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Iván, yo te entiendo

He dejado que pasen las horas para que se apague el fuego que me abrasa por dentro, pero la ira desatada que me tiene ensangrentados los ojos tardará en apaciguar el calentón que llevo. Claro que se puede caer en cuartos (es nuestra habitual ‘cota Everest’ en los Mundiales), pero no soy de los que aplaudo al ladrón cuando le sorprendo en mi casa llevándose el vídeo del Buitre en Querétaro y mis camisetas firmadas de Juanito y Zidane. Todavía me pregunto de qué demonios se reía el tal Gandúl (traducción libre de Al-Ghandour) cuando al final de la farsa se le acercaron Helguera y Juanfran para pedirle explicaciones por el expolio.

España no se ha ido por un error de Cardeñosa o Salinas, o un autogol de Zubi. Nos han echado de forma artera, con la alevosía propia de una dictadura bananera y con una repulsiva diurnidad (es inmoral ver un partido a la hora de los churros, con la legaña pegada y los biorritmos sometidos al trajín de la fiebre del friday night). Estoy orgulloso de nuestra Selección, de ese Morientes al que birlaron un gol de oro que le llevaba hacia el ‘Pichichi World’, de ese Joaquín que es la versión mejorada de Figo, de Puyol clonándose en el Camacho racial de los 70, de Raúl comiéndose las uñas en el banquillo... Esta vez volvemos con la cabeza alta y la sensación de que, como siempre, la porquería de los despachos acaba con un sueño. ¡No lloréis! No le demos el gustazo a ese egipcio jeta y miserable. Helguera, yo te entiendo.