“Lo dejo, pero mi nombre seguirá saliendo en cada competición”
Confiesa Melani Costa que lleva tiempo sin sentirse “invencible” al ponerse el bañador. Por ello, la campeona mundial aprovecha que los Trials se celebran en Mallorca, su casa, para retirarse.
La colegiada 2.173 en Fisioterapia, Melani Costa (24-04-1989), hace un paréntesis entre sus consultas y la preparación del Campeonato de España de Natación para atender a AS. Para repasar una longeva y fructífera carrera en el agua que, como ella misma avanzó en ‘Última Hora’, finalizará en estos Trials que se celebran en Son Hugo, en Palma de Mallorca. En la casa de la que fuera campeona mundial de los 400 libre en piscina corta y subcampeona en piscina olímpica en Barcelona 2013, así como de la vigente plusmarquista española del doble y cuádruple hectómetro.
“Aquí somos números; en Estados Unidos, si ganas algo ya eres un referente”, lamenta una Melani que habla bien claro sobre sus episodios más tormentosos, como los dos novenos puestos en los Juegos de Londres 2012, su relación con algunos seleccionadores, la directamente inexistente con Mireia Belmonte o la pesadilla del neumotórax que cambió su carrera y su vida. Pero también de todo lo que ha disfrutado, de su sublime experiencia en Estados Unidos, de cómo el deporte le ha “formado el cerebro”, de lo que se divertirá viendo a su paisano Hugo González y de cómo anhela combinar la fisioterapia con la natación.
¿En qué momento exacto tomó la decisión de retirarse?
Ya hacía tiempo que lo tenía pensado. Hace un año que prácticamente la tenía tomada, pero luego me dije “va, un poquito más”. Y cuando se anunció el Open en Mallorca, con lo que me cuesta entrenarme, estar en un nivel no ya óptimo sino aceptable, creí que era el momento perfecto.
¿Ha visualizado esa despedida en Son Hugo, ante su gente?
Sí, al cien por cien. Va a ser el mejor momento para que puedan venir a despedirme mi familia, mis amigos, para que pueda competir por última vez aunque salga mal, porque evidentemente no tengo opciones de ir a los Juegos, así que voy sin ninguna presión. Y será muy guay estar al lado de los compañeros que si irán a París. Me lo imagino como diciendo adiós y deseándoles mucha suerte a ellos.
¿Qué se lleva de tantos años de natación al máximo nivel?
Me llevo a la gente que he conocido y cómo el deporte me ha formado el cerebro: tener horarios, exprimir al máximo el tiempo libre, compaginarlo con los estudios… Y sé que no voy a encontrar nunca más esa adrenalina que tienes cuando las cosas te salen bien dentro del agua. Esa sensación quedará en un recuerdo porque es irrepetible, de hecho hace tiempo que no tengo esa adrenalina de ponerme el bañador y sentirme invencible. Pero, en resumen, me lo he pasado muy bien.
Y se marcha con los récords de España en 200 y 400 libre aún en su poder…
Sí. Me encanta haber puesto el listón alto, eso significa que la que consiga quitármelo es porque tiene un nivel muy bueno. Espero que la gente también lo vea como marcas a batir, ya sea a corto, medio o largo plazo. Lo dejo, pero mi nombre seguirá saliendo en los papeles cada vez que haya una competición nacional.
¿La gran espinita de su carrera fueron esos dos novenos puestos en los Juegos de Londres?
Desde luego. Eso fue durito, porque quedarte fuera una vez puedes asimilarlo. Pero fueron dos veces y ambas a un solo puesto de nadarlas. La segunda la viví en la zona de prensa, porque yo había nadado la primera semifinal, y vi cómo me quedaba a 19 centésimas. No me lo podía creer. Pero, con el paso del tiempo, también son anécdotas chulas de contar.
Así que el oro mundial en los 400 libre en piscina corta, cuatro meses después en Estambul, le sabría doblemente a gloria, ¿no?
Así es. Lo tenía muy reciente, y me propuse no quedarme otra vez fuera de una final. No sólo entré, sino que la gané. Aunque esa victoria también me hizo replantearme de qué habría sido capaz si llego a meterme en la final olímpica.
¿Y la plata del año siguiente en los Mundiales de Barcelona?
Barcelona fue lo más de lo más, por estar en casa, cómo me tuve que concentrar, lo claro que lo tenía. A mi lado estaba una máquina invencible, como se ha demostrado con los años, pero tenía clarísimo que nadie más quedaría entre ella y yo. Y así fue.
Visto con perspectiva, ¿ser subcampeona por detrás de Katie Ledecky fue casi como haber ganado?
Sí, de hecho me sentí como la mejor del mundo en 400 libre, dando paso a la máster de la natación, que es ella.
Hablando de nadadoras invencibles: cuando una se entrena en Florida, ¿una se acaba sintiendo así rodeada de medallistas olímpicos y mundiales?
Yo me fui a Estados Unidos pensando que siendo española no tendría opciones de destacar a nivel internacional. Una vez allí, me sentí como una hormiga que se metía dentro de la casa de muchas hormigas increíbles. Fue muy fácil absorberlo todo, no tenía nada que ver con lo que se hace aquí porque no es lo mismo que una persona se adapte a otras 80, que al revés. Allí no era una lucha de una contra la otra. Y, al cabo de un tiempo, el entrenador me hizo ver que yo tenía un potencial muy distinto al que le habían dicho antes de mi viaje, que me veía con medallas internacionales. Hasta que fui a Estados Unidos, yo no me creía que podía ser buena.
¿Por qué volvió entonces a España?
El seleccionador me dijo que si me quedaba en Estados Unidos no me iba a llevar a competiciones, así que me vi un poco obligada a regresar. A mi vuelta, yo quería seguir estudiando Medicina, que había empezado allí. Me matriculé en la Complutense, pero el seleccionador no me lo permitió, me dijo que si no dejaba los estudios me iba fuera de la Blume. Fue horrible. Por suerte, ahora los horarios han cambiado, pero entonces coincidían con las clases, y aun así yo lo intentaba, hasta me compré una bicicleta para ir. A los tres meses tuve que tomar la decisión. Y elegí desarrollar primero mi carrera deportiva.
Además de los horarios, ¿también han mejorado las ayudas?
Entre deporte minoritario y femenino, lo tenemos todo. Pero yo tuve suerte, porque pude aglutinar patrocinios y becas, aunque las perdí cuando me perforé el pulmón. Fue un palo gordo. Y el seleccionador de entonces tampoco me quiso ayudar, fue un despropósito. Con los estudios, desde el programa PROAD siempre me ayudaron un montón.
Se ha referido a dos seleccionadores. Siéntase libre para decir sus nombres.
No, eso ya da igual.
En cuanto a la perforación del pulmón, en 2017, ¿fueron los meses más duros de su vida?
Fue durísimo. El deportista siempre sabe que tiene un final, pero nunca se piensa que será por algo tan ‘heavy’. Y no fue por una lesión propia, sino por alguien que me lo hizo. No sabía cómo gestionarlo mentalmente, llevaba a mi psicólogo loco… más que yo (ríe). Estaba en el hospital buscando soluciones, mientras mi madre me decía que estaría conmigo a tope, y mi padre, que si hacía falta me llevaría a las competiciones en barco porque no podía ni coger aviones. Y el clasificatorio para el Mundial era una semana después del neumotórax.
Menuda frustración.
Ahí no recibí nada de apoyo, y con los años el seleccionador me intentó pedir perdón, cuando ya lo habían echado. Pero me destrozó la carrera, porque no es lo mismo que te pase algo grave con alguien detrás esperándote a que no te den ninguna oportunidad. En lugar de recuperarme con ilusión, lo hacía a sabiendas de que no me iban a llevar a ningún sitio, de que mi vida sería una mierda (sic), con perdón. Es verdad que luego conseguí volver a la Selección para hacer un Europeo más, pero ya tenía un poco de rabia dentro contra los directivos. Por suerte, eso ya se me ha pasado. Aunque al final somos números. Eso también es distinto en Estados Unidos: allí, una vez consigues algo ya eres un referente, te lo agradecen para siempre. Aquí es como que ya lo hiciste, así que ya no cuenta. A todo esto, estoy muy contenta, no quiero que esto parezca un mortuorio.
Sí recibió la Medalla de la Real Orden del Mérito Deportivo.
Sí. La de plata. De hecho, podría firmar mis e-mails con “Su señoría” (ríe). Poco uso más le veo. Pero está bien.
Un nombre que sí le doy: Rafa Huete. ¿Ha sido una de las personas más determinantes de su carrera?
Sí. He tenido la suerte de que todos los entrenadores con los que me he cruzado me han dado algo. Rafa ha sido como el principio y el fin, porque lo tuve en mis primeros Juegos y volví con él para acabar mi carrera; es muy especial como persona y como entrenador, ha sido un enorme apoyo. También han sido increíbles Jordi Murio, ‘Casti’ (José Antonio del Castillo) y, en mi última época, para irme tranquila y reencontrarme conmigo misma, Mimar Serra.
¿Ha conseguido divertirse nadando?
Sí, sí, me he divertido muchísimo. A menudo me lo tomaba como un juego contra otras nadadoras: me sentía fuerte, así que primero decidía ir lenta para ganar en el último 50. He tenido la suerte de contar con diferentes ritmos y fuerzas, y me lo he pasado muy bien. Con el entrenador también había retos.
Pregunta obligada: ¿ha sido una lástima no haber tenido una mejor relación con Mireia Belmonte?
Yo no sé de dónde sale eso, que ha sido algo recurrente. Ella siempre lo ha tenido todo de la Federación, pero nunca me he enfrentado a ella. Hemos tenido entrenadores distintos y caminos diferentes.
También balear de nacimiento, como usted, es Hugo González.
Hugo tiene un potencial increíble. Me encanta su manera de nadar, su cuerpo, su fuerza, su mentalidad. Me lo voy a pasar muy bien viéndolo en los Juegos, creo que puede lograr grandes resultados. Tengo muchas ganas de seguirle.
Como fisioterapeuta colegiada, ¿tiene previsto vincularlo también con la natación?
Estoy tratando a deportistas de muchas disciplinas: tenistas, ciclistas… Nadadores todavía tengo a pocos. Y tengo muchas ganas de entrar en la federación española como una de las fisioterapeutas, aunque sea en categorías inferiores e ir subiendo. Siento que les puedo aportar mucho más que fisioterapia, porque entenderé mucho mejor cuando me digan que les duele tal o cuál cosa.
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