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Peachyy Danny

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Hace apenas tan sólo unos días recorría la "Karakorum Highway" (autopista del Karakorum), pomposo nombre para un camino dudosamente asfaltado siempre expuesto a aludes, desprendimientos y demás desgracias geológicas o meteorológicas propias de esta región norteña de Pakistán, donde ahora me encuentro. Esta región, que limita con Afganistán, está sufriendo un alarmante y peligroso proceso de talibanización a manos de clérigos musulmanes, los mulás, del que no se habla intuyo que debido a que ahora toca hablar tan sólo de Irak. Ambos países se comunican a través de pasos entre montañas como el Khyber, donde el ejército colonial británico libró grandes batallas y sufrió severas derrotas en el siglo XIX.

En ese lugar vivieron una de sus primeras aventuras bélicas un par de soldados de su majestad de los que siempre me acuerdo cuando recorro esta tierra. No los encontrará en los libros de historia. Viven para siempre en los fabulosos territorios de la leyenda, donde nacieron. Se trata de Peachy Carnehan y Danny Dravot. Quien primero los imaginó fue el premio Nobel de literatura Rudyard Kipling para convertir a estos dos buscavidas de irresistible encanto en protagonistas de su maravilloso relato "El hombre que pudo reinar". Luego, el talento de John Huston, Sean Connery y Michael Caine les insufló vida en la pantalla, que pocas veces ha sido más grande acogiendo sus aventuras mientras luchaban por convertirse en reyes, siguiendo las huellas de Alejandro Magno, o Sikander como es conocido en este rincón del mundo, quien conquistó estas tierras 300 años antes de Cristo. La película de Huston (un proyecto que acarició durante décadas) se convirtió en la cumbre del espíritu aventurero del director y una nueva incursión suya en el terreno de los personajes perdedores y desengañados que se alimentan de ilusiones y de dignidad.

En efecto, Peachy y Danny fueron unos perdedores, pero jamás unos fracasados. Perdieron sí; pero porque se atrevieron a intentarlo. Aquella pareja de chiflados rufianes diestros en todo tipo de estafas arrostraron peligros, cruzaron cordilleras y libraron batallas para ser reyes de Kafiristán tan sólo unas pocas horas. Sin embargo, como dice Peachy en un momento de la película: "No me cambiaría ni por el mismo Virrey de la India si a cambio tuviera que olvidar mis recuerdos".

Este tesoro intangible es el que más podemos envidiar. Porque ellos encarnan el meritorio logro que Kipling describió en los versos finales de su famoso poema "Si": "Si llenas un minuto envidiable y cierto,/ de sesenta segundos que te lleven al cielo..../ Todo lo de esta tierra, será de tu dominio,/ y mucho mas aún,/ serás hombre, hijo mío."