Como una paella para Robinson en una isla desierta

Corren tiempos en el que las islas desiertas y los robinsones están de moda en televisión. Hasta hace poco, una cadena privada de televisión reunió en un islote paradisíaco a un grupo de personas de la farándula nacional. Su objetivo no era otro que sobrevivir. Pese a que todo indicaba ser un montaje de la telebasura que nos inunda día tras día, los protagonistas mostraban rostros de sufrimiento y de estar pasándolo muy mal. Ayer, sin ir más lejos, las caras que se podían ver en la grada del Estadi Olímpic apenas tenían nada que ver con todo esto. Bueno sí. La del sufrimiento. Por fin, después de seis temporadas aguantando las mil y una, los socios y simpatizantes del Espanyol comenzaban a ver más cerca su sueño. Una casa. Un recinto cien por cien españolista. Un lugar en el que sí que se sentirán identificados. Una plaza en la que respirará blanquiazul por los cuatro costados. Cornellà-El Prat es, para más de uno, como una paella para un Robinson desesperado en una isla desierta.

"Ya era hora. Desde el primer día que demolieron Sarrià los dirigentes deberían haberse movido para darnos nuestro espacio. Nuestra casa. Será como un plato de comida caliente para una persona muerta de hambre. Estoy loco de felicidad, a la vez que ansío ver como se llena de contenido un espacio", explicaba el socio 2461, Óscar Barbarán, mientras Espanyol y Lazio jugaban a nada en el césped del Olímpic. A su lado, muy cerca de él, la familia Cuatrecasas sufrían porque los italianos no marcaran. "Vamos Maxi", rezaban en voz baja, una vez que el rosarino buscaba la portería romana con insistencia. "La idea me parece sensacional. Mejor imposible", aseguraba el padre, Lluís. El hijo, Oriol, no se cortó al disparar con bala contra un objetivo común del españolismo de grada; Joan Clos, alcalde de Barcelona. "Es el verdadero culpable de todo esto. Nos sentimos muy maltratados por él, aunque el concejal de deportes, Albert Batlle, siempre ha venido al palco de Montjuïc. Pienso que Clos y compañía se han vengado de la dura recalificación de lo que siempre será nuestra casa, Sarrià".

Proximidad.Uno de los aspectos que más gusta del proyecto Gasulla-Fenwick es ver que en el nuevo estadio, los aficionados estarán cerca de los jugadores. Les atrae. Manuel Halcón, simpatizante españolista, aseguraba que eso hará que nos se escapen tantos puntos como en Montjuïc. "Si los jugadores se sienten arropados y desde la grada el rival se siente intimidado, el equipo sumará más puntos que aquí, donde siempre sobró la pista de atletismo". Otra que opinaba igual era María Jesús Sánchez, inseparable del mítico empleado del club, Pedrito Tomás. Perica y futbolera desde siempre, la seguidora, enfundada con un impermeable que visten los jugadores profesionales apuntaba que "Montjuïc es muy frío. La gente no se siente identificado con este estadio. Por lo que pudimos ver en las maquetas, en Cornellà se verá bien el fútbol".

Lo más visto

Más noticias