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Polideportivo | Béisbol

Randy Johnson, la leyenda del desierto

El pitcher que renunció a ser un center de la NBA.

La sorpresa del año, de la década y del siglo, que los Diamondbacks de Arizona hayan logrado el título en la Serie Final de las Grandes Ligas.

Porque los Diamondbacks no son nada, un equipo sin historia, que hace tres años se instaló en el calor de Phoenix, un vergel en un valle de cactus, gracias al instinto del italoamericano Jerry Colangelo, inversor deportivo, que ha sido capaz de arraigar allí a un equipo de la NBA y a otro de hockey sobre hielo, en una ciudad en la que hace unos años se llegó a los 50 grados a la sombra.

Pero ahora uno de sus equipos se proclama campeón, y una de sus figuras, el pitcher Randy Johnson, se convierte en un ídolo nacional y en la leyenda del desierto. Porque este pitcher zurdo llevaba tiempo intentando entrar en los anales, ya que hasta ahora sólo era El Intimidador, pero sin títulos.

Todos los bateadores importantes destacan lo difícil que es medirse a Johnson, el jugador más alto de las Grandes Ligas, con sus 2,10 metros de fibra impresionante. En California, donde nació, simultaneaba el béisbol y el baloncesto, incluso llegó a la universidad con una beca deportiva en ambas especialidades, pero en su segunda temporada se decantó por subirse al montículo y despreciar su futuro de pívot en la NBA. De ese hace ya más de 20 años.

Brazo ejecutor

Se dice que Randy es tan alto y sus brazos tan largos que parece que llegase al home cuando se pone en movimiento. La verdad es que su recta es demoledora, a veces por encima de los 150 kilómetros por hora, lo que coloca al bateador en una tesitura desesperada: tirarse a lo que salga o esperar a que falle el californiano. Randy, sin embargo, no falla, y de hecho se ha convertido en el corazón de los Diamondbacks: lanzó en tres encuentros, y ganó los tres, de ellos, las dos últimas entradas del choque decisivo.

Joe Torre, el manager de los Yankees de Nueva York, el equipo que llevaba tres campeonatos consecutivos, tuvo palabras de elogio para este veterano lanzador de 38 años que disputaba, y ganaba, su primera final: "Con Randy se ha demostrado que el axioma del béisbol sigue vigente. Cuando el pitcheo manda, el ataque sólo puede rezar".

Johnson fue elegido el mejor jugador de la final, en premio compartido con su compañero Schiling, una pareja que ha hecho brotar las flores del desierto, desde Phoenix a Tucson.