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Entrevista Manolo Santana

"España descubrió el tenis por la Copa Davis"

España ha vuelto a Australia, 36 años después, para disputar su tercera final de la Copa Davis en este país. Las dos anteriores, las de 1965 y 1967, estaban lideradas por un hombre, Manolo Santana, que lo ha sido todo para el tenis español. Junto a Juan Gisbert, José Luis Arilla, Juan Couder y Manolo Orantes, Santana hizo vibrar a la España en blanco y negro, pese a perder las dos finales por 4-1. Gracias a sus hazañas, España descubrió el tenis.

Manolo Santana.

Treintaiséis años después, España vuelve a vérselas en Australia ante los australianos en la final de la Copa Davis. Por cierto, ¿sabe usted que protagonizó la primera portada de la historia del diario AS el 6 de diciembre de 1967?

—Venía de ganar en Johannesburgo en el quinto punto, como siempre (ríe). Fui el héroe de aquella semifinal y me recibieron en el aeropuerto como tal. Esto fue a primeros de diciembre. Luego nos fuimos a jugar el campeonato de Europa por equipos en pista cubierta (Estocolmo) y luego fuimos a Brisbane, a disputar nuestra segunda final.

¿Tan popular era usted?

—En 1965, yo había ganado ya dos Roland Garros y la gente no sabía lo que era Roland Garros, no tenía ni idea. En realidad, el tenis se dio a conocer en España por la Copa Davis.

¿Y cómo fue el viaje que hicieron ustedes hasta Australia? ¿Tuvieron que enfrentarse al jet-lag?

—¡Uy, qué va! Nosotros habíamos ido ya a Estados Unidos ochenta veces, yo había estado en la India... De jet-lag, nada. Todo lo contrario. El mejor viaje fue el de la primera final, en 1965. Salimos varias semanas antes desde Barcelona, hicimos parada en Londres, luego nos dirigimos a Los Ángeles, donde estuvimos tres días y jugamos contra Estados Unidos. De ahí nos fuimos a Tahití. Allí estuvimos otros tres días y disputamos varios partidos de exhibición. Después aterrizamos en las islas Fidji y nos quedamos tres días. Nos lo pasamos fenomenal... (no entra en detalles). Al final, llegamos a Australia el 5 de diciembre y empezamos a jugar el 26 de diciembre. Así que estuvimos 21 días antes de disputar la final.

¿Qué experiencias le marcaron más de esos viajes alrededor del mundo?

—Es curioso, pero cuando viajábamos fuera me llamaban fascista. Y es que íbamos a países donde no entendían que viviéramos en una dictadura. Nosotros los deportistas éramos los embajadores de España. El Real Madrid en el fútbol y nosotros en el tenis. A mí particularmente siempre me ha interesado mucho la política. La posibilidad de poder estar con jefes de Estado y con gente realmente importante me daba la oportunidad de aprender y ver lo que ocurría a mi alrededor. Yo he estado con Robert Kennedy en Nueva York, cuando gané el US Open. La conversación que tuve con él fue para mí muy gratificante porque era un hombre al que le gustaba mucho España pero que no entendía la política de aquí. Me explicó lo bueno que era vivir en una democracia y totalmente libre. Estar con él fue muy importante para mí.

¿Y de Australia, qué recuerda con más cariño de aquellas dos finales?

—Sin lugar a dudas, el ambiente que se creó gracias al apoyo de los emigrantes españoles. Desde España se hizo una colecta a través del programa de radio Ustedes son formidables de Alberto Oliveras para que pudieran ir a ver la Copa Davis los emigrantes españoles que vivían en Australia. Con ese dinero se les compró bufandas, banderines... La gente estaba como loca. En la Casa de España se hizo una reunión muy importante para explicar a la gente que el tenis era diferente al fútbol, que había una ética deportiva —que hoy en día ya no existe— y que consistía en que nunca se aplaudían los fallos del contrario. Era lógico porque ellos lo que conocían era el fútbol, el deporte rey.

Hablando de deporte rey, ¿en aquella época usted paseaba en el tenis el escudo del Real Madrid?

—Acababa de volver a fichar por el Real Madrid, porque yo siempre había jugado por el Real Madrid hasta que en el año 1962 me fui a Barcelona a jugar por el Tenis de Barcelona y en 1965 volví a fichar de nuevo por el Real Madrid y eso trajo una polémica tremenda porque se decía que yo me había hecho en Barcelona. Don Santiago Bernabéu viajó a Sydney con su mujer para apoyarme en nombre del Real Madrid y aunque don Santiago sabía de tenis lo que yo de toros, la verdad es que me hizo mucha ilusión que viniera.

¿Hubo más personalidades de aquella época apoyándoles?

—Estuvo Juan Antonio Samaranch, que entonces era el Delegado de Deportes de Cataluña. Con Samaranch siempre he tenido una relación muy cercana. Él siempre vio el tenis como uno de los deportes que podían funcionar muy bien en España y lo apoyó muchísimo.

¿Allí, en aquella primera final de 1965, dice usted que disputó ante Emerson el mejor partido de su vida?

—Sin duda. Este partido se jugó en unos momentos en que se estaba dudando sobre quién era el número uno del mundo: él venía de ganar Wimbledon y yo el Open de Estados Unidos. Anteriormente, yo había ganado dos Roland Garros, pero en el mundo anglosajón no me consideraban porque decían que la tierra era un juego para los europeos. Tuve que sacrificar Roland Garros para demostrarme a mí mismo y a esa gente de que podía ganar en hierba. Ganar Wimbledon, un año después, me costó 1.200.000 pesetas de las de entonces porque estuve un mes en Inglaterra preparando el torneo. Fui a Australia convencido de que podía ganar mis partidos. Que ganase a Emerson, pese a que estaba la eliminatoria decidida, se consideró un triunfo impresionante. Los seguidores españoles se desbordaron y saltaron a la pista con las panderetas, los pañuelos y las guitarras... y se pusieron a bailar. Y claro, para un australiano que le pisen la pista de hierba es como que a un indio le coman una vaca en pleno Nueva Delhi. Pero lo entendieron.

A propósito de la hierba, esta superficie siempre ha sido la asignatura española de los españoles, ¿no es así?

—A los españoles siempre se les ha dado la hierba peor. A todos... menos a Manolo Santana, que ganó Wimbledon y el Open de Estados Unidos en hierba. Lo que les ocurre ahora a los nuestros es que están muy mentalizados todavía de que juegan en todo tipo de pistas... menos en la hierba. Pero este año Ferrero, tras ganar Roland Garros, ha llegado a la final del US Open, con lo cual el ejemplo de Ferrero espero que lo puedan seguir las nuevas generaciones. Los últimos campeones de Roland Garros iban a Wimbledon por cumplir el expediente.

Ustedes jugaron en plenas Navidades, ¿no se le hizo duro vivirlas lejos de su familia?

—Las dos Navidades, las de 1965 y 1967, estuvimos en Australia y lo pasamos fenomenal. Yo además, con Emerson tenía una gran relación. Ha sido mi íntimo amigo tanto dentro como fuera de la pista. Tanto es así que nosotros jugamos en 1967 el día 26 y la víspera la pase cenando en su casa y celebrando la Pascua con su mujer y sus hijos, previo permiso de Bartrolí, claro.

Háganos una comparación entre el equipo de Australia de entonces y el de ahora, ¿quiénes eran mejores?

—Eran mejores los de entonces, porque eran jugadores natos de hierba, de saque y volea. En las superficies en general, excepto en las de hierba, los de ahora son iguales o mejores, pero los de mi época en hierba eran unos especialistas tremendos. Además tenían una ventaja que es que ellos jugaban nada más que una eliminatoria al año, por se los ganadores del año anterior. ¡La tenían chupada, por eso ganaron tantos años!

¿Y entre el equipo español de entonces y el de ahora?

—No nos parecemos. El de ahora es un equipo mucho más compacto. Ojalá yo hubiera tenido unos compañeros como los que tienen ahora porque en el año 65, y yo no tengo falsa modestia, tenía que ganar yo los tres partidos, porque Gisbert era imposible que ganase a los australianos, como así ocurrió. Entonces, cuando perdí el primer contra Stolle después de jugar seis horas, entonces me dije: la eliminatoria se ha perdido. Emerson ganó muy fácil a Gisbert y nos ganaron el doble.

¿Les ha dado algún consejo a La Armada para esta final?

—He intentado inculcarles que lo que tienen que pensar es que si Francia ganó en 2001 allí, nosotros, que somos mejores, con más razón. La hierba no es excusa. Es para todos igual.

¿Qué jugador australiano le parece más peligroso?

—Philippoussis porque saca y volea constantemente. Es un pegador, aunque Feliciano juega exactamente igual... Pero Philippoussis ha ganado muchas cosas y a Feliciano le queda mucho por demostrar. A lo mejor, después de los entrenamientos, si deciden que juegue, igual les da resultado.

Y a Feliciano, ¿cómo le ve en su debut?

—La ilusión de un jugador tan joven como Feliciano no deja de ser un estímulo. ¿Un estímulo que hacía falta? No lo sé. Para eso están los técnicos. Ellos lo han decidido así, decisión que aunque yo no comparto, respeto. Pero, claro, se ha jugado todo el año con un equipo... Y además en los dos últimos años han cambiado de pareja hasta tres veces. Y ahora Feliciano López y Álex Corretja... que no sé si han ganado juntos algún partido. Si no es así, ojalá lo ganen en Australia. Pero, claro, eso es una improvisación un poco forzada, en una situación que desconozco. Espero que salga bien y que sirva para que los nuestros acaben conquistando finalmente la Ensaladera.