La profecía del taxista

Primera | Zaragoza

La profecía del taxista

El taxista de Buenos Aires era un visionario. Ni bien supo que veníamos de Zaragoza abrió fuego: "Aaah, Milito... ¿Lo vieron jugar? ¡Pero es un jugadorazo!". Y sin más, mientras le daba a la teclita del reloj -ese artilugio que en España, con afán anglosajón, llamamos taxímetro-, tomó por Alvear y anunció, como si no dijera nada: "El día que juegue contra Ronaldo le va a sacar todas. ¡Y guarda que no lo suba a un muro de alguna trompada...!". Era el pasado verano. Acabábamos de ver a Les Luthiers en el Teatro Coliseo de la capital argentina, o sea que traíamos la caja partida por el medio de tanto reír. Pero el tipo era un visionario, un sabio: aquel tachero era de no creer. En el largo camino hasta el 1.300 de Avenida Santa Fe comprendimos que su cabeza estaba vacía de fronteras, literalmente (...).

Esa misma convicción en el juego del Mariscal y en la atrocidad cometida por el Real Madrid al despacharlo la mostraron varios dependientes de tiendas de ropa deportiva, tres hippies que exponían cuadros en las mañanas de los sábados en Plaza Francia, el guardia jurado de la Recoleta que nos indicó cómo llegar a la tumba de Evita, un joven que oficiaba de mozo tras la barra de una despendolada fiesta de estudiantes (...), el del kiosko de los diarios, varios camareros en distintos establecimientos, un botones en el hotel de Península Valdés y el guía naturista que nos explicó por qué las ballenas francas se reúnen en la playa del Doradillo. Y desde luego, todos los taxistas. (Todos no. Hubo uno (...), también italiano, loco por el automovilismo y que hinchaba por Ferrari. Podría haber sido el amigo grandote de Joe Pesci en Goodfellas. Otro, aún más increíble, confesó que no le gustaba el fútbol. (Se confirma, pues, que hay al menos una persona en toda la Argentina a la que no le importa la pelota...).

Pero al que nos ocupaba más arriba, sí. a pesar de su admiración por Milito, no era hincha de Independiente, no. Eso no es extraño. Para empezar, los taxistas nunca declaran de primeras su devoción. Es una táctica acabadísima. Usted les pregunta de qué equipo son e, invariablemente, la respuesta es esta: "Del mejor equipo del mundo". Y se callan sin decir el nombre (...).

Me parece recordar que aquel apoyaba a Estudiantes. Podría ser, porque estaba tan loco como Bilardo y Verón juntos... Cuando enfilaba las últimas rectas de la avenida, esquivando autos de carril a carril, nos contó su gran ocurrencia: construir un subterráneo desde Buenos Aires hasta Bariloche, el centro invernal de vacaciones por excelencia de Argentina, la Suiza de los Andes. Le hicimos notar algo que no ignoraba: la distancia entre un lugar y otro es como de 2.000 kilómetros. Su contestación aún me da vueltas en la cabeza: "¿Y? Piensen en el metro... Seguro que al tipo al que hace 150 años se le ocurrió que los trenes corrieran bajo las ciudades le dirían loco. Y ahora ve... un éxito. Además -dijo-, cada 100 kilómetros podríamos montar centros comerciales donde se vendiera nafta y columpios para los pibes". Ahí paró el reloj. Habíamos llegado. Si la realidad tiene forma de espejo, como nos gustaría pensar, ese taxista le contará hoy a un cliente que Milito cumplió la profecía que él le hizo a unos españoles. Le confirmo desde acá: "Maestro, el Gaby se las sacó todas a Ronaldo. Cuando lo vi arrojarse al suelo para impedirle un gol, pensé que lo subiría al alero de una trompada".