dakar | diario de una aventura

De la Mouton a Hassen

El ‘Diario de la Aventura’ recupera su formato habitual tras dos agitados días en los que he encontrado el auténtico sentido de este viaje. La segunda semana resulta mucho más fácil de llevar que la anterior por varias razones: 1. Ya se ve cerca la luz al final del túnel. 2. La actuación de Roma permite soñar cada vez con más fuerza con la ansiada victoria española. 3. Por fin la organización me permitió subir a un helicóptero y pude conocer la carrera por dentro. 4. Y lo mejor de todo, la experiencia de completar una etapa del recorrido en un coche pilotado por Michele Mouton, que resultó tan excitante o más que el día que monté con Randy Mamola en la Yamaha biplaza de gran premio.

Pero el Dakar es un mundo de contrastes... Del lujo que supuso ir en coche con la subcampeona del mundo de rallys de 1982 pasé a subirme ayer en el camarote de los hermanos Marx. Eso, o parecido, porque los cuatro periodistas españoles que seguimos la prueba, más otros dos italianos, nos montamos en un Mercedes del año de la tana, con la luna delantera remendada con cinta adhesiva, en el que íbamos apretujados. Seis pasajeros más el conductor, Hassen Alada, que nos debía llevar al final de la especial. El control horario estaba a cuatro kilómetros de la sala de prensa y Hassen, muy convencido, dijo que él sabía dónde se encontraba. Se perdió, dio un rodeo de 20 kilómetros y se atrevió a dejar la carretera para atajar por el desierto.

Los bajos del coche iban haciendo tope con la arena y ahí no había ningún futuro. Se pegaron a nosotros unos turistas con un pick up Mitsubishi en condiciones y me subí allí junto al fotógrafo italiano para llegar a tiempo de hablar con Nani en el campamento.

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