Fernando Carro: el cazador de pokemons que lleva a sus amigos en un Fiat
Entre sus tatuajes, uno es homenaje a su hermano Álvaro, fallecido cuando Fernando era un niño. Una historia que marcó la vida del atleta, crecido entre la calle y casa.
Fernando Carro nació en Madrid en 1992, en una familia humilde de Suanzes. “Son todos sedentarios. Yo fui la extraña excepción” cuenta el madrileño, que ahora luce flamante una medalla de 3.000 obstáculos con el mismo orgullo que sus tatuajes. Uno de ellos se lo hizo en homenaje a su hermano Álvaro, fallecido cuando Fernando era un niño. Una historia que marcó la vida del atleta, crecido entre la calle y casa. “Corría para huir de los quinquis y de los nazis”, cuenta Carro que acompañó a su hermano David a la escuela de atletismo de Suanzes a la que se apuntó para perder peso. Fernando encontró allí salida a su espíritu hiperactivo.
Deslumbrando en categorías inferiores, Carro habló con Arturo Martín, el técnico de Arturo Casado, para que le entrenase. Llegó un chaval sin control sobre su cuerpo, con el ritmo de vida cambiado, que desayunaba pizzas y era tan irregular en las sesiones como en la competición. Tenía una virtud: se dejaba todo. Con el tiempo, entre los consejos de Casado y los silencios de Martín moldearon la joya salvaje. Carro comenzó a cuidarse, perdió peso y perfeccionó su estilo. Ganó fondo y esta temporada hizo marca en 10.000, 5.000 y 3.000 obstáculos. Su pasión.
Carro tiene un Fiat azul lleno de objetos en el que lleva sus compañeros a casa tras los entrenamientos, le encanta cazar pokemons y tiene cientos de variedades en su móvil. “En Tokio quiero uno especial”. Y en sus cientos de tatuajes tiene Shenlong, el dragón de Bola de Dragón con los aros olímpicos: “Une mi infancia y mi madurez.