La resiliencia de Carolina
Si buscamos en el diccionario de la RAE la palabra ‘resiliencia’, en su primera acepción dice: “Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. Si nos vamos a sinónimos, hay cierta variedad: resistencia, fortaleza, adaptación, superación… junto a verbos como sobreponerse o recuperarse. Traigo este vocablo de complicada pronunciación a la columna de hoy porque Guillermo Sánchez, el preparador físico de Carolina Marín, lo utiliza en diversas ocasiones para definir a la campeona olímpica de Río 2016 en su actual versión, después de haber afrontado su primera temporada completa tras su segunda lesión grave de rodilla. Carolina, que ya tiene 30 años, ha tenido que reinventarse para continuar siendo competitiva en el bádminton, ese deporte de supremacía asiática que ella puso en el mapa deportivo español, toda una pionera del Siglo XXI.
La andaluza ha cambiado varios movimientos y estrategias de juego para acoplar a la nueva Carolina, que ya no somete a sus oponentes como en su época de esplendor, aquella que le llevó al número uno, a tres oros mundiales y uno olímpico. Pese a que ya no es la rival a batir y a que otras jugadoras dominan el circuito, ha sido capaz en 2023 de volver a la final de un Campeonato del Mundo, donde se colgó la plata; a conquistar dos títulos, en Orleans y en los Juegos Europeos, y a disputar tres finales, dos en Indonesia y otra en Dinamarca. A partir de este miércoles competirá en las BWF World Tour Finals en Hangzhou (China), el equivalente a las WTA Finals del tenis, que concentra a las ocho mejores de la campaña. La española llega como quinta cabeza de serie. Nunca las ha ganado, ni siquiera en sus mejores años. Pero eso era la anterior Carolina Marín. Quizá la nueva sí pueda hacerlo. Con su resiliencia.
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