Mago Rahm: solo un 2% de los putts a 20 metros entran
El toque del vasco para ganar el BMW se emboca de media un 2% de las veces según las estadísticas del PGA. "Sigo sin creerme lo que ha pasado", asegura.
Hay un 2% de probabilidades de que un putt de 66 pies (algo más de 20 metros) lanzado en un torneo del PGA Tour entre en el hoyo. Lo lógico, dicen las estadísticas del circuito, sería que desde esa distancia sus miembros, los mejores jugadores del mundo, efectuaran dos o incluso más golpes dentro del green. No hay datos sobre las opciones de embocar un putt así para ganar un torneo de los playoffs de la FedExCup en el primer hoyo de desempate. Debería ser imposible, pero no lo es.
Ayer mismo, a eso de las 01:30 en España, Jon Rahm convirtió la quimera en realidad en un final del BMW Championship imposible de olvidar, como coincidieron en señalar todos los medios especializados. Y es que el torneo se fue al desempate con otro birdie inexplicable de Johnson desde 43 pies (unos 13 metros) en el último hoyo cuando parecía que el vasco lo tenía hecho.
De los 123.422 putts que se han tirado en ese rango en la última década del PGA, han entrado 4.191. DJ tenía un 3% de opciones de llevar la bola al hoyo. "Meto un putt increíble y viene Jon después y mete uno aún más ridículo", aseguró el número uno entre la decepción y la incredulidad sobre el verde de Olympia Fields. Rahm, tras un grito de rabia que se escuchó hasta en Barrika, acertó a soltar un "no puedo creerlo".
"Me sentí en mi salsa"
Ya en la rueda de prensa posterior, más calmado, dio explicaciones: "No tengo un método para leer los greenes que se pueda enseñar. Me guío más por sentimientos. Crecí en campos con muchas pendientes, así que disfruto con ese tipo de putts, leyéndolos y tirándolos. Me sentí en mi salsa". Por muy cómodo que esté en ese tipo de situaciones, que la bola entrara no estaba en la cabeza del vizcaíno. "Mi objetivo era dejarme un putt asequible de entre tres y seis pies, la mejor oportunidad posible", aseguró.
De hecho a mitad de parábola, en uno de los requiebros de una trayectoria indescifrable, se paró incrédulo, incapaz de procesar que la esfera se encaminaba directa hacia el agujero. Más aún con las penurias que atravesó en días anteriores, con un campo dificilísimo y un desliz el sábado, cuando levantó una bola sin marcarla en un green y recibió un golpe de penalización. "Sólo espero no perder por uno", dijo entonces. Pudo ocurrir, pero la balanza terminó cayendo de su lado. Lo que el golf le quitó se lo devolvió horas después. Y con intereses.