Un sueño que se convierte en realidad

De niño soñaba correr un día el Dakar, en moto, imagino. A medida que pasaban los años, entendí que eso no iba a ser posible y me propuse hacerlo al menos como periodista. Ahora ha llegado la oportunidad de formar parte de la prueba más dura del mundo cubriendo la información para AS. ¡Qué bien! O quizá no tanto...

Los aventureros son los que corren, eso está claro, pero muchos son los agoreros que nos vaticinan una buena paliza por delante a los periodistas. Una ventaja ha sido tomar las uvas en casa y evitar el trámite de Francia, para llegar con más energías a la hora de la verdad, el momento de pisar África saliendo desde Castellón.

Ser novato en esta prueba tiene la ventaja de que todo te divierte y llama la atención, aunque hay que procurar no dar la nota. Lo primero es intentar cumplir las normas de logística, lo que ha derivado en una odisea para conseguir que entrara el equipaje en la única bolsa de viaje. La mochila no puede exceder los 30 kilos, ni medir más de 80 cm de alto por 30 de ancho y hay que apañárselas para que quepa todo el material de camping (tienda, saco y colchoneta) porque muchos días dormiremos a la intemperie. Metiéndolo a presión ha entrado todo, aunque otra cosa será cuando haya que montar y desmontar en medio del desierto. Creo que la solución pasa por no acumular ropa sucia. Vamos, tirar de material de derribo para ir descargando peso. Las otras preocupaciones son las pocas horas de sueño que habrá para coger cada avión; la falta de higiene, sin retretes ni duchas a diario; y la incógnita de la comida, aunque eso puede ser bueno para bajar peso, que falta hace...

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