Con el Betis sí que llegó el escándalo

El día o, más bien, la jornada después de que Lotina anunciara su marcha trae un partido de esos que saben a jamón curado: buenos, tradicionales y de toda la vida, pero que pamploneses y verdiblancos (cosas de descenso y ascenso) no disfrutan desde hace 11 años. Osasuna y Betis llegan a este encuentro desde la necesidad, de puntos —unos de alejarse del pozo y otros de confirmar sus aires de grandeza—, y sobre todo, de apagar polémicas: La marcha de Lotina de un lado y los constantes escándalos del otro.

Necesidad, al fin y al cabo, pero no la de Lotina. Los entrenadores suelen vivir en la cuerda floja, pueden ser cesados en cualquier momento o perdurar varios años... En clara paradoja con su gremio, Lotina tiene fecha de caducidad como osasunista: esta campaña. La marcha del vizcaíno, que podía haberse producido por una tentadora oferta del Valladolid en agosto pasado, era un secreto a voces aireado ahora. Siente que ha cumplido un ciclo, está harto de ser criticado (por una minoría, es verdad) y busca nuevos aires. Ha dicho que se va y, como ya se esperaba, no ha habido escándalos.

Todo lo contrario que en el Betis. Legó a estar de líder y es sorprendentemente europeo, pero sus affaires despiertan más gritos que los de Marilyn Monroe. Primero fueron las rencillas Lopera-Juande, luego, la redada de Donmanué en casa de Benjamín y ahora, la discusión entre Denilson e Ito. Ni siquiera una victoria en Pamplona parecería sinónimo de tranquilidad para los verdiblancos porque con ellos, el escándalo llega a todos sitios. Incluso a una Pamplona que no se asusta de la marcha de Lotina.