Niño brilla en la primera gran paliza de Piñedo
A falta de dos entrenamientos para que finalice la estadía en Los Ángeles de San Rafael el Atleti completa una sesión de más de dos horas en la que prima lo físico aunque haya balón. “También hay que ejercitar el coco”.
Respiración entrecortada, el sol cae vertical, el sudor se concentra en la parte baja de las camisetas de los futbolistas. Son las 11:11, es el momento del ácido láctico, los jugadores del Atlético dan varias vueltas al campo, por grupos y en carrera continua distinta, cuando por última vez se escucha la voz de Luis Piñedo: “Después de dos horas sé que estáis cansados pero esto os sirve también para entrenar el coco”. Una orden que no busca el foco o el momento preciso, que no corta, solo señala con la voz de quien sabe que pule algo con más valor que un diamante: las piernas los 27 futbolistas rojiblancos que hacen la estadía en Los Ángeles de San Rafael con el primer equipo del Atleti.
Esta ha sido la primera gran paliza física del preparador y sin embargo qué distinta ha parecido de todas las de doce años anteriores. Y ese que han sido dos horas y un rato largo de entrenamiento bajo ese sol, en un día en el que la cena del cochinillo solo le arañó una hora más de dormir al reloj donde hubo mucho físico, aplausos a Niño, felicitaciones a Vermeeren y un golpazo Dani Martínez-Gomis que dejó al primero tendido. Todo mientras de fondo se oye la voz del Cholo, que pide y corrige jugadas, y que deja certezas: Reinildo se hunde otro entrenamiento más en sus planes porque hasta Galán deja de ser invisible.
El Cholo entrena todo. Ataque y defensa con su plantilla dividida en demarcaciones y ejercicios con balón en campo pequeño. Pide no meter el pie, dice que hay que tapar el tiro, grita un ‘sacá la pierna, sacá la pierna’ que es para todos. Spina, Kostis y Azpilicueta forman grupo, Lino, Correa y Riquelme, otro. También Koke, Vermeeren y Lemar están juntos y Galán juega con Llorente y Carlos Martín cuando los grupos son de tres. En este ejercicio destaca Taofik, por todo el campo que abarca, y también Niño, felicitado por el Cholo, jaleado (”Vamos, Niño, sos el más alto de todos”) por sus acciones, con golazo como repetido final. En el siguiente lo hará Vermeeren, cuando busca escapar a la presión con pase de salida favorable en una pareja con Koke. “Ese es el ritmo, ese es el ritmo...”.
Golpazo Dani Martínez-Gomis
Cuando vuelven a la portería izquierda, en otro ejercicio para afinar cómo descerrajar partidos cerrado, se oye un cloc que suena a algo roto. Un chaval, Dani Martínez, choca con Gomis en un balón y queda tendido. Se recupera. Los jugadores toman agua y escuchan a Luis antes de que sepan en qué grupo están para la carrera continua, porque todos corren pero no todos hacen lo mismo. Unos, la mayoría, van a de un extremo a otro del largo al ritmo que marca Piñedo (”uno, dos, tres...”), otro, más pequeño, lo forman Roro, Carlos Martín, Azpiliueta, Llorente, Pablo Pérez y Lino, y dan vueltas al campo. Es el momento en el que el ácido láctico más muerde y el sol pega como un horno de puertas abiertas, el de entrenar el coco.
Seguir, seguir, seguir. A pesar de ello, hasta el final de este partido cuyo premio es llegar cuanto antes al asiento del bus. Seguir, seguir, seguir. Porque cuando no sea verano ni ficción, sino un domingo por la noche en enero y real, un partido que rodea, con un rival que busca exactamente lo mismo que tú, ganar, ganarte, la cabeza, “el coco” deben ganarle al ácido láctico. Y mientras ellos corren, Savic y Simeone charlan largo en el banquillo como dos viejos amigos, tantos años, tan soldado. Con la cuesta intacta por detrás. Sin poner un pie.
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