NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Creer que Ronaldo iba a eludir su compromiso con la historia era un ejercicio de incredulidad reprobable. Ronie, como explicaba ayer su compatriota Roberto Carlos en AS, ha tardado en comprender el peso de esta camiseta y de este escudo centenario. Pero él sabía que ante el animoso Olimpia de Asunción y en este estadio talismán del que Florentino debería hacer una réplica y llevársela a Madrid para que su joya carioca se hinchase a meter goles cada fin de semana, no podía fallarle al madridismo militante. Ronaldo metió su gol de la final del Mundial ante Alemania. Abajo y pegado al palo. Como mandan los cánones rematadores. Además, dejó dos joyas de las suyas, con desborde, regate y lujazos. Ronie, el Balón de Oro es tuyo. Eso sí, ya le estas dando las gracias a tu compatriota Roberto Carlos, que te dio una asistencia que llevaba en bandeja el trofeo que él se merecía antes que nadie.

Al Madrid le reprocharán sus excesos de florituras y su peligroso toque-toque. Odiosos pragmáticos. Eso es fútbol en estado puro. Espectáculo, arte y tauromaquia con el balón en los pies. Cada gesto, cada pared sin mirar y cada finta mágica tenían el mismo eco del pueblo nipón: "Ooooohhh". La realidad incuestionable es que de Japón el mejor equipo de este mundo se lleva su tercera Intercontinental y que con Ronaldo, Zizou, Roberto Carlos, Raúl, Figo (Luis, chico, estás que te sales), O Rei Casillas y Guti, ha fabricado un equipo que entrará en esa pasarela reservada para el Madrid de los 50, el Benfica y el Inter de los 60, el Ajax de los 70 y el Milán de los 80. En Asia se extiende como el aceite una sábana blanca envuelta en un fútbol de otra dimensión que tiene enamorada a esta buena gente. No hay duda. El Real Madrid es el mejor equipo de la Tierra. White power.