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Atletismo | Dopaje

Alarma en EE UU por el doping genético

Responsables del departamento de fisiología molecular de la Universidad de Pennsylvania aseguran que algunos deportistas han solicitado ser manipulados.

Alarma en EE UU por el doping genético

El dopaje en el deporte parece no tener límites.

Los anabolizantes, los estimulantes, la hormona del crecimiento, la EPO, el THG... Todas esas sustancias pueden ser pronto historia. Porque ya es posible fabricar superdeportistas a la carta: más veloces, más fuertes,

más resistentes. El nuevo maná se llama dopaje genético

y además es, de momento, indetectable.

Cuando han pasado sólo unos meses desde que empezaron

a caer en cadena casos de atletas, principalmente estadounidenses, dopados con el THG, un esteroide anabolizante de última generación hasta hace poco desconocido, los deportistas de este país buscan ya desesperadamente otras formas de dopaje que les asegure batir marcas y subirse al podio.

El periódico estadounidense The New York Times encendía la luz de alarma hace unos días en un amplio artículo en el que se desvelaban algunos de los trabajos que

se están llevando a cabo en algunas universidades

americanas con animales y que, aseguran, "serán

utilizados en un futuro no muy lejano, para romper

récords y mejorar el rendimiento de los atletas".

Nace como terapia. La nueva pócima mágica se llama dopaje

genético, y, como casi todos los tipos de dopaje, nació

con fi nes terapéuticos, es decir, para curar. En el departamento de fi siología molecular de la Universidad

de Pennsylvania llevan desde 1988 experimentando

con animales, con el objetivo de "desarrollar una terapia que impida que la gente se vuelva más débil con el paso del tiempo", explica Lee Sweeney, director del departamento.

Pero sus efectos milagrosos han cruzado la frontera médica y

en Pennsylvania están empezando a llover correos electrónicos de gente del deporte pidiendo ser tratados con la pócima maravillosa. "Un entrenador de fútbol

americano se dirigió a mí para que tratara a todo el equipo y le dije que no estaba disponible para los humanos y que no era seguro y si yo le ayudaba, iría a la cárcel. Creo que no entendió que esto está en proceso de investigación

o quizás no estaba ganando y se estaba jugando su puesto", relataba Sweeney. Récords estratosféricos.

Cada individuo tiene unos 30.000 genes, que son los responsables del color de la piel, los ojos, la morfología, la inteligencia, la velocidad, la agilidad, la fuerza... Está claro que el actual recórdman de los 100 metros, Tim Montgomery, nació con unos músculos con un altísimo

porcentaje de fi bras rápidas.

Pero con la ayuda genética Montgomery podría pasar de recorrer los 100 metros en 9.78 a hacerlo en 6.50, elevando la velocidad de 36,8 a 50 km/hora.

Un ciclista como Cipollini podría aumentar su velocidad en un sprint que pasaría de los 70-75 hasta los 85-90 km/hora. Se conseguiría aumentando la masa muscular de sus cuádriceps para elevar su velocidad punta. Deportistas de resistencia como los maratonianos también pueden mejorar sus registros aumentando la producción natural de la EPO en el riñón elevando, así, el nivel de oxígeno en la sangre. ¿Cómo? Inyectando un gen artificial que produce EPO natural. Así, Tergat, el poseedor del récord del mundo de maratón (2h 04:55) podría acabar los 42,195 kilómetros en menos de una hora. Increíble.

Sweeney ha dicho que si alguien decide utilizar la terapia

genética para mejorar el rendimiento no se limitará a hacer lo que ellos hacen. "La biología ya puede mejorar el rendimento de los músculos e incrementar su velocidad. Si alguien apareciera con 10 millones de dólares y nos

dijera que quiere que hagamos todo lo posible para el deporte, creo que entonces tendríamos muchas oportunidades para dejar correr nuestra imaginación", ironizó Lee Sweeney.

Superratones de laboratorio

Pennsylvania se esconden ratones con una musculatura fuera de lo común, que han experimentado unas ganancias de fuerza de un 35% en los músculos deseados. Sus investigadores han utilizado la terapia genética en estos ratones para producir elevados niveles de IGF-1, o factor 1 del crecimiento similar a la insulina, una proteína que estimula el crecimiento muscular y la recuperación.

Pero, otros experimentos realizados con monos activando

el gen de la EPO han fracasado.

Sus niveles de hematocrito se incrementaron tanto (70%, cuando el límite está en 50%), cuenta el doctor Schjerling del Centro de Investigación Muscular de Copenhague,

que hubo que diluir su sangre para que sobrevivieran.