Kipchoge rompe la barrera de las 2 horas en maratón: 1h59:40
El keniano, de 34 años, se convirtió en Viena en el primer ser humano que baja de dos horas en 42.195 metros, la maratón. No será homologado como récord.
Fue un espectáculo. Eso es indiscutible. Eliud Kipchoge se convirtió en el hombre que derribó la gran barrera del atletismo en el siglo XXI: las dos horas en maratón. “Aterrizaje en la luna”, es como lo llamó el keniano, de 34 años, que recorrió en 1h 59:40 los 42.195 metros del circuito montado expresamente para él en el parque Prater de Viena. 4,4 vueltas de 9,6 kilómetros con mínimo desnivel, con liebres permanentes y que se relevaban, con una luz que marcaba el ritmo de récord, avituallamientos móviles… Es claro que no es una maratón al uso, pero las piernas de este atleta único e impasible corrieron a 2:50 cada 1.000 durante 42.195 metros. No será récord, pero es algo jamás visto.
Se dio la salida a las 8:15, hora puesta de manera estudiada para que Kipchoge tuviese las mejores condiciones. Siete liebres le escoltaban, cinco por delante en forma de flecha inversa (en el centro Lagat) y dos por detrás. También estrenaba Eliud un nuevo prototipo de zapatillas, de aspecto mucho más atómico a las que ya han revolucionado el mercado. Con eso, se puso en marcha. Los dos primeros kilómetros mínimamente rápidos (2:48 y 2:49), después se ajustó el tren con la línea verde fosforita de rayo láser que marcaba el sub-2:00: 14:10 los 5k. Las transiciones de los expertos atletas (Kiptanui, los Ingebrigtsen, Barega…) que marcaban el paso, también eran perfectas. 28:20, los 10 kilómetros, 42:34, los 15 y la media maratón en 59:52. Perfecto, ritmo de 1h 59:44. Medio trabajo hecho…
La maratón se empieza a correr a partir de la media, cuando los músculos se empiezan a tensar, aparecen fallos… Pero Kipchoge parece hecho de otro material. Nunca demuestra debilidad. Y en Viena tampoco lo hizo. 1h10:59 el km 25, 1h25:11 en el 30. Hasta cuando Kipchoge comienza a sufrir, parece que no lo hace. Porque su gesto de dificultad es como una sonrisa, que desafía a cualquier tipo de muro maratoniano. Kipchoge lo derriba siempre. En el 35 seguía con más de 10 segundos sobre la barrera icónica. El aterrizaje en la luna del atletismo, como denominó el propio Kipchoge. Con todo bien en el 40, ya sólo quedaba rematar en el Prater ante decenas de miles de personas, un contraste con la anterior vez que buscó este desafío en el solitario circuito de Monza (hizo 2h00:25). 1h59:40, golpes en el pecho, las liebres celebrando... Una fiesta apoteósica.
Aunque corriera a 2:50 cada kilómetro durante 42.195 metros, el registro de Kipchoge no tendrá validez como récord mundial para la Federación Internacional (IAAF), por las ‘condiciones especiales’ de liebres permanentes, avituallamientos móviles, maratón no comercial… Lo que no se podrá discutir es la proporción del hito, que cuando se visualiza y se plasma es algo desproporcionado.
Kipchoge es un atleta sin fisuras, indestructible, capaz de dar instrucciones cuando lleva más de 35 kilómetros. Un carácter forjado en el espartano campamento de Kaptagat, en el que Eliud hace exigentes entrenamientos, que combina con descanso, alimentación a base de ugali y sesiones de lecturas. Siempre parco en palabras, pero certero en su discurso: “No estoy aquí por dinero, sino por ver los límites del ser humano”.
Y aunque lo de Viena no sea récord, Kipchoge aumenta así su papel de ‘mejor maratoniano de la historia’. Tiene en maratones comerciales 11 de 12 victorias, incluida la de Berlín 2018 en la que marcó la plusmarca oficial con 2h01:39. Pero este keniano, siempre ha sido de grandes desafíos. Lo hizo en el Breaking2 de Monza en 2017 con 2h00:25 y ahora llega esta barbaridad en Viena, con 1h59:40. Un aterrizaje en la luna. Y aunque no sea de la manera más ortodoxa, es la destrucción de una gran barrera: las dos horas.