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El Currobetis de siempre

Existe un Betis esperanzador. Destila verdiblanco, pasea grandeza y enorgullece a sus sufridos aficionados. De esos ha habido algunos: el de la Copa del Rey del 77; el que mandó a mediados de los 80 con Hadzibegic y Calderón, el que sorprendió con Serra Ferrer, Aquino, Cuéllar, Finidi, Alfonso... Nos referimos al comúnmente conocido (y por casi todos desconocido) como Eurobetis.

Esta campaña reconocimos ese Eurobetis en Riazor, en el 3-0 al Barcelona en Huelva, en el paseo militar de Zizkov. Fue un espejismo. El de ahora es más tópico, más regular por irregular. Más Betis, al fin y al cabo. Ya no nos fijamos en el verdiblanco del escudo, sino que contamos las barras que lo conforman: 13, mal fario.

Ocurrió con Griguol, en la promoción contra el Tenerife, meses después de ganar la Copa del Rey y después de la guerra. Cuando vienen mal dadas, el Eurobetis, como el Doctor Jekyll y Mr. Hyde, se convierte en... el Currobetis. Un ¿equipo? al que la falta de gol, la defensa, la indolencia y las lesiones han flagelado y sufre la peor condena: mirar el trasero del eterno rival. Lo de Denilson y Assunçao ha sido la gota que acaba de colmar el vaso. Sólo queda rezar. Este Betis no está hecho para Europa. Es más CurroBetis que nunca.