Montañismo
"El himalayismo mediático comenzó con mi subida"
Araceli Segarra entró con 26 años, en 1996, en el libro de oro de las pioneras. Fue la primera española en llegar a la cima de la montaña más alta del mundo, el Everest.
Aquella ascensión me encasilló, me alejó de lo que quería ser… y además me hizo famosa”. Aquella ascensión, en 1996, era a los 8.848 metros del Everest y la protagonista, Araceli Segarra (26-3-1970), la primera española en coronar la cumbre más alta del planeta. Cumplió 26 años en la marcha de aproximación a la gran mole de piedra y hielo. Allí llegó formando parte de un grupo de montañeros que intentarían rodar el primer documental en el Everest con cámara IMAX. “Los productores esperaban ese impacto mediático. Para mí, entre otras cosas, era un trabajo”, asegura.
En aquel grupo de trabajadores se encontraba Jamling Tenzing Norgay, hijo del sherpa que, junto con el mítico Edmund Hillary, coronó por primera vez el 29 de mayo de 1953, la conocida en lengua tibetana como la Madre del Universo. Para más impacto, el intento de cumbre fue apenas dos semanas después de la tragedia que se llevó la vida de 12 personas y que Jon Krankahuer inmortalizó en su excelente Mal de altura.
Historia. Con todo ello, Araceli hizo cumbre y escribió su nombre en la historia del montañismo español. Casi 18 años después, cuenta sus vivencias en un libro (Ni tan alto ni tan difícil, editorial Bridge), en lo que espera que sea más que un relato de montaña. “A raíz de aquello empecé a dar charlas, aprendí conceptos y con el paso de los años vi que podía aportar algo. Me lo propusieron nada más bajar del Everest, pero entonces pensé: ‘¿Escribir un libro por subir y bajar una montaña? ¡Qué tontería!”.
Claro que entonces los ochomiles no tenían la repercusión que tienen ahora. “En ese momento no se daban en España tantas noticias del Himalaya. La mediatización empezó en esos años, noté cómo con aquello se empezó a mirar aquellas expediciones de otra manera”, cuenta.
Luego llegarían las carreras por subir los 14 ochomiles (Edurne Pasaban fue la primera mujer en lograrlo) y el interés de los medios por aquellas competiciones, en algunos casos polémicas: “Me enteraba por terceros, pero no me terminaban de interesar. Un gran montañero no va ligado con la altura que escale ni con la cantidad de montañas que escale. Hay que disfrutar. Y pensando en cifras es muy difícil”.
Cumbres. El Everest parece el fin de todo, pero tan sólo puede ser un principio: “Nos deslumbran con mitos como la cumbre de esa montaña. Sin embargo, existen otras en diferentes puntos del planeta con ascensos mucho más difíciles. Alcanzar una cumbre no tiene siempre el mismo mérito, depende mucho de la ruta, del modo...”.
Araceli no quiso tomar parte en competiciones: “La mejor carrera es con uno mismo y es ese el alpinismo que he continuado haciendo. No he pasado cuatro días sin pisar la montaña y no echo en falta ese reconocimiento”. Aunque la escalada la ha ido compaginando con otras actividades tan variopintas como posar como modelo, la televisión, una tienda de camisetas o ilustrando cuentos infantiles (Los viajes de Tina). Todo para alejarse de lo que se había convertido e intentar ser lo que quería ser, aunque su nombre siempre quede ligado al de la primera española que subió a la cima de la Madre del Universo.