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Uno se imagina cosas raras y no encuentra explicaciones lógicas (dentro de la poca ciencia que tiene esto del fútbol) para describir lo que le está pasando al Betis. Más allá de los malos resultados, de los mil goles que se pierden en tonterías, este equipo parece una banda desquiciada, como Jack Nicholson y sus coleguis colgados de la tronchante Alguien voló sobre el nido del cuco. Sólo que esta locura, al menos para los béticos, no tiene ninguna gracia, y que aquí no va a haber Oscars que valgan.

Cómo se puede explicar, si no, que a Ito se le vaya la mano en una balón sin peligro, de espaldas a la portería? ¿Que Joaquín se tire en boca de gol cuando tiene a Fernando para empujarla? ¿Que Melli y Arzu se hagan un lío en la jugada del empate? Se podrían enumerar un montón de locuras, pero todas tienen su fundamento, una raíz que está dentro del vestuario y que sería dura de desenterrar sin pruebas y sin dañar a gente que no se lo merece.

Priman ahora el silencio y la reflexión. Que cada cual asuma sus responsabilidades, pero que se fije un objetivo mínimo, y no hablo de UEFA. Que todos (y todos son todos) piensen que por encima de ellos hay un equipo con 96 años de historia y 40.000 almas con carnet. Que esto no se convierta en un manicomio.