Yo digo | Jesús Mínguez
Leyenda con menos de 30 años
Tiger Woods tiene 29 años. Una edad a la que algunos comienzan a vivir de verdad, a trabajar en serio, a soñar con ser alguien. Él ha quemado etapas a una velocidad de vértigo. Menos de tres décadas le han bastado para pasar de ser un excelente deportista a rebasar la frontera de la leyenda. La leyenda en nuestra geografía seca donde los campos de golf aún despiertan recelos se llama Severiano Ballesteros, un purasangre que se vistió dos veces de verde en el Augusta National y triunfó otras tres en el Abierto Británico. Pero en la historia de este deporte hay al menos cuatro nombres que agigantan la dimensión del chico de Cypress al compararle con ellos. Tiger está empatado a nueve grandes con Ben Hogan y Gary Player, tiene por delante a Walter Hagen (once) y, cómo no, a Jack Nicklaus, que con dieciocho es el más laureado de todos los tiempos.
Ahora viene la gran pregunta: ¿será capaz Woods de voltear el palmarés del Oso Dorado? Pues camino lleva. En una edad crítica para empujar hacia arriba o irse deslizando entre contratos supersónicos, Tiger ha superado su momento más difícil. Perdió su swing, que es algo así como perderle la muerte a los toros: el triunfo se hace imposible. Se casó y se dio a la dolce vita en un crucero interminable. También como a los toreros, el amor parecía haberle quitado el sitio y el hambre. Pero no. Su lugar está entre los mitos como Nicklaus, que se puso seis veces la famosa chaqueta verde. El Tigre tiene cuatro, pero hueco en el ropero para más porque su referente consiguió la última con 46 años. Tiene por delante 17 para igualarle. Lo dijo Nicklaus cuando el chaval aún era aficionado: "Este puede ganar más Masters que Palmer y yo juntos". Ellos se llevaron diez. Y éste sabe lo que dice.