Pekín 2008 | La Intrahistoria
72 años de la última medalla de Owens
Hoy se cumplen 72 años desde que Jesse Owens ganase su última medalla en los Juegos de Berlín en 1936. En aquella cita el espigado atleta negro consiguió cuatro preseas ante los ojos del canciller alemán, Adolf Hitler.
El 9 de agosto de 1936, domingo, se clausuraron en el Olympiastadion de Berlín los Juegos de la XI Olimpiada. Y, a las 15:15 horas de ese domingo, el juez de salida, Franz Miller, pronunció en alemán las palabras rituales: "Auf die platze", "a sus marcas", para situar en la salida a los finalistas del relevo 4X100 metros: 24 velocistas de seis países, ante 120.000 espectadores que colmaban ese estadio presidido por Adolf Hitler, canciller del III Reich. El cavernoso Olympiastadion se asemejaba a la tienda de campaña de un gran emperador. Y ahí se encontraba el mejor atleta de todos los tiempos: Jesse Owens, nieto de esclavos de Alabama recién emancipados.
Cuando Franz Miller, que se había hecho amigo de Owens, lanzó al aire cálido de Berlín la voz "Fertig", "Listos", Owens se agazapó para el tiro, que Miller disparó casi al ritmo ya adquirido junto a Jesse en las series y finales de 100 y 200 metros.
Al tiro, Owens, en la primera posta de EE UU, desgarró la pista de tierra roja, en una salida como le había enseñado Charles Riley: forma perfecta, suave, ojos en la meta, brazos en ángulo también perfecto, penetrante; pies ligeros, que apenas rozaban la pista roja, como escapando de puntillas de un demonio imaginario que le persiguiera.
A los nueve segundos y medio del "fertig", (cronometraje manual), en el hectómetro más rápido de su vida, Owens entregó el testigo a Ralph Metcalfe con dos yardas de ventaja, casi dos metros, sobre Holanda y Alemania. Foy Draper y Frank Wykoff cerraron la última carrera de los Juegos con oro para EE UU y un nuevo récord del mundo: 39.8.
Fue la última carrera de los Juegos. Fue la cuarta medalla de oro de Jesse Owens en Berlín, y la última en toda su vida: no competiría en otros Juegos Olímpicos. Fue el relevo en el que Avery Brundage, presidente del C. O. de EE UU, permitió la exclusión gratuita de dos judíos estadounidenses, Marty Glickman y Sam Stoller, para complacer a Hitler.
Pero, en el último momento de los Juegos de Berlín, de Hitler y de Leni Riefenstahl, todas las emociones asaltaron en el podio a Jesse Owens, el mejor atleta de todos los tiempos. Jesse reconoció a su amigo, el saltador alemán Lutz Long. Y, nos cuenta Jeremy Schaap, en su libro 'Triumph', cuando Jesse escuchó, también por última vez en Berlín el himno de las barras y estrellas, en lo más alto de podio, miró hacia el palco, el palco del canciller Hitler. "Y Jesse pensó que vio a Hitler saludando hacia él", cuenta Schaap. Minutos después habían terminado los Juegos de la XI Olimpiada, en Berlín. Hace hoy 72 años.