AFC NORTE DESDE DENTRO

Papá, ¿Por qué somos de los Cincinnati Bengals?

¿Qué impulsa a un aficionado a seguir este deporte marginal, en ocasiones casi clandestino, y además, convertirse en fanático de un equipo perdedor?
Patriots-Eagles: Super Bowl LII en vivo

Getty Images

En su continua búsqueda de socios, los clubes de fútbol hacen cada año nuevas campañas de captación. Algunas originales, otras desafortunadas, pero pocas de ellas son recordadas pasado un tiempo. Sin embargo, en la memoria colectiva de todos nosotros permanece aquella campaña de 2001 en la que un niño le preguntaba a su padre por qué eran del Atleti. No son pocas las veces que los seguidores al football americano sufrimos crisis de fe que nos hacen cuestionarnos nuestra afición. En especial, durante algún que otro soporífero Monday Night Football a las tantas de la madrugada. “¿Por qué me gusta la NFL?”, nos preguntamos. Y peor aún si además nuestro equipo no gana. Y más grave todavía sin en nuestra locura arrastramos al abismo a nuestros más indefensos seres queridos. “¿Papá, por qué somos de los Bengals?”

En mi caso, no podré escuchar esta frase porque no tengo hijos. Tengo perro, y obviamente no me podrá hacer la pregunta que da nombre al artículo porque… es de los Steelers. Os preguntaréis cómo he llegado a esta conclusión. Para un fino observador como yo, hay detalles que no se me escapan. Esa forma de entrar en blitz al comedero cuando se lo lleno de comida, sus gruñidos cuando mancillo con mis manos mojadas las toallas amarillas que coloca mi mujer en el baño, sus mordiscos en mi rodilla cuando me enfundo mi antigua camiseta de Carson Palmer…

El perro de Antonio Magón, aficionado de los Steelers.Antonio José Sánchez Fernández

A menudo los hijos se nos parecen, que diría Serrat, pero otras veces, por suerte, no. La familia suele ser el lugar donde crecen las aficiones, y en ocasiones nos condena a seguir determinadas tendencias, más por costumbre que por propia decisión. Si viviésemos en USA, sería normal aficionarse al football, pero ¿qué motivos puede tener un latino para convertirse en seguidor de este deporte tan alejado de su cultura? Descartado el entorno familiar (al menos para los de mi generación), sólo nos queda el atractivo intrínseco de este espectáculo. Esta es su grandeza: atrapar en sus redes a incautos que por accidente cambiando de canal o por seguir el consejo de algún desaprensivo amigo, se acercan al football americano. Y hay incluso adictos que llegan a practicarlo y todo.

Una vez dado el primer paso, el segundo suele ser inevitable: elegir equipo. Lo más normal es fijarse en un equipo ganador. También es lo más fácil: habitualmente es el equipo que más retrasmiten y el que más información genera. Es comprensible por tanto el crecimiento de la nación steeler, abducida por las galopadas de Bettis, las jugadas interminables de Roethlisberger o la ferocidad de Polamalu. Los triunfos ayudan, pero sería injusto reducirlo a esto. Muchos se sienten atraídos por la idiosincrasia del equipo, reflejo de una ciudad trabajadora y sin alharacas. Igualmente puedo entender el incremento de la legión de seguidores ravens. Desde su fundación ha obtenido un continuado éxito, y su estilo de juego, tan reconocible y sobrio, también aglutina multitud de adeptos. Pero como en el caso anterior, también los habrá enamorados de la parafernalia de Lewis antes de los partidos, la animosidad incansable de su grada, o por qué no, groupies de Edgar Allan Poe (cuyo poema “el cuervo” da nombre al equipo), o incondicionales de la serie “The Wire”, que se desarrolla en Baltimore.

Lo anterior se puede aplicar a seguidores de equipos ganadores, pero ¿cómo explicar la existencia de aficionados a los Bengals o a los Browns? Dudo que quede nadie de la prodigiosa década de los 50 de Cleveland, así que tiene que haber otras razones. Hace poco leía a un aficionado Brown reconocer que no es fácil ser objeto continuo de burlas y comentarios despectivos sobre su equipo, y me identificaba totalmente con él. Tiene mérito la devoción por nuestros colores porque en el fondo sabemos que a dichos comentarios no les falta razón. Pocos equipos han sufrido tanto en su historia como los Browns. Incluso la huida de la ciudad que le acogía. Pero “Believeland” nunca perdió la fe hasta recuperar su franquicia, y lo que no te mata te hace más fuerte. Para el caso de los Bengals, cuya racha sin ganar en playoffs es la más prolongada de la liga, se trata de un misterio digno de un programa de Iker Jiménez.

¿Qué extraño sentimiento nos atrae a estos equipos? Aunque a todos nos gusta sentirnos ganadores, es fácil empatizar con el perdedor, porque en general nos es más cercano. Todos alguna vez nos hemos sentido perdedores. O víctimas de lo que consideramos alguna injusticia. Que levante la mano quien no tenga algún vicio. O quien no sienta una íntima satisfacción yendo contracorriente. Cómo resistirse al melancólico encanto del perdedor, como el que impulsa al subteniente Bevilacqua de las novelas de Lorenzo Silva a coleccionar soldados de plomo de ejércitos derrotados.

Pero os tengo que confesar un secreto. Os he mentido. Tengo que reconocer que me hice seguidor de los Bengals cuando, por extraño que os parezca ahora, jóvenes, eran los que partían la pana en la liga a finales de los 80’s. Recuerdo perfectamente aquella Super Bowl XXIII. Cuando faltando 39 segundos Montana pasó a Taylor para el TD que selló la victoria de los 49ers y me escuché gritando ¡nooo!, y despertando a mis amigos (no todos terminan enganchados, es así) supe que estaba perdido. Mi destino quedaba ligado por siempre a los Bengals. El amor no siempre es correspondido, ni mucho menos tiene una base racional. Al principio te llama la atención el casco atigrado, luego el bailecito de Ickey Woods al anotar un TD… y cuando quieres darte cuenta, has caído sin remedio. Porque os diré una cosa, no creáis que vosotros escogéis a vuestro equipo, él os elije a vosotros.

Los aficionados al football americano somos raros, admitámoslo. Difícilmente encontraremos a alguien en el bar, en el descanso entre clases, o en la máquina del café de la oficina con quien hablar de nuestro deporte favorito. Pero mientras oímos cómo despotrican contra el aburrido empate a cero de su equipo de soccer, nosotros sonreímos en nuestro interior recordando el TD en el último segundo que nos costó las ojeras que lucimos orgullosos. Sí, ser aficionado a la NFL es complicado. Y mucho más ser seguidor de equipos de la AFC Norte, cuyo juego en general, siempre condicionado por la adversa climatología, nunca será recordado como “the greatest show on mud”.

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