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GWANGJU 2019

El sol se pone para Cuba

Sus selecciones compiten en Gwangju con un nivel amateur mientras sus técnicos destacan "la falta de infraestructuras" y los graves "problemas económicos".

Corea del SurActualizado a
La sincro cubana.
ED JONES

España-Cuba de waterpolo femenino a las 8:30 en Gwangju. 13-1 al descanso. Miki Oca manda a sus jugadoras que defiendan en zona, una manera sutil de darle un respiro a las americanas, uno de los conjuntos más débiles de este Mundial. De hecho, ya es un milagro que se hayan clasificado teniendo en cuenta sus dificultades. “Solo tenemos tres equipos en todo el país con 40 waterpolistas seleccionables. Jugamos un campeonato al año y escogemos a las mejores. Somos un grupo joven, pero crecer así es muy difícil”, comenta su seleccionador Jorge del Valle, que ahonda en el hándicap cubano: “Tenemos problemas económicos y de infraestructuras”.

En los Juegos de Pekín, en 2008, Cuba se colgó 30 medallas olímpicas. Su récord lo estableció en Barcelona ’92 con 31. Entre ambas citas, logró 25, 29 y 27, cifras muy superiores a las de España, y eso que la isla americana solamente cuenta con una población de 12 millones de habitantes. Pero en Londres 2012 y en Río 2016 ese número ha menguado, con 15 y 11 respectivamente. Un reflejo del deterioro de un modelo deportivo que inculcó Fidel Castro en los años 60 con la ayuda soviética pero que ha languidecido. “Estamos en crisis. En Barcelona ’92 conseguimos un quinto puesto, era nuestro esplendor, pero poco a poco hemos pedido ese potencial. Sobre todo hemos declinado los deportes de equipo, tanto el waterpolo, como el voleibol o el béisbol… No hay recursos, no hay condiciones, no hay muchas opciones de competir fuera”, añade del Valle.

Una pirámide deportiva eficaz

En los años 60, el ex presidente cubano creó una pirámide deportiva con las ayudas soviéticas para detectar el talento precoz y ayudar a los deportistas a desarrollar su carrera. Para ello se construyeron un sinfín de infraestructuras y se dotaron de recursos económicos y de manutención a los atletas. Los Juegos Nacionales Escolares eran una manera de promover todos los deportes, ver en acción a los jóvenes valores y al mismo tiempo crear una fuerte identidad nacional con tal de proyectar una imagen de una Cuba sana y próspera. “Ahora hemos perdido las etapas de desarrollo. Todo se ha envejecido, también las infraestructuras. No tenemos equipos infantiles ni juveniles, no hay masa de deportistas ni competiciones”, se queja del Valle.

Carlos Ramos, saltador cubano.
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Carlos Ramos, saltador cubano.MANAN VATSYAYANA

Hubo grandes figuras cubanas como Alberto Juantorena, doble campeón olímpico de 400 y 800 metros o el boxeador Teófilo Stevenson, pasando por el saltador Javier Sotomayor o las selecciones de béisbol, voleibol y waterpolo. Precisamente, Iván Pérez, boya que jugó con España desde después de Atlanta ’96, se benefició de ese sistema. “Yo empecé jugando a baloncesto, pero con nueve años me pasé al waterpolo. Era lo lógico, mi padre fue olímpico tres veces. Recuerdo saber nadar desde siempre. Con 11 años ya me reclutaron en un centro de alto rendimiento. Allí se unían todos los talentos y teníamos todas las facilidades. Empecé a destacar con 16 ya pase a la selección”, comentó.

Iván Pérez fue testigo de esa pirámide en la que detectar al deportista con proyección era fácil y luego se revertía en resultados. Otro factor clave eran las inversiones en competiciones o los entrenamientos en otros países. “En los 80 viajábamos a competiciones internacionales. Eso era clave, porque nos permitía estar arriba. Pero cuando cayó el Muro de Berlín llegaron los problemas. Se acabó el dinero, dejamos de competir poco a poco e internamente todo decayó”, recuerda. Precisamente, Pérez a mitad de los 90 dejó su país y se quedó en España.

Para el gobierno cubano, el deporte ya no es una prioridad. Las inquietudes de los niños y el poder de la televisión han cambiado también sus hábitos. El béisbol, deporte rey en el país, ha perdido adeptos y practicantes, aunque sigue siendo mayoritario. Los niños, no obstante, empiezan a preferir comprar un balón y jugar en la calle a fútbol, un deporte que llega a sus casas a través de la pantalla y de su fuerza mediática. Y también es una cuestión de bolsillo, al ser más económico. “Se intenta buscar una solución. Cuba no tiene industria, todo lo conseguimos a base de importaciones y eso es caro. Además, se gasta mucho en salud y educación. Darle al pueblo lo mejor en estas dos áreas implica que otras se vean perjudicadas. La etapa es dura para el deporte, pero somos cubanos, y ser cubano es ser optimista”.