Mi primer 'Madrid corre por Madrid', mi primer 10K
Patricia Cazón, redactora de AS, relata su experiencia en Madrid corre por Madrid, su debut en una carrera de 10 kilómetros.Movistar Inter - Jáen en directo
Me despierto. Me tiran de la manta. "¡La carrera!". Son las 08:14 y salimos de Menéndez Pelayo a las 09:06. Yo jamás he corrido 10 kilómetros. Anoche me dormí a las 03:00, ¿o eran 03:30?, quizá eran las 04:00, muy tarde. Me costó dormir. La emoción del estreno del Wanda Metropolitano, lo que eché de menos el Calderón. La manta, el grito, "¡la carrera!". Me levanto aunque sé que no voy a ser capaz de terminarla, que será imposible, que yo jamás corrí 10 kilómetros, que hoy tampoco lo haré. Qué sueño tengo.
Madrid corre por Madrid. Me han dicho que es difícil. Que "pica" la cuesta de Gran Vía, subir la Castellana, la Calle Mayor. Difícil, ja, ¡encima! Va a ser imposible que yo la termine, ¡si corro de cuatro en cuatro kilómetros!, si cuando lo hago nunca bajo de siete minutos, si no corro cuestas (no puedo, se me sale el pulmón por la boca), si cuando me salta una canción en el iPod que me gusta me pongo a cantar como si estuviese en un concierto, si la distancia más larga que en mi vida he corrido es la Quedada Runnera de Portillo, nueve kilómetros y cuesta abajo, si tengo una lesión crónica en el piramidal izquierdo. Madrid corre por Madrid. No la voy a terminar, lo sé, pero me levanto y me pongo mi dorsal, el 9558. Me gusta. En 1958 nacieron mis padres. No me da miedo quedar la última. No da miedo porque sé que no la voy a acabar.
En realidad me levanto porque ya me he comprometido con Juanma Bellón. Porque le he dicho que la voy a correr. Juanma, mi compañero de AS, nuestro atleta, admirado amigo. Juanma y Juan, mi marido, el que ha tirado de mi manta. Estamos ya en la salida, cajón seis, los últimos, los tiempos más lentos. Cuando los que rodean empiezan a correr, que esto comienza, recuerdo a Elena, nuestra secre del AS, también runner, mediomaratoniana. Elena y su consejo: "Sal despacio, a un ritmo menor que el tuyo habitual. Sal despacio, así no te fundirás". La busco pero no la veo. La tengo en la cabeza todo el tiempo. Acabamos de llegar a Serrano. Y digo acabamos porque me siento abrazada por un montón de gente, por todos esos que corren a mi lado. No me he descolgado de ellos. No, aún no. Corro al ritmo del resto, corro, puedo, no me canso. Se me olvida que apenas he dormido. Miro mi móvil. Un kilómetro. Uno y no me ha costado. El dos es la Milla de oro. Sigo con los demás. El chico del tatuaje del ojo en la pierna, el hombre con la camiseta del Atleti, la mujer rubia que lo mismo, rojiblanca con el 8 a la espalda. Sigo, sigo. Mi móvil ya dice dos kilómetros casi tres.
Entonces la veo, la foto. La subida por el Banco de España llena de runners. Cómo corren, qué bonito verla sin coches, tomada por runners. Ellos ya han llegado, ahora lo haremos nosotros. De pronto me topo con Javi, Gandul, nuestro fotógrafo. Le hago un signo, OK. Sigo corriendo, no cuesta, es bajada. Al llegar a Cibeles giramos: no vamos por donde esos que ya subían, no. Ellos son pro, o sólo más rápidos, yo una runner que ha dejado (otra vez) de fumar. Primera cuesta. Esa leve pero continua. Castellana, hasta Colón. Siempre me paro en ellas, no puedo. Es el pulmón, son las piernas. Pero sigo, sigo, sigo, sigo, sigo. Sigo y, cuando me quiero dar cuenta estoy rodeando la rotonda de Colón y ya bajo. Bajo, bajo, bajo. Bajo, me dejo llevar. Mi móvil dice casi cuatro. ¡Casi cuatro! Increíble. Casi cuatro y no soy la última. Casi cuatro y aún no me he parado. Casi cuatro y aún puedo más. Para celebrarlo, como si supiera, mi Ipod me regala una canción de Love of Lesbian. Océanos de sed.
Llega Cibeles, el giro a Gran Vía, la subida de Banco de España, la cuesta que "pica" en las piernas. En la mitad me paro. No puedo más, no puedo de verdad. Cómo odio las cuestas. Me despido de mi marido. "Juan, sigue tú". Él corre el kilómetro a menos de cinco, bastante me acompañó ya. Me quedo sola, sola con mi música. Camino hasta casi Montera, hasta ese cartel que dice "Peluquería". "Ahí vuelvo a correr", me digo. Mi móvil dice cinco, mi ruta habitual. Cinco, pero hoy puedo más. ¿Total, qué pierdo? Antes de llegar a Callao me dan agua. La cuesta se ha convertido en bajada, corro Preciados, llego a Sol, unas mujeres detrás de una verja aplauden. Bufff. Cómo se nota. En mis orejas suenan los Smiths.
Entonces llega la calle Arenal, subida a Ópera. ¿Son seis y medio? ¿Ya llevo seis y medio? Todo lo que venga ahora es mi récord. Sigo, aunque sea en cuesta. Me paro casi al final, en esa calle que nos lleva al Palacio Real, horrible. Me quito la camiseta oficial, la azul y blanca de la carrera. Dios, cómo sudo. Necesito tirantes, aire. Mi iPod me anima con La mujer de verde de Izal. Vuelo hasta la calle Mayor. La última gran cuesta. Me paro casi al principio. Una mujer rubia, de zapatillas verdes, también. La miro y la admiro. La miro y soy ella. La miro a ella y a todos aquellos que me rodean. Ellos son yo. No les conozco pero siento un amor infinito. Están en mi guerra, la que corremos frente a esta cuesta. No ganará. No, no. Antes de llegar al viejo Ayuntamiento vuelvo a correr. El hombre del Atleti está ahí delante, la chica rubia también. Volvemos a Sol. Mi móvil dice ocho. "¡Ocho!". No me lo creo. No puede ser. Ocho sin que me duela nada. Ocho sin que me dé la lata el piramidal, ni ese inexplicable dolor en la tibia, ni el de las caderas. Ocho. Tengo que terminar este carrera. Ahora ya sí. No hay otra. Sólo me quedan dos. Madrid corre por Madrid. Yo corro por mí, y por todos aquellos que conmigo le han ganado la guerra a la cuesta de la Calle Mayor.
En la de la Carrera de San Jerónimo no me paro, no camino. Quizá sea la primera vez en mi vida que no lo hago en una subida. Que una llega y yo sigo, sigo, sigo. Al bajar hacia Cibeles, otra vez, ahora no principio de cuesta, ahora allá abajo, nos cruzamos con varios runners que suben con un plátano en la mano. Ellos ya terminaron. Ellos ya. Uno, rubio, alto, nos aplaude. Me llega al alma, me da energía, me hace pensar en Juan Mora, Juan y nuestro 42 contra 1, el reto de AS en la Maratón de Madrid, una de las mejores experiencias de mi vida.
Nueve. Estoy llegando a Neptuno. Hace nada he pasado por la meta, solo que está al otro lado. Sólo tengo que llegar a Atocha y volver. Estoy llegando a Neptuno, mi móvil dice nueve kilómetros, yo pienso en el Cholo. Bueno, más bien en lo que era el Atleti antes de él. Ese nombre. El Pupas. ¿Cómo una vez nos llamaron así? Me parece imposible, me parece tan lejos que me suena a imposible. El Pupas. Simeone lo ha borrado en seis años. Levanto el puño y Neptuno me responde con su tridente alto. Mi móvil me dice que corro a menos de siete. Me gustaría ver a Elena. Elena, gracias. Tu consejo ha sido mi oxígeno. Me pesan las piernas, ya sí, eso sí. Me pesan, pero pienso en Elena y sigo. Pienso en mi Juani y sigo. Pienso en Barrantes y sigo. Pienso en Juan Mora y sigo. Pienso en mi fisio, Carlos Justel, y sigo. Pienso en Pepo y sigo. Pienso en Bellón y sigo. Pienso en Juan de la Blanca y sigo. Pienso en mi iPod. Me quedan dos canciones hasta la meta. Pórtate bien, pienso. Me salta Recover, de Chvrches.
Al pasar Atocha y empezar a subir la última recta, para mí cuesta, me paro. En los oídos otra vez los Smiths. Necesito otra canción, otra que sea energía. No me puedo parar ahora. No. No tan cerca. Camino mientras le doy al botón de "siguiente". Otra de Chvrches, no. Esa que me gusta menos de The National, no. Disintegration. La paso, inercia, vuelvo a atrás. Los primeros compases atronan. Nana, nana, nanana. Disintegration, The Cure. Mi grupo, mi canción favorita. Esa que empecé a amar mientras sonaba en mis carreras por el Retiro. Vuelvo a correr. Que me empuje Robert Smith. Él mueve mis piernas. Él. Yo ya no puedo. Sigue Disintegration y yo corro. La primera meta, la de Powerade, se acerca a cada paso. No. No te pares. Ahora no. Lo tienes tan cerca. El final. Los 10k. No, no lo hagas. No entres caminando. No. Paso esa. Allá está la siguiente, la oficial, la de la carrera. Su minutaje dice 1:15, más unos segundos. Juani está ahí, para grabarme, cuando la cruzo. Sigue diciendo el reloj 1:15 más unos segundos que no recuerdo. Detengo mi móvil. Mi iPhone me felicita. "Tu carrera más larga". "Tu 10k más rápido". Y el primero, pienso. Mi marido me abraza. "De verás pensé que no la acababas". Pero acabé, sí. ¡A-CA-BÉ! Lo logré. Lologré, lologré, lologré, lologré, pienso. Madrid corre por Madrid, te amo, T-E-A-M-O, me gustaría gritar. Madrid corre por Madrid te amo de verás.
Cuando vuelvo a casa son las 10:30 y soy pura endorfina con piernas.
"How the end always is, how the end always is, how... the end... always is...", canta mi iPod. Como si Robert Smith lo hubiese escrito para mí.