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San Francisco 49ers

Los males de los San Francisco 49ers parecen no tener fin

La aplastante derrota ante Seattle ha vuelto a dejar un sabor amargo en los aficionados al que ya empiezan a acostumbrarse y que debe ser analizado.

Colin Kaepernick intenta un pase contra Seattle Seahawks durante el partido celebrado en el Levi's Stadium.
EZRA SHAWAFP

Por cuarta vez en siete partidos este año los 49ers sufrieron una apabullante derrota, mucho mayor de lo que pueda decir el marcador final de 20-3 en favor de Seattle. El encuentro tuvo un desarrollo muy similar al que protagonizaron estos mismos equipos el jueves de Acción de Gracias de la pasada temporada. Los Seahawks fueron casi desde el inicio del choque por delante en el marcador y en ningún momento se vieron amenazados.

A lo largo de esta temporada se han ido alternando buenas actuaciones de la defensa con otros días que fueron mejores para el ataque. Anoche no se puede decir que ninguna de las dos unidades tuviera una brillante actuación, más bien todo lo contrario.

Empecemos por la defensiva para ir calentando motores. No entendí en absoluto el planteamiento táctico del coordinador Eric Mangini, alineando casi constantemente a los dos safeties a quince yardas de la línea de scrimmage, eso contra un equipo cuya especialidad es correr con el balón y que no tiene su fuerte en el pase profundo. A estas alturas de sus carreras nadie confundirá a Doug Baldwin, Jermaine Kearse y Tyler Lockett con el "Greatest Show on Turf". El resultado fue una sucesión de carreras de Marshawn Lynch salpicadas por los habituales "scrambles" de Russell Wilson. En una significativa jugada, Wilson colgó literalmente un balón a Jimmy Graham 20 yardas dentro de nuestra defensa y ninguno de los safeties llegó a tiempo para anticiparse a la recepción.

Si bien es cierto que hubo acciones positivas a este lado del balón (cinco sacks, dos de ellos de un activo Aaron Lynch y dos intercepciones), la mayoría fueron más propiciadas por el oponente que por nosotros. La línea ofensiva de Seattle es un coladero y Wilson está desarrollando un mal habitual en estos casos, "happy feet". Aunque es capaz de solventar más de un lío provocado por sus compañeros, en ocasiones es el propio Wilson quien corre hacia la presión.

Pero dejemos aparcadas las "miserias" de los Seahawks para hablar de las de San Francisco, que son mucho más graves y profundas y es lo que nos toca hacer aquí. Pasamos ahora al ataque, que por tercera vez esta campaña ofreció una imagen inaceptable. Ocho primeros downs, nueve punts, cero turnovers. Estos datos reflejan un poco lo que fue el partido: una actuación minúscula mezclada con un toque de cobardía. Y es que tenemos tan asumido que no vamos a hacer nada ante Seattle que ni siquiera nos molestamos en arriesgar un poco y forzar jugadas. Dio la sensación que San Francisco jugó anoche a no perder por un resultado abultado que verdaderamente para ganar.

Llevamos todo el año aprendiendo que colocar a nuestro quarterback en shotgun no es una buena medida, pero nuestro equipo técnico ordenó 14 jugadas en esa formación por 10 debajo del center durante la decisiva primera mitad. Pero lo peor estaba por venir, con 17-0 abajo al descanso era obvio que más de un ajuste sería necesario para revertir la dinámica. Pues bien, tras doce minutos de "halftime" y un drive ofensivo de Seattle, nuestro ataque abrió la segunda mitad con tres carreras consecutivas hacia el tackle derecho. La primera generó 4 yardas, la segunda 3 y la última en 3ª y 3 resultó en una pérdida de una yarda y un fumble que por fortuna se recuperó. Pensadlo un poco, necesitando cambios drásticos en el descanso nuestro staff consideró que la mejor solución era realizar tres carreras consecutivas hacia el lado de Jordan Devey y Erik Pears. No sé vosotros pero por mi cuerpo recorren escalofríos.

Y es que podemos hablar largo y tendido del rendimiento de estos dos señores, pero no quiero gastar energía en hacerlo. No tienen nivel para más que carne de banquillo a lo sumo y semana tras semana siguen siendo parte de la alineación titular. Inexplicable que no se ponga un remedio a esta situación, buscando en los practice squad del resto de la liga, explorando un traspaso o lo que sea.

Pero como digo no pienso cebarme con estos dos hombres que están bien lejos de ser los culpables principales del desastre que estamos sufriendo una de cada dos jornadas. Y lo hago con la convicción de que hay mucha más materia prima que para generar ocho pírricos primeros downs. Antes del inicio de la liga tenía muchísimas dudas con el staff técnico de ataque y a fe que se están cumpliendo las peores previsiones. Estamos realizando números como equipo que rivalizan con los de la nefasta temporada de 2005, cuando un novato Alex Smith, Kevan Barlow, Arnaz Battle y el inmortal Billy Bajema formaban parte de la alineación titular. Inaceptable.

Si ante Minnesota, NY Giants y Baltimore se movió el balón de forma correcta no puede ser que ante Arizona, Green Bay y Seattle se bordee el ridículo. Y no me vale que estas defensas sean superiores a las primeras, esas actuaciones tan pésimas sólo podrían haber sido de recibo ante los Ravens de 2000 o los Bears de 1985. Los Cardinals limitaron a 156 yardas a San Francisco pero a 310 al siguiente en su particular Top. Lo mismo podemos decir de los Packers, 196 yardas ante los niners, 324 su siguiente mejor registro. Las 142 yardas de anoche palidecen ante las 383 que Carolina (con sus particulares carencias ofensivas) puso en el marcador de Seattle jugando en su propio estadio. Claro que podemos decir que los Bears con Jimmy Clausen se quedaron en 146 yardas con los Seahawks. Pues ahí está nuestro nivel en los días malos. Como digo, inaceptable.

Lo siento por Jim Tomsula que me parece un buen proyecto de head coach, pero empiezo a pensar que le han tocado unas cartas muy difíciles de jugar. Sin apoyo en la estrategia a nivel ofensivo (donde este equipo necesita ayuda urgente) y con el más absoluto silencio de sus superiores (sabedores de que su imagen pública cada jornada que pasa cae más en entredicho) parece destinado a ser un entrenador puente del que en su momento decidan propietario y general manager acudir como salvador.

Hasta entonces parece que seguirá tocar sufriendo con estos 49ers que de momento no están ni en fase de recarga (como más de una vez aludió el general manager Trent Baalke) ni en fase de reconstrucción. Yo más bien la calificaría como fase de destrucción.