-¿Vuelve usted a la competición seis meses y medio después de su accidente? -Sí, por fin. Regreso en Alejandría (21 y 22 de febrero). Ha sido un camino duro, un golpe muy fuerte, pero he tenido la suerte de que las secuelas no han sido tan graves como para dejar la práctica deportiva. Llevo tres meses con preparación física, pilates… Dándome de tortas desde primeros de enero. Trabajando mucho para la vuelta.
-¿Cómo recuerda el accidente? -Por desgracia lo recuerdo todo, porque no perdí el conocimiento. En esa época estaba en mil líos: haciendo prácticas de estudios, trabajando por otro lado, entrenando… Era un poco complicado compaginar tantas cosas y tenía una moto simplemente para evitar los problemas de tráfico de Madrid…
-¿Una moto de gran cilindrada? -No, no… Una de 125. Con tantas cosas en la cabeza, a lo mejor estaba pensando en el entrenamiento de la tarde cuando no había llegado al trabajo todavía, me despisté y pasé por encima de una línea de esas que hay cuando se acaba un carril, perdí el control de la moto y me caí. No iba muy rápido, pero la moto me cayó encima. La estancia en el hospital fue muy dura.
-Cuando se pegó el golpe, ¿qué se le pasó por la cabeza? -Creí que no lo contaba, porque la sensación que tuve es que no podía respirar. Me había roto seis costillas, tenía una lumbar hundida, un edema pulmonar, se me estaban encharcando los pulmones...
-¿Hasta ese extremo lo pensó? -Sí, sí… Pero luego me dije: “No quiero acabar así”. Y por dentro estaba: ‘Venga, venga…”. Luego en la ambulancia me pusieron un sedante, se me fue pasando el dolor. Pero después me quedaba todavía la REA, porque yo allí estaba muy, muy despierto y me enteraba de todo: pasaba gente recién operada, o que acababa de tener un accidente, o que acababa de ser acuchillada… Fue un poco duro, aunque luego cuando subí a planta, ya mejor, con mis padres todo el día.
-Después de comprobar que sí lo iba a contar, llegaba otra fase: saber si podría volver a practicar deporte a alto nivel. -El problema es que yo no tenía a nadie que me pudiera decir: ‘mira, vas a volver al deporte’, o ‘mira, vas a tener que dejarlo’. Íbamos viendo. Y esa incertidumbre es horrible. Los objetivos eran semanales. Venga, ahora empiezo a caminar; ahora a nadar, ahora a correr… Y pasito a pasito, estamos ya en 2015 y todo lo malo se quedó en 2014.
-¿En qué consistió la rehabilitación? -Primero, en que soldara todo. Porque el edema pulmonar no había sido grave, no hubo neumotórax. Iba a pilates para ganar elasticidad, fortalecer las musculaturas interdorsal e intercostal… Eso me vino muy bien. Luego también hice mucha natación y mucho trabajo abdominal.
-¿Y cuándo empezó el deporte de alto nivel? -La preparación física no la empecé hasta finales de noviembre. Y el taekwondo, los combates, casi, casi en enero… El accidente fue a principios de julio, tardé casi seis meses.
-¿Se lleva alguna lección? -Sí. Hay que aprender a disfrutar los momentos. Estamos en una rutina y se nos olvida decir ‘te quiero’ a mi madre, a mi padre, a nuestros amigos… Siempre estamos con ‘ya nos tomaremos algo’, y cuando menos te lo esperas, te quedas ahí. Hay que buscar tiempo para dedicárselo a la gente que te quiere. Esa es la lección. Y, por otra parte, hacer cosas que te gusten realmente, no hacer un trabajo obligado que no te guste.
-¿Recuerda algún ejemplo especial de cariño? -Recuerdo a todo el equipo de Miguel Cardenal en la habitación, al de la asociación de deportistas… Mi entrenador y mi psicólogo estuvieron ahí todo el día. Y amigos que hacía un montón de tiempo que no veía. Y luego la cantidad increíble de mensajes que tenía en el móvil, fue impresionante. Pedí que me lo quitaran, porque yo quería contestar a todo, pero no tenía ni las ganas, ni las fuerzas.
-Estamos en año preolímpico. ¿Se ve todavía en Río? -Va a ser duro, pero me veo intentándolo. Soy un guerrero y voy a probar por todos los medios. Si no entro por ránking, hay que estar ahí para buscar la plaza en el Preolímpico. Aunque tengo que comprobar en qué nivel estoy, aún no lo sé.
-Desde las tres medallas del taekwondo en Londres 2012, el nivel español ha subido mucho con gente como Jesús Tortosa, Eva Calvo… -Hay gente que ha pegado el salto, sí… Y luego seguimos los de siempre. En España hay mucho nivel y cuando una persona empieza a salir fuera, se da cuenta de que estar ahí no es tan complicado… Si a nivel nacional puedes, también cuando sales.
-Lo malo es que a los medallistas de entonces les crece la competencia para regresar a los Juegos. -Es injusto que haya tan pocas plazas, pero yo digo que hay que intentarlo. Y si no se consigue, al menos habrá que ayudar con la experiencia de haber estado en los Juegos. Quien vaya, tendrá el camino allanado.
-¿Cómo le cambió la vida esa medalla? -Te conviertes en un icono y cuentan más contigo para hacer cosas: campañas, actos… Pero, por otro lado, hay que seguir estudiando y entrenando… Es muy, muy difícil… Pero bueno, como decimos en mi tierra, ‘al golpito’ es como uno consigue hacerlo todo: poco a poco.