El fútbol huye de la guerra

La guerra no se lleva bien con casi nada, excepto con las armas, la pobreza y la muerte. El fútbol, símbolo de vida y esplendor, y también de los contrastes entre norte y sur, este y oeste, tampoco está a gusto cerca de las balas. Para comprobarlo sólo hay que darse una vuelta por Oriente Medio (algunos, como Austria, prefieren quedarse en casa) y sus alrededores, alterados más de lo que suelen por la inminente respuesta armada de EE UU a los atentados de Nueva York: no hay fútbol internacional, y el poco que hay será edulcorado. El Chelsea, por ejemplo, jugará en Tel Aviv sin su espónsor habitual, Fly Emirates, sólo porque hace referencia a las líneas aéreas de un país islámico, los Emiratos Árabes. Y eso si viajan, porque los ingleses presionan para no hacerlo.

Desde la ausencia de España en el 38 y las dos citas mundialistas no celebradas en el 42 y 46 por culpa de la II Guerra Mundial hasta la exclusión de Yugoslavia de la Eurocopa en 1992, los conflictos bélicos se han impuesto a las actividades balompédicas.

Hay pocos casos en los que el fútbol se haya librado de las balas. Argentina e Inglaterra jugaron el Mundial de España durante la guerra de Las Malvinas, por ejemplo. El romanista Tomassi, lo expresó ayer mismo: "Hay que separar el Islam del terrorismo". Suena a tópico utópico, pero sólo cabe esperar una cosa: que el fútbol, más que huir de las guerras, acabe por traer la paz.

El Rangers evitó viajar a Daguestán

El Glasgow Rangers no quería jugar cerca Chechenia (que mantiene un enfrentamiento con Rusia) y jugó su partido de vuelta de la primer ronda de la UEFA contra el Anzhi Makhachkala, un equipo ruso de Daguestán, cerca de Chechenia, en Varsovia, Polonia, como campo neutral. Los escoceses, evidentemente se impusieron. Ahora jugarán otra vez en Rusia, contra el Dínamo de Moscú.