La suerte de Sainz también es buena

A Carlos Sainz se le paró el coche y eso es mala suerte. Se le paró en un tramo donde había espectadores y eso es buena suerte, porque le empujaron el coche, arrancó y pudo acabar séptimo. Dos puntitos que le vienen muy bien, pues sigue dependiendo de sí mismo para ganar el Mundial. Se le para el coche en una zona sin público, o quizá en otro país, y tendría que haber abandonado. Entonces estaría a dos puntos de Loeb, y eso significaría que ni ganándole en Inglaterra sería campeón si el francés acabase segundo, porque el desempate se resuelve a victorias parciales (1-3).

La suerte es algo innato a los rallys, porque se disputan en circuitos abiertos, con carreteras o pistas muy irregulares, lo que aumenta la posibilidad de contratiempos. La mecánica de los coches también está más expuesta y por eso son frecuentes las averías. Cuando un piloto ve alterada su carrera por estas circunstancias tiene mala suerte, que se convierte en buena para sus rivales. Siendo un hecho la gran influencia que ejerce la suerte en los rallys, la buena o la mala no puede ser patrimonio de nadie. Al final se reparte y gana quien gana: el mejor piloto y el mejor coche.

Sainz (dos veces campeón del mundo) está entre los mejores pilotos y Citroën, entre los mejores coches (lider por equipos). Combinación perfecta para ganar el Mundial. Si lo gana o pierde será por sus aciertos (hizo muy bien los tramos del primer día) o por sus errores (se equivocó en la elección de reglajes el segundo), pero nunca por la suerte. Si fue mala al parársele el coche, también se benefició del abandono de Burns y de la avería de Loeb que le restó dos puntos. Prueba de que la suerte se reparte, es que Sainz, Loeb y Solberg tienen las mismas posibilidades de ganar. Quien lo haga en Inglaterra, campeón.

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