Undabarrena, líder sereno para encabezar un Leganés lanzado
Su aportación es clave en los planes de un Idiakez. Le obsesiona cuidarse. Tiene nutricionista propio y en el confinamiento corría 15 kilómetros diarios por su casa.
Iker Undabarrena (Górliz, Vizcaya, 27 años) tiene mirada serena. Rutina en los ojos que describe al perfecto vecino desconocido, de esos a los que se saluda en la escalera sin saber muy bien su nombre o dónde vive. Como si no fuera futbolista. Panadero, funcionario, administrativo… cualquier cosa, menos futbolista. El secreto de la normalidad que desprende Iker es que, con el balón en los pies, también es sereno. Rutinario. Como si distribuir el balón con pausa y calma fueran quehaceres normales. Nada de prisas o nervios. La pelota no quema. Acaricia. Así, siempre con las pulsaciones a ras en las botas, pero altas en la cabeza, funciona este jugador de fama discreta, pero peso gigantesco para explicar el crecimiento de un Leganés que pivota a su alrededor. En él ha encontrado Idiakez el ancla sobre el que gira su proyecto. E Iker se lo está agradeciendo con un rendimiento superlativo.
Dicen las estadísticas que este canterano del Athletic (sueña aún con volver algún día a San Mamés y ponerse de nuevo la rojiblanca) es el futbolista del Lega con mejor porcentaje de pase (86,6%) por delante de Sergio González, Pardo y Gaku, los tres con un 83% de precisión. También es el segundo pepinero que más pases sin fallos ha completados (784) sólo dos por detrás de Jorge Sáenz.
Números brillantes que hablan de un buen creador de juego al que tampoco le asquea pisar campo contrario. Ahí también sus datos son de escándalo En esa zona es, de la plantilla de Idiakez, también líder en porcentajes de pase (83,56%) muy por delante de José Arnáiz (79%) y Seydouba Cissé (77%). Guarismos a los que se une su capacidad para ganar duelos ante sus rivales (99) sólo superado, esta vez sí, por Arnáiz. La radiografía de un medio centro de manual.
Obsesión por cuidarse
Sucede que en él también ha encontrado el Leganés un comportamiento de manual. Modélico. Nada nuevo entre los que le conocen, pero sí para un club que, en los momentos de mayor agitación, tras un arranque horroroso de temporada, vieron en el liderazgo pausado de Iker un apoyo capital. Es un comportamiento que le gusta demostrar con hechos más que con palabras. Lo dice su profesionalismo, ése obsesionado con cuidar su cuerpo. Tanto es así, que desde hace años trabaja con Endika, nutricionista afamado en el País Vasco y gurú de un Undabarrena al que el confinamiento por la pandemia no frenó su obsesión por estar en forma. Todos los días hacía 15 kilómetros corriendo por los pasillos de su casa. Una locura.
Semejante empecinamiento metódico que también ha necesitado de lo emocional para encontrar la estabilidad que le pedía su carrera. Tras salir de la cantera del Athletic, sus experiencias en Sabadell (descenso) o Tondela (descenso) fueron amenaza de inseguridad que supo atajar con trabajo psicológico y el apoyo fundamental de su novia, clave en la forma serena que tiene de afrontar la vida.
El Leganés lo fichó ya en el tramo final del mercado estival y aunque no pudo debutar hasta la cuarta jornada, desde entonces se ha convertido en un fijo. Diecisiete titularidades de 18 posibles hablan de su trascendencia. El único partido, por cierto, que no jugó de inicio fue por descanso intersemanal.
Con contrato hasta el 30 de junio, su continuidad en Butarque pende de una temporada más opcional que, visto su rendimiento, todo apunta a que se hará realidad en un anhelo del club y del jugador. En el rutinario matrimonio que ambos han formado se esconde la felicidad de las cosas sencillas, pero imprescindibles.