuernos podemos dar vida. El tipo de gesto a utilizar se puede elegir en el menú previo al inicio de una misión.
Esperábamos que la cooperación fuese más importante. El compañero que nos tocó no es que fuese un experto en el género: sin su ayuda pudimos jugar prácticamente sin complicaciones una vez que llegamos al nivel 8 y desbloqueamos unas cuantas habilidades imprescindibles para sobrevivir en la París ocupada. De hecho, cuando mejoramos da la sensación de que poco a poco se va rompiendo el equilibrio de poderes. Lo vimos contra los Super Soldaten. En el dirigible necesitábamos que uno actuara de señuelo para que el otro dispara por detrás, justo su parte débil. Todo lo contrario que en el segundo nivel, donde desbloqueamos la posibilidad de ejecutarlos con un movimiento cuerpo a cuerpo. A poco que aproveches el sigilo y las flaquezas de la inteligencia artificial puedes pasar sin apenas apuros.
Sensaciones dispares
Todo nuestro paso por la demostración fue un carrusel de sensaciones. Nos quedamos en lo positivo con la forma en la que se desenvuelve el gunplay, algo en lo que nunca flaquea Machine Games. Las sensaciones al entablar un tiroteo son excelsas dentro de esa mezcla de clasicismo y modernidad que tan buenos resultados ha dado en estos cinco años. Habrá sorpresas que todavía no podemos desvelar dentro del surtido previsto, aunque sí podemos decir que no todos dependerán de la balística. Esa poco más de una hora estuvo sobrada de intensidad. Morimos mucho, sobre todo por experimentar con algunas opciones, y a cada nueva vida conocíamos un poco más la manera en la que actúan las diferentes clases de las filas alemanas. Sabemos que el médico tiene mucho más vida que el resto, o que el ingeniero puede colocarse nuevas piezas de armadura si no acabamos con él rápidamente. Pequeños momentos de aprendizaje que nos harán comprender mejor qué ocurre en el campo de batalla.
También se ha vuelto un combate más orgánico. Sí, sabemos que puede sonar tópico tras lo comentado con Doom Eternal, pero lo cierto es que es así. Wolfenstein: Youngblood incorpora un sistema de blindajes que variará según el nivel del contrario. Esto ocurría en parte en los anteriores, pero aquí se ha visto potenciado para que cada pieza destruida cuente. Al tratarse de una experiencia cooperativa, el sistema de regeneración también ha visto un pequeño cambio. Tras quedarnos sin vida entraremos en una fase de segunda oportunidad, en la que gatearemos con una pistola en la mano. Para continuar, o bien esperamos que nuestro compañero nos reviva, o nos morimos a cambio de un token de resurrección. Podemos acumular hasta tres vidas entre los dos personajes; una vez terminadas, si una de las dos muere nos hará pasar de nuevo por el anterior punto de control.
Cuando nos referimos a que las sensaciones son dispares, lo hacemos sobre todo por el diseño de niveles. En la charla previa se nos vendió a una Arkane que había dado lo mejor de sus diseñadores para plantear niveles más complejos respecto al trabajo de los suecos. Nuestro problema fue que en en las dos fases a las que tuvimos acceso no pudimos ver la mano del estudio. El estilo es tubular, sin apenas verticalidad ni caminos alternativos con respecto al principal. De hecho, en una de las veces, casi al final, la calle se partía en dos y tú debías elegir por dónde ir. Cuando veías los dos resultados apenas tenían diferencias. Esperamos que esto sea solo porque es el inicio, y que a medida que progrese el juego se vuelva cada vez más profundo.
Ante todo, estamos ante una obra que vive por y para la unión de dos jugadores comunicados por voz. En caso de que no encontremos el compañero ideal, siempre podremos jugar en solitario junto a la compañía de la inteligencia artificial. La compañía no nos contestó a la pregunta de si podremos llevar las mejoras de nuestro personaje al resto de partidas de otros usuarios, lo cual sería lógico que se pudiera tras comprobar la larga curva de progresión que tendremos.
Todo está por ver
Nos encaminamos casi a un mes de su lanzamiento con las mismas incógnitas que antes de jugar. A los mandos funciona muy bien, a la altura de lo esperado, pero todavía necesitamos más tiempo para conocer si esos extras cuajan realmente en una fórmula prácticamente a prueba de bombas. Lo que está claro es que el aroma ochentero y la ensalada de plomo están aseguradas; para muchos, eso es más que suficiente, sobre todo porque se siente un valor más seguro que Rage 2. Veremos qué tal se desenvuelve una vez llegue al mercado el próximo 26 de julio en PS4, Xbox One, PC y Nintendo Switch.
- Acción
Wolfenstein: Youngblood, desarrollado por MachineGames y editado por Bethesda para PC, PlayStation 4, Xbox One, Switch y Stadia, es una nueva entrega de la saga de acción en primera persona Wolfenstein, esta vez, ambientada en la década de los 80 y protagonizada por las hijas gemelas de J.C. Blazkowicz, Jess y Soph, que deberán buscar a su desaparecido padre en una París ocupada por los nazis.