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100 AÑOS DE MESTALLA (EPISODIO V)

Mi vecino es Mestalla

El estadio del Valencia da vida y rutinas desde hace un Siglo a los vecinos de su barrio, que sienten los goles como si se celebrasen en su salón.

Mi vecino es Mestalla

Con motivo del centenario de Mestalla, AS va a realizar un serial de diez episodios que cada día, a las 16:00 horas, publicará en as.com. Será a la misma hora en la que el balón echó a rodar en Mestalla aquel 20 de mayo de 1923, en el primer duelo ante el Levante.

EPISODIO 1 (El primer día de Mestalla). // EPISODIO 2 (El pueblo de Mestalla). // EPISODIO 3 (Mestalla, la puerta a España de los dioses del fútbol). // EPISODIO 4 (Mestalla, la casa de la Selección)

Episodio 5. Mi vecino es Mestalla

Mestalla fue la casa de la familia Pons. Allá por 1939, el club contrató a Constantito Pons como conserje del estadio y lo fue durante cuatro décadas. Su casa estaba dentro del recinto del estadio. Bueno, sus diferentes casas, porque Constantino y su familia se cambiaron hasta en tres ocasiones de hogar por las diferentes remodelaciones que durante los años que allí vivieron se fueron realizaron en Mestalla. Su hogar olía al césped y los cimientos del estadio eran el paisaje de sus ventanas. La paella de los domingos, sentarse a la fresca en verano... hasta su hija Lolín se casó dentro en el estadio. Constantito se encargaba de cuidar el césped, que regaban con el agua de la acequia de Mestalla, aún presente en el paisaje por aquel entonces, y, entre otras labores, también de lavar y coser cuando era necesario las equipaciones de los jugadores, porque entonces solo tenían una para toda la temporada. Así que la familia Pons fue algo más que unos vecinos de Mestalla. Fueron su vigía.

Un siglo después de su inauguración, lo que era un campo de fútbol situado a las afueras de la ciudad, entre huertas, donde la actual Avenida de Aragón eran vías del tren y Blasco Ibáñez ni se contemplaba, es hoy el corazón de un barrio. Su latir. Mestalla, como todo hijo de vecino, tiene sus defensores y sus detractores. Los que presumen de sus vistas y los que llevan años esperando su demolición. AS se cuela en varias casas y comercios próximos a Mestalla para saber cómo es tenerle de vecino.

Joaquina y Roque: 50 años cerca de Mestalla

Roque Giner y Joaquina Tello, en su balcón.
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Roque Giner y Joaquina Tello, en su balcón.

Joaquina Tello y Roque Giner son un matrimonio residente en uno de los edificios adyacentes al estadio de Mestalla. Superan los 70 años y han vivido cerca del estadio desde que tenían 20. Roque fue estudiante del colegio Escolapios que está apenas a 300 metros de estadio. Posteriormente montó una Academia muy cerca de Mestalla y conoció, a la que es su mujer, que vivía también por el barrio.

“El concepto de vecino en nuestro caso ha evolucionado más que el propio tiempo”, nos cuenta Roque que se acercaba a Mestalla de la mano de su padre cuando era un niño. “Fui abonado con mi padre y mis hermanos y era forofo del Valencia hasta la médula”, afirma.

Antiguamente el fútbol era fundamental en muchas casas. Las familias aficionadas organizaban el domingo según dictaba el partido del Valencia. Los diez partidos de primera se jugaban en el mismo horario, las 16 horas, y el día se organizaba para estar en Mestalla a esa hora.

Venía mucha gente de la provincia y las comidas se organizaban para poder venir al fútbol. Si el partido empezaba a las 16 horas, se iba a misa el domingo por la mañana, para comer a las 12.30 y poder llegar en tren a Mestalla. La familia lo asumía. El fútbol era algo muy importante en la vida de las personas” señala Roque que veía desfilar a las familias rumbo al estadio.

“Venía mucha gente de la provincia y, si el partido empezaba a las 16 horas, se iba a misa el domingo por la mañana, para comer a las 12.30 y poder llegar en tren a Mestalla”

Joaquina Giner, vecino de Mestalla

El estadio ha ido evolucionando con el paso de los años y uno de los recuerdos que guarda Roque fue el día que inauguraron la iluminación de Mestalla. El 17 de marzo de 1959 el estadio brillaba con luz propia y eso permitía poder retrasar el horario de los partidos. “Desde fuera eran “cuatro bombillas” pero desde dentro era impresionante”.

Joaquina recuerda con ternura el llanto de una señora propietaria de un bar que ya no existe cerca de Metalla, cuando el equipo descendió a la segunda división. “No tenía consuelo y lloraba con mucho dolor” y añade que “no se me olvidará nunca la imagen de la propietaria del bar llorando desconsolada”.

Vivir cerca de Mestalla tiene sus inconvenientes, tal y como nos cuenta el Roque. “Hemos sufrido los inconvenientes de estar cerca de una multitud y eso crea una diferencia tremenda a los días que no hay fútbol. Había que buscarse alternativas para poder aparcar, pero en aquella época no era tan grave porque había menos coches y la gente venía andando, en tren…”

La mayoría de los edificios no tiene aparcamiento y cada vez había más coches en la calle. Era un problema para los vecinos porque tenían que retirar su vehículo cuando había fútbol. “En aquella época se asumía, pero hoy no somos tan tolerantes porque el fútbol se ha convertido en un negocio”, afirma el matrimonio.

La situación del club hace que el vecino sufra más todo lo que ocurre. “Antes había más limpieza y las calles se quedaban limpias antes”, dice Joaquina que piensa que “viene menos gente a Mestalla porque los horarios están matando el fútbol. La gente puede ver todos los partidos desde casa por menos precio que un abono”.

Otro de los recuerdos que hacen sonreír al matrimonio eran las colas que se formaban alrededor del estadio para poder adquirir una entrada para alguno de los partidos importantes que ha jugado el Valencia. “La gente dormía en tiendas de campaña en la calle”, afirman.

Roque y Joaquina están desilusionados con la situación actual del Valencia y con el rumbo que ha tomado el fútbol. “Tengo una desilusión tan grande que espero que se lleven el campo ya. Nadie tiene derecho a quitarte la ilusión. Si yo iba al campo y me lo pasaba fenomenal porque me lo quitan” dice Roque que añade que “como vecinos hemos pasado a ser muy intolerantes porque la ilusión te hacía “pasar” de ciertas incomodidades, pero en los últimos tiempos hemos perdido la ilusión”.

Juan Ruiz: “Los aficionados me gritan, ¡que se te quema la cena, vecino!”

Juan Ruiz.
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Juan Ruiz.

El fútbol es de los aficionados y Mestalla ha sido escenario de muchas tardes y noches inolvidables para ellos. Los vecinos viven el silencio y la calma entre semana y la euforia y el bullicio los días de partido. Los aledaños del estadio cambian radicalmente cuando el Valencia juega en Mestalla.

Desde su casa no se ve el césped porque la fachada del Gol Gran de Mestalla no lo permite. Juan Ruíz es un madrileño que se vino a vivir a Valencia y recaló cerca de la avenida Suecia “Yo era madridista, porque nací en Madrid, pero claro, vienes a vivir a Valencia y estás enfrente de Mestalla… pues Amunt para siempre”, afirma.

Juan está encantado de vivir en la casa que vive con lo bueno y lo malo de tener el estadio tan cerca. Las incomodidades de los días de partido no le importan porque, como él dice, “se trata de organizarte, es decir, ese día no bajes a comprar al supermercado de aquí abajo, porque vas a hacer una cola increíble. Además, la policía ya te conoce y cuando empieza a cortar la calle, te deja pasar sin ningún problema”.

“Se trata de organizarte, es decir, ese día no bajes a comprar al supermercado de aquí abajo porque las colas son larguísimas”

Juan Ruiz, vecino de Mestalla

No suele ir al estadio y le gusta ver los partidos desde su balcón con la televisión de fondo. Desde que llegan los autobuses al estadio hasta que se van, está pendiente de todo lo que ocurre en el estadio que cumple 100 años. “El gol se oye casi mejor que dentro del estadio, no sé si será por la acústica o qué, pero vivir un gol desde el balón es precioso”, dice con satisfacción, aunque también nos cuenta que “cuando los partidos son por la noche, tengo que tener cuidado porque desde ahí enfrente (señala a un pasillo exterior del estadio) ven todo lo que hacemos en casa cuando tenemos la luz encendida: “Que se te quema la cena, vecino”, me gritan algunos cuando estoy cocinando”.

Juna Ruiz está feliz de vivir donde vive y no quiere cambiarse y le da pena que el Valencia pueda cambiar de casa en los próximos años. “A mí no me molesta en absoluto el estadio. Al contrario, me encanta tenerlo enfrente. Es un privilegio decir que desde mi ventana veo Mestalla. Y mira que tengo dos hijos pequeños, bueno, eran pequeños cuando decían que iba a derruirse por primera vez, y aquí enfrente irá un parque… pero yo me quedaría para siempre con Mestalla”.

Durante la pandemia el silencio se hizo dueño de las calles y en un lugar tan ruidoso como es un estadio de fútbol ese silencio era más impactante. Volvió la liga sin público y la sensación de todos era rara. A más de uno le costó adaptarse a la nueva normalidad que el Covid nos dejó en el mes de mayo de 2020. Juan, desde su casa, pasó de escuchar los ánimos de la afición al silbato del árbitro y los gritos de los entrenadores dando instrucciones a sus jugadores. “Daba mucha pena”, lamenta.

Desde su balcón Juan es testigo de múltiples acontecimientos que en cierta medida resumen la vida del club, al menos su día a día: la llegada de los equipos visitantes, la de los árbitros, las colas que se organizan para conseguir entradas, los dispositivos de seguridad en las pocas veces que Peter Lim ha visitado el estadio, últimamente también la salida de los jugadores del Valencia por la ‘puerta de atrás’ y, lo que más echa de menos, “la carpa que se instala debajo de mi casa cuando hay partido de Champions, por la música que se oye... se lo pasan bien dentro de ella”.

La terraza del Mundial’82

Fincas donde antes de la última remodelación se veía todo el terreno de juego desde su terraza.
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Fincas donde antes de la última remodelación se veía todo el terreno de juego desde su terraza. DAVID GONZALEZ ARENASDiarioAS

Las últimas remodelaciones de Mestalla, sobre todo la del Gol Gran, precisamente la que tiene una orden de derrumbe, han dejado sin poder ver fútbol a muchos vecinos. Antes de que se construyera esa ampliación, desde los pisos superiores y en especial desde la terraza se veían los partidos a la perfección.

En una de esas fincas, en la que curiosamente vivieron algunos jugadores como Ricardo Arias o Quique Sánchez Flores, instaló la Policía Nacional un dispositivo especial durante el Mundial de 1982. La visión que se tenía del estadio, césped y gradería, era magnífica y las fuerzas de seguridad instalaron una tarima en la terraza donde se ubicaban tres francotiradores para velar por la seguridad de las autoridades presentes en el palco. Hay que recordar que Mestalla fue la sede de España y la amenaza terrorista estuvo muy presente durante toda la cita futbolística.

La presencia de los tres francotiradores no impidió que los vecinos del edificio pudieran aprovecharse de su privilegiada terraza para ver gratis el fútbol. Eso sí, debido a la alta demanda y para evitar problemas, la comunidad de vecinos decidió que solo podían acceder a la terraza dos personas por puerta, siendo el conserje el encargado de velar porque se cumpliera la norma de vecinos cual derrama.

El comercio del barrio de Mestalla

Raquel, sobrina de Manolo el del Bombo, es quien regenta ahora el bar próximo a Mestalla.
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Raquel, sobrina de Manolo el del Bombo, es quien regenta ahora el bar próximo a Mestalla.

Los negocios de alrededor del viejo Mestalla también forman parte de centenaria historia del estadio. Tiendas y bares se adaptan al ritmo y a los horarios que marcan los partidos según tengan que cerrar o abrir por la afluencia de público. Los días de partido, la avenida Suecia y la de Aragón, se llenan de “puestos ambulantes” donde se venden bufandas, camisetas, banderas del Valencia y de los rivales además de, pipas, refrescos, agua, papas y regaliz.

Si hay un negocio emblemático en los aledaños de Mestalla ese es el “Bar Manolo” que, hasta hace unos años regentaba Manuel Cáceres y ahora ha tomado las riendas su sobrina Raquel.

Manuel es el mítico Manolo el del Bombo se muestra muy feliz porque por su bar ha pasado gente del todo el mundo. “He estado 32 años en este bar. Lo abrí en 1989 hasta que me jubilé hace dos años”. Los días de partido se movía por Mestalla con su bombo animando al equipo. Todo el mundo lo conocía. “He estado más de 50 años con el bombo por Mestalla. Me casé en 1970 y vine de viaje de novios a Valencia. Nos quedamos aquí”. Se movía por el estadio con total libertad porque la gente lo quería mucho le seguía con aplausos.

“He estado más de 50 años con el bombo por Mestalla”

Manolo el del Bombo.

Los 100 años que cumple Mestalla están llenos de goles, jugadas, victorias y derrotas. Todo eso ha ocurrido dentro del estadio, pero la vida existía y existe fuera de los cuatro muros que forman vetusto estadio. Los vecinos viven el día a día de lo que allí ocurre. Son los que “sufren” a la multitud y respiran fútbol las 24 horas del día, los siete días de la semana.

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