Bendita y maldita tecnología

Octava jornada de carrera y segunda en Mauritania, exactamente en Tidjikja, zona subsahariana. Hace varios días que vengo pensando que el teléfono móvil va a dejar de funcionar y, sorprendentemente, aún sirve y a tope de cobertura para comunicarme con España. No hay día que pase sin que me acuerde de Graham Bell, el inventor del teléfono, y me pregunte cómo es posible que estando en tan inhóspito paraje africano mis textos lleguen a la redacción de AS en menos de tres segundos. Los veteranos aseguran que hace años había que aguantar colas de dos horas para cantar por teléfono la crónica redactada en una máquina de escribir... ¡Bendita tecnología! Pero también maldita, porque en ocasiones es muy caprichosa.

Me explico. Por primera vez hemos padecido en el campamento una tormenta de arena de las de verdad y ha causado estragos en la maquinaria. Nos hemos protegido con gafas de ventisca, pañuelos a modo de turbante y los teclados del ordenador con papel de cocina transparente, pero ya ha habido víctimas.

A un compañero se le ha muerto la pantalla del ordenador y está a la espera de que le envíen otro portátil de reemplazo. Otro ha perdido la cámara, ‘Error en el sistema’, dice la condenada. Y yo he rozado la tragedia en un par de ocasiones pero, de momento, todavía funciona todo con relativa normalidad. Ojalá que aguante así...

Espero que en todo esto no tenga nada que ver el cementerio que hay al lado de la sala de prensa. Está ahí desde los años 50, a partir de que se estrellara un avión del ejército egipcio.

Posdata: La arena del desierto es como la de la playa, fina, incómoda y se cuela por todas partes.

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