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Alone in the Dark III

Alone in the Dark III - Jim Burris recibe su merecido

Después de las desagradables experiencias de Derceto y La Cocina del Infierno, atrévete con un nuevo desafío.

JIM BURRIS RECIBE SU MERECIDO

Nada más salir al exterior, Carnby encontró un látigo y una soga de horca en el centro de una luz sobrenatural que esquivó para hacerse con ella. También se apoderó de una tira de cartuchos y una placa de hierro que utilizó como chaleco antibalas antes de encontrarse con Burris. Cuando el cuatrero se encaró con él, Ed cargó la bala de oro en el Winchester y acabó con su vida, obteniendo a cambio un saco lleno de escorpiones.

Allí cerca, en los alrededores de un barril de pólvora, se hizo con una ametralladora Gatlin, un frasco curativo y una mecha corta. La única salida posible era una puerta que se encontraba cerrada, así que disparó contra ella antes de encender la lámpara y entrar en la misteriosa sala. En su interior, descubrió con horror como un misterioso sujeto estaba ahorcando a un muñeco vudú, con un parecido asombroso a Ed. Mientras sentía como le faltaba la respiración y el cuello comenzaba a quebrarse, utilizó la soga de horca para librarse del hechizo. En seguida, colocó los escorpiones en la trampilla y empujó la palanca, acabando con el hechicero.

Como recompensa a sus esfuerzos, obtuvo un cartucho de dinamita, al que colocó la mecha, y un trozo de carne seca. Luego, más tarde se dirigió al barril y, después de deshacerse de dos esqueletos enterradores y esquivar los disparos que provenían del otro lado de la mirilla, introdujo el cartucho en un agujero cercano al bidón de madera. Antes de encender la mecha, abrió la puerta. Mientras las cerillas cumplían con su deber, escapó de la sala al mismo tiempo que una tremenda explosión revelaba una nueva salida en la pared. Hacia allí se dirigió, pisando una flecha que había en el suelo, lo que reveló un nuevo pasadizo.

A través de él llegó a un tico dominado por una puerta, donde se deshizo de otro vaquero con bastantes malas pulgas. En la pared del fondo había un hueco disimulado que escondía una gigantesca máquina. Examinándola con atención, Ed colocó la estrella del sheriff en el hueco y utilizó el látigo para desplazar la palanca superior. Esto activó un mecanismo que abrió la mencionada puerta. Así llegó hasta un puente que cruzó a la carrera, saltando hasta la ventana que daba al primer piso del saloon.

En el pasillo principal Carnby encendió todas las lámparas, obteniendo varios mensajes. Al otro lado de una de las puertas, había una sala presidida por un gran cuadro del que salió el fantasma de Arizona Kid. En la hoja de periódico que había en el suelo, Ed encontró la solución al enigma. La hoja decía así: "Kid se aparece todas las noches en el lugar donde murió, cuando el buitre canta. Es posible seguirlo a través de su imagen".

Sin perder tiempo, alimentó con la carne al pájaro del reloj de cuco, que le entregó una ficha y ahuyentó al cuatrero. Sin olvidarse de coger el perchero, atravesó el cuadro, yendo a parar a un dormitorio donde reposaba una gran cama. Tras el correspondiente registro, se adueñó de una pera de agua, una perla, una flecha y una llave detrás del espejo. Le entregó la flecha al cupido, y observó una extraña imagen reflejada en el cuadro. Abrumado por la proliferación de pensamientos oscuros que recorrían su mente, regresó a la venta rota por la que había llegado al saloon, y encontró un anillo de bisutería cerca del enorme agujero que había en el suelo.

Manipulándolo un poco, separó el aro del diamante. Puesto que todas las puertas estaban cerradas, utilizó la llave del espejo en una de ellas, y entró en una nueva habitación donde reposaba el diario de Emily. En él se narraban los misteriosos acontecimientos que habían tenido lugar durante el rodaje de la película. Al parecer, todo empezó cuando se produjo un temblor en la falla de San Andrés, justo el lugar donde se estaba escenificando la película. Brett Samuels, uno de los técnicos de rodaje, desapareció en el abismo, y aún a pesar de que se buscó su cuerpo durante muchos días, éste no apareció.

Poco a poco, todos los miembros del equipo de rodaje fueron asesinados o poseídos por espíritus malignos, hasta que sólo quedaron con vida Emily y Morrison, el armero. La narración se interrumpía bruscamente, dejando en el aire muchas de las dudas que corrompían al bueno de Ed. En una de las encimeras, descubrió la estatua de un dragón, al que le faltaba un ojo. Poniendo el diamante en el lugar apropiado, obtuvo un paquete cartuchos para el Winchester. La única salida de la habitación era el balcón, donde un zombie disparaba desde una de las ventanas.

Haciendo gala de su afilada inteligencia, Edward puso el perchero delante de la ventana, para frenar las balas. Como el cuatrero había perdido su ventaja, salió afuera, pero su enorme corpulencia hizo que se rompiera el suelo y aterrizara unos metros más abajo. Para entrar en la nueva sala recién descubierta, Ed empujó uno de los paneles de la ventana y formó un rudimentario puente. Una vez dentro, se hizo con un disparador de una cámara, un flash, una llave y un folleto de instrucciones, con un mensaje: "los rollos de películas son inflamables" .

Pero lo que más turbó sus pensamientos fue la foto de un temible pirata que le resultaba familiar: era nada más y nada menos que Jack el Tuerto, el morador de la ostentosa Cocina del Infierno, escenario de una de sus anteriores aventuras.

Mientras unas gotas de sudor frío comenzaban a recorrer su frente, Ed decidió utilizar la pera de agua con el disparador y volver sobre sus pasos regresando a la ventana rota por donde había entrado en el saloon. Utilizó la llave recién descubierta y abrió la puerta más cercana. Un voluminoso habitante de las tinieblas que agitaba los brazos con la furia de dos hirientes látigos le impidió continuar su camino. En una de las esquinas de la sala, un rollo de película yacía abandonado en el suelo. Acordándose del último mensaje que había elido, usó el disparador y posteriormente el flash en el rollo abandonado.

El zombie acabó achicharrado, lo que le permitió apoderarse de un bidón de aceite. Introdujo la ficha que llevaba en el piano mecánico y escuchó una curiosa historia, según la cual un tal Stone llegó a estas tierras, gobernadas por los indios, y descubrió un extraño mineral. Inmediatamente, contrató a un puñado de presidiarios para construir una estación y un tren, mientras edificaban una compleja red de subterráneos en el lugar donde antes reposaba el templo de los indios.

¿Cuál seria ese extraño mineral?. ¿Por qué los indios no opusieron resistencia? Preguntas sin respuesta a las que Carnby, de momento, no podía contestar. Como se le habían agotado todas las salidas, Ed decidió investigar más a fondo la habitación, fijándose en una atrayente diana, a la que no dudó en disparar.

Como premio a su buena puntería obtuvo un frasco reconstituyente y un palo de guerra indio, mientras la caja que ocupaba el centro de la sala se movía a un lado para dejar al descubierto la entrada de un maloliente subterráneo.

Con ayuda del aceite, las cerillas y la lámpara, consiguió iluminar la estancia, reflejando unas paredes rocosas que desembocaban en una amplia caverna gobernada por un lago de lava. Saltando cuidadosamente de bloque en bloque, Carnby alcanzó el pilar donde descansaba un indio, al que enseñó el palo de guerra para poder continuar con su camino. Tras unos cuantos saltos más, llegó hasta un bloque decorado con un símbolo, después de encontrar unos cartuchos y una llave pequeña.

Ahora, con mucho cuidado, consiguió alcanzar la antepenúltima piedra antes de la salida, en donde quedó atrapado. Sin saber que hacer, recordó que se encontraba en un lugar sagrado, así que usó el amuleto navajo, que hizo aparecer de la nada una hermosa guila, transportándolo a la ansiada salida. Así, se adentró en las largas estancias de una sobrecogedora mansión, demasiado parecida a otras que ya había desentrañado sus secretos.