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ATLETISMO

O'Connell: “Nuestra lucha fue sacar a la mujer de la cocina”

El misionero irlandés Colm O’Connell lleva 40 años en Kenia. Es el entrenador de David Rudisha y Wilson Kipketer. "El dopaje es nuestro demonio".

Colm O’Connell.
JEAN-PIERRE DURAND/IAAF

¿Cómo apareció usted en Iten, Kenia, en 1976?

—Salieron dos plazas para enseñar Geografía en Kenia a través de mi comunidad de Hermanos laicos de San Patricio, en Newbridge. Yo firmé una de ellas, pensaba estar aquí en Iten solo tres meses... y ya llevo 40 años.

—¿Nunca se le pasó por la cabeza volver a su Cork natal, en Irlanda?

—Ya son 40 años aquí... y esto es lo que ahora llamo mi casa o mi hogar. En 2012 fui a Dublín junto a David Rudisha, cuando me nombraron doctor honoris causa por la Dublin City University. No mucho más. Francamente, coger aviones no es algo que me guste.

—No existía un sistema técnico organizado cuando usted, Hermano Colm, vino a Kenia. Ahora se le considera creador de los ‘training camps’ o bases de entrenamiento por todo el Valle del Rift: en total tiene 120 bases... y ha entrenado a 25 campeones mundiales.

—Ciertamente, yo no había entrenado a nadie en mi vida. Llegué en unos años bastante oscuros para el atletismo de Kenia, por los sucesivos boicots a los Juegos Olímpicos (de 1976 a 1984), que arruinaron a muy buenas generaciones después de aquella tan brillante de los Juegos de 1968, en México. Hubo que anticipar y prevenir muchas cosas, pero el potencial estaba ahí. Ante el vacío de estructuras, se trataba de establecer y crear. No fue algo fácil: sobre todo, en el caso de las mujeres.

—¿Puede ser más preciso?

—Todo empezó a florecer a partir de 1986. Pero para llegar a tener grandes atletas femeninas como Sally Barsosio, Rose Cheruiyot o Lydia Cheromei, nuestra primera gran lucha fue sacar a las mujeres de la cocina. En Kenia era inusual que las mujeres se dedicaran a competir en atletismo. Hubo que convencer a la sociedad de que la mujer podía ser un activo mucho más importante para el país como deportista o competidora... antes de que estuviera confinada en una cocina.

—De alguna forma, empezaron los éxitos: y a partir de ahí...

—Yo recibí al grupo de atletas de Peter Foster. Los primeros éxitos fueron clave para que se corriera la voz y algunos, como Wilson Kipketer, vinieran aquí a St.Patrick’s. En el caso de David Rudisha, él era de etnia masai... y hasta allí se corrió la voz de lo que podíamos hacer aquí. Ahora ya tenemos a su hermano pequeño, Francis.

—¿Qué y cómo hace que gente como Kipketer o Rudisha sean tan fuera de serie?

—Yo trato de construir y moldear personas como modelos humanos, por delante de que sean grandes atletas. Mi idea es que todo vaya junto. Difícilmente va una cosa sin la otra. En el caso de Kipketer o Rudisha siempre hay algo indefinible, algo que no ves en nadie más y que no es descriptible. Tan indefinible como en los casos de Usain Bolt, Lionel Messi o Djokovic: especímenes excepcionales. De David Rudisha lo que más te asombra a fin de cuentas es su sencillez y humildad: su cercanía a la tierra.

—Ahora se les ha echado encima el problema del dopaje...

—Siempre fue un problema de Occidente: ligado a la aparición masiva del dinero en el deporte. Es nuestro demonio o tentación de hoy. Hay que saber dominarlo. Sí hay que aceptar que aquí, en Kenia, nos ha tomado tiempo para aceptar la realidad. Hemos sido lentos y por eso ha hecho daño.