NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

La aplastante victoria de Roger Goodell sobre Tom Brady

Roger Goodell, comisionado de la NFL, ha sido acusado en numerosas ocasiones de ser un desastre con respecto a la imagen pública que emana de la liga desde que la dirige. Con razón. Se ha pasado de frenada y se ha quedado corto, de forma alternativa, en tantos asuntos que me quedaría sin artículo si los enunciara. Pero su gestión del escándalo Deflategate es un manual de la destrucción concienzuda de su enemigo frente a la opinión pública. Goodell mantuvo los cuatro partidos de suspensión a Tom Brady, QB de los New England Patriots pero, lo que es más importante, venció ante la opinión pública. Y no sólo eso, sino que acalló todos los argumentos que ha escuchado los últimos meses. Todo lo hizo con un movimiento sagaz que ya está en la historia negra de la NFL: hizo público que Tom Brady destrozó su teléfono móvil antes de entregárselo a Ted Wells, el investigador del Deflategate.

Los hechos fueron así: en la final de la AFC de la pasada temporada los Indianapolis Colts, a instancias de los Baltimore Ravens, denunciaron que los New England Patriots estaban jugando con balones inflados por debajo del límite legal; la NFL encargó a Ted Wells que investigara el asunto; Wells concluyó en su informe que era "más probable que no" que Brady había ordenado a Jim McNally y John Jastremski, empleados de los Patriots, desinflar los balones; Goodell impuso una multa de un millón de dólares al equipo, así como la pérdida de una primera ronda del draft de 2016 y una cuarta del 2017, y cuatro partidos de suspensión a Brady; el equipo no recurrió, pero el jugador sí; en junio se produjo la audiencia de la apelación entre Goodell y Brady; ayer, el comisionado ratificó la sanción de cuatro partidos.

Durante todo este tiempo los ánimos entre los diferentes bandos han estado encendidos. Incluso los más acérrimos críticos con los Patriots, siempre envueltos en un halo de trapecistas en el límite de la ley, concedieron que el asunto en sí, el desinflado de los balones, no merecía tanta atención o escandalera, pero lo cierto es que es la gran historia del año porque ya no se trata de eso sino de la lucha de poder, del "aquí mando yo" del comisionado.

Es en este punto cuando Goodell hace público algo que sabe desde el 6 de marzo: que Tom Brady destruyó su teléfono antes de la reunión con Ted Wells, sabiendo como sabía que tenía que entrevistarse con el investigador. Se lo ha guardado para ahora porque sabe que ahora ya no hay marcha atrás y que, a estas alturas del cuento, ya nadie creerá a Brady con este hecho sobre la mesa.

Cualquiera que se pare a pensarlo se dará cuenta de que el hecho en sí no importa. Lo relevante para este caso no son los 10.000 mensajes de texto de los cuatro meses de uso de ese teléfono. No es relevante lo que Brady habla con su mujer, sus familiares, sus amigos, sus abogados, sus enemigos o, si las tuvieses, sus novias, sus traficantes de drogas favoritos o sus sicarios a sueldo. Aunque hiciese uso de todos estos últimos, cosa por supuesto disparatada para dar énfasis al argumento, no tendría nada que ver con la investigación de Wells ni con la NFL y, por lo tanto, es irrelevante. Lo único pertinente es lo que hablase con McNally y Jamstrenski... y eso ya lo tenía Wells porque tenía los teléfonos de ellos.

Sin embargo, la opinión pública siempre guardará el hecho de que Brady, para no mostrar que era culpable, destruyó el teléfono. No me entendáis mal, yo creo que el QB quería ocultar su información. Se dice que es rutina habitual de Brady el romper sus teléfonos cuando adquiere uno nuevo, pero no se hace eso en pleno proceso Deflategate. Pero eso no implica que la jugada de Goodell sea, sencillamente, un golpe a la imagen pública del jugador y no un argumento de peso para enjuiciarle.

No es el único aspecto en el que el comisionado ha vencido, por aplastamiento, en este asunto. Echemos un ojo a todo lo que se ha dicho en estos meses y en cómo ha salido Roger Goodel del atolladero.

Dejará salir de esta a los Patriots por su amistad con el dueño, Robert Kraft.

Agua. Ha sido duro hasta el extremo con ellos.

La cosa quedará en dos partidos, como mucho.

No, se ha mantenido en cuatro.

Está negociando la reducción y por eso tarda tanto en hacer pública su decisión.

Hoy publica Sports Illustrated que el comisionado no se ha reunido ni una vez para negociar el resultado de la apelación y que la única aproximación al respecto la hizo el sindicato de jugadores, a los que cerró la puerta en las narices.

Tiene miedo a que Brady recurra en los tribunales.

Tampoco. Es más, la NFL ha tomado la delantera acudiendo a un juzgado de Nueva York en anticipo de que haya recurso.

Esperará hasta la semana antes de que comience la liga para decidir porque así impide el proceso judicial.

De nuevo, error.

Los propietarios de los Colts y los Ravens le están presionando para que mantenga los cuatro partidos.

Ambos lo han negado con una rotundidad poco habitual y el periodista Sal Paolantonio, quien difundiera el rumor, hizo la ronda de radios para explicar que sólo era una opinión y que se le había malinterpretado, que no tenía información al respecto.

Desde cualquier punto de vista que se mire, Roger Goodell ha ganado esta batalla. Y la ha ganado con contundencia. Ahora el proceso, "más probable que no", se irá a los tribunales, pues Brady recurrirá si hacemos caso de las declaraciones de ayer tanto de su agente como del sindicato de jugadores, ambos muy duros con la liga. Pero ahí todo es más difuso para el aficionado y, pase lo que pase, siempre quedará una frase como resumen de todo este embrollo: Tom Brady destruyó su teléfono móvil. Y quedará porque el comisionado de la NFL ha medido los tiempos a la perfección para que esa idea tuviese la máxima fuerza posible en el momento adecuado.