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Police Quest III

Police Quest III - Follón

Como sargento detective de Lytton su primer deber es atender el tráfico. Aquí empiezan las aventuras y las obligaciones..

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F O L L O N

Encantado de tener un poco de acción, bajé raudo a los vestuarios masculinos, sitos en el primer piso, donde abrí la taquilla merced a la combinación, y me llevé todo el material: el bloc, la linterna y la porra (último modelo de tecnologia disuasoria policial no-violencia). En el armario del pasillo tomé prestadas unas pilas que puse en la linterna, y unas bengalas por si había que acudir a ver un partido de fútbol.

Tomé el vehiculo policial con marcas del garage, y raudo y veloz, con la sirena puesta, atento a las viejecitas, crios, chuchos y pijos que se pudieran interponer en mi camino, y respetando los stops, llegué a Angel Falls.

Allí los campistas estaban horrorizados por un loco que, en pelota picada, parecía estar esperando a los Visitantes. Evidentemente esto no era ni Space Quest ni Future Wars, por lo que deduje que efectivamente se trataba de un caso de anomalía funcional en el área superior del encéfalo del sujeto pasivo del I.R.P.F. Mis instintos policiales se activaron al ver la pintilla del dolicocéfalo ése (caucasiano, pelirrojo, cara-tonto), pero no impidieron que al acercarme para pedir oficial pero cortésmente al individuo que tapase sus partes pudentas, me arrebatara la placa y la arrojase al lago, tras lo cual hizo lo propio el sospechoso. Mmmm. Huyyyyy

Sin perder la calma, tras registrar sus tropas hallé las llaves de su coche y su carnet. En clara muestra del dominio de mis nervios, lancé sus llaves al lago.

Foribundo y rabioso salió disparado el interfecto del agua, con sus ojos inyectados en sangre, las babas saliendo de sus entrecerrados labios y una expresión desaforada en conjunto, por lo que opté por un poco de jarabe de cachiporra, tras desechar fulminarle con mi automática. This is not Harlem, man!

Tras tener atontado al sujeto, procedí a maniatarle con las esposas y a registrarle, por lo que hallé una navaja oculta en sus calzoncillos (no era otra porra, caramba). Lo conducí al vehículo y cotejé los datos del carnet con la computadora del coche.

Tras llegar al Police Dpt. lo llevé a los calabozos. Primero es siempre menester abrir uno de los cajones, rellenarlo con las armas y cerrarlo, quedándome con la llave. Después, en el interior, lo empapelé con el cargo de "posesión de arma oculta" código 12025. Brian Forbes no volvería a despendolar viejecitas y paseantes mostrando su virilidad desnuda a ojos pudorosos. ¡Puerco! Antes de meterlo definitivamente entre rejas, recuperé las esposas. Salí y recuperé mis preciosas armas.

(Nota de "El Bárbaro": si alguna vez vais a Lytton en posesión de un arma, no la ocultéis, llevadla pegada con adhesivo en la frente con un cártel de neón chillón brillante que diga "Toi Armao").

Después de todo esto tuve que dirimir un altercado de Pat Morales con una parturienta que había infringido el sagrado y todopoderoso código de circulación.

En todo momento me mantuve alejado de la carretera al acercarme de espaldas al tráfico, para evitar convertirme en una mancha sobre el negro asfalto. Decidí perdonar a la parturienta, a la vista de su aparente situación crítica.

Tras este interesante altercado, inicié la patrulla por la autopista, donde detuve un compañero que estaba de servicio en un auto sin marcas por exceso de velocidad; a un sujeto de color (oscuro) en un descapotable, por lo mismo; cuidadosamente multé a un individuo que iba insolentemente despacio por la autopista: cogí su carnet y lo introduje en la computadora del coche patrulla, tras lo que tomé los datos personales y del vehículo, tras lo cual elaboré la multa dando los datos exactos y correctos que me pedía la terminal. Después le dí la dolorosa. La patrulla concluyó al encontrar un coche que avanzaba dando eses por la autopista. Tras hablar con el sujeto, le sometí a una ligera prueba de alcoholemía, con resultados desastrosos pero que confirmaron las sospechas del agente (moi). Tras encasquetarle las esposas lo introduje en el coche patrulla y lo llevé a los calabozos. Pasado el ceremonial de las armas, en los calabozos le quité las esposas, le hice pasar otro test con el cromatógrafo, entregué sus cosas en el cajón "puesto al efecto" y le acusé de conducir en estado de embriaguez declarada e insultante.

Mientras, mi esposa era asaltada por uno o varios individuos que le produjeron cortes por arma blanca en el tórax, con clara intención de matar. En mi despacho, tras empapelar al borracho, usé el teléfono para llamar al servicio de mensajes que me comunicó las malas nuevas.

Me personé en el escenario del crimen. Tras hablar con un vil periodista que me dió su tarjeta, usé mi linterna para buscar pistas. Las hallé bajo el coche, un objeto brillante que resultó ser una medalla, una estrella de cinco puntas con un número en su dorso, el 9987. Regresé a mi casa para descansar un poco antes de empezar un caso muy, muy personal.