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Jan Silva, un prodigio del tenis de cuatro años
Los plazos se rebajan peligrosamente. A sus cuatro años, y con su capacidad motriz en plena formación, Jan Silva ya trabaja su tenis en una prestigiosa academia en las afueras de París. Sus padres son los 'culpables', Marcos Bagdhatis, el cómplice, y Patrick Mouratoglou, su mentor.
Jan esconde entre sus tesoros más preciados el autógrafo de su ídolo. Como cualquier chico de su edad. Algo normal si no fuera porque es un peto de bebé rubricado por Andre Agassi durante una exhibición del tenista de Las Vegas cuando el chico sólo contaba con seis meses. Esto podría explicar la pasión por el tenis de Jan, sin duda, el más precoz proyecto de jugador de la ATP a sus cuatro años. Con tres ya era un habitual del Gold River Racquet Club, donde su madre impartía clases, y con dos ya cruzaba bolas cada mañana con el top-ten James Blake, mejor dicho, con un maltratado póster del tenista americano que colgaba en la puerta de su habitación en la casa en la que vivía en Sacramento.
Pero Jan creció y Blake dejó de ser rival, por lo que hace unos meses sus padres, Scott y Mia, hicieron las maletas y se mudaron junto a sus hijos Jan, Jasmin y Kadin a Francia. Uno de los culpables del traslado ha sido el tenista chipriota Marcos Bagdhatis, que durante la celebración del torneo de Indian Wells de este año conoció al chico y convenció a sus padres para que le inscribieran en la Academia que Patrick Mouratoglou, su mentor, tiene cerca de París. La misma en la que él ingresó a los trece años.
El primer encuentro entre Patrick Mouratoglou y Jan duró hora y media, tiempo que Mouratoglou utilizó para cruzar bolas con el niño prodigio. Después, firmó la admisión de Jan en su Academia. Nick Bollettieri, gurú de la factoría de prodigios que lleva su nombre en Florida (la misma en la que Mike Agassi alistó a su hijo), no contemplaba la admisión de deportistas tan precoces. Hoy en día talla una perla canadiense de 10 años llamada Pierre Durali.
Prefiere la tierra.
Mouratoglou no sólo aceptó a Jan, también buscó ocupación a su padre, que trabajaba para el Estado de California. Jan utiliza su raqueta, una Roger Federer 26 (junior) balanceada para equilibrar el peso, para medirse a chicos de hasta 8 años. Su jornada en la Academia arranca a las nueve con una hora de peloteo con Patrick, luego juega con el preparador físico y más tarde va al ortopeda. Por la tarde visita al nutricionista, que planifica individualmente la alimentación de cada deportista. Jan alterna las ocho pistas de tierra batida y las cuatro rápidas, aunque le tira más el polvo de ladrillo.
Así es su nueva vida en Yvelines, en la prefectura de Versalles, a las afueras de París. Allí, tutelado por Mouratoglou con la complicidad de sus padres, Jan disfruta jugando al tenis y preparándose "para ganar Roland Garros". Como su ídolo, Andre Agassi, el último yankee que lo hizo. Otro niño prodigio condenado a triunfar por un padre obsesivo...