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José Alberto tomó una decisión sorprendente a la hora de confeccionar el once inicial del Racing en Villarreal: repetir la misma alineación que ganó al Leganés. No porque fuera injusto premiar a los que jugaron la semana pasada, sino que recetara banquillo a tres titularísimos que en aquella ocasión fueron baja obligada, Juergen y Pombo por sanción y Matheus por lesión. Desde fuera, la inmensa mayoría entendimos que preferir la dupla formada por Íñigo y Aldasoro en vez de a uno de ellos con el colombiano era por su mayor despliegue físico y que la de mantener a Sangalli a costa de mandar al banco a Pombo primaba la defensa sobre el ataque. Lo de Baturina antes que Matheus, que son más parecidos, ya va más por gusto que por perfiles. Todo perfectamente lícito, faltaba más. Para eso están los entrenadores. Y no es que los que jugaron sean malos, no. El problema es que me dio la sensación es que no solo los de fuera captamos ese mensaje, también los de dentro. Los once. Y creo que, además, se equivocaron. Donde el míster ponía ‘defender mejor’ ellos entendieron ‘defender más’. Y más atrás.

José Alberto, entrenador del Racing, y Miguel Álvarez, del Villarreal B, en La Cerámica.
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José Alberto optó por repetir en Villarreal el once inicial que ganó al Leganés.

Mereció perder

Al término del partido, el entrenador racinguista aseguró que el partido había sido “parejo”. Me lo tomo como un homenaje a Dani Parejo, el magnífico futbolista que habitualmente da lecciones de fútbol sobre ese mismo césped de La Cerámica, porque como análisis no me convence en absoluto. El partido no fue igualado. Salvo el resultado durante la mayoría del tiempo. Desde la intención de los locales, que salieron a ganar, a la de los visitantes, que trasmitían toda la sensación de darse con un canto en los dientes con el 0-0. Es verdad que cuando los amarillos salían desde su portería (pocas veces, porque el Racing no llegaba siquiera a tirar fuera), los de José Alberto intentaban la presión alta, pero como la precisión local o la impericia visitante no propició robos en campo rival, los cántabros se metían en la cueva. Pero muy, muy al fondo, casi donde estaban las pinturas rupestres. Regalando incluso la franja inmediatamente fuera del área, en torno a la media luna. Así llegó el gol del empate (y con un rebote desafortunado, por supuesto), pero es que, con los pivotes hundidos dentro del área, hubo fortuna de que no hubiera penalizado antes Ramón Terrats (buena pinta de futbolista) en un par de ocasiones ese abandono racinguista. El gol racinguista fue fantástico, pero cuesta recordar un par de veces más en las que se acercó al área rival. Una llegada de Mboula, un tiro alto de Íñigo..., poca cosa. Tampoco en los cambios se vio otro ánimo. ¿Quitar a Íñigo Vicente en vez de a Sangalli para meter a Pombo era para ganar o para no perder?¿Estaba ayer mejor Aldasoro que Íñigo (aunque tenía tarjeta, es cierto) para dejar el hueco a Juergen? Bueno, toca el Andorra, que como le dejen se va a llevar el balón al vestuario. Y si no le dejan, casi también.

Jordi Mboula, del Racing, en La Cerámica ante el Villarreal B.
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Jordi Mboula ya es el máximo goleador del Racing, con cuatro goles en los últimos ocho partidos.LaLiga

Recibe menos crédito del que merece

Hay jugadores que, por lo que sea, caen de pie en una afición y otros a los que les cuesta mucho más llegar al corazón de la grada. Jordi Mboula es de estos últimos. Tal vez le penalice que siempre trasmite la sensación de que tiene potencial para hacer más cosas y más a menudo de lo que las hace. Es decir, que la mayoría creemos que puede marcar diferencias y que se conforma con menos. Puede ser, pero la realidad es que, más allá de opiniones, hace números. Lleva cuatro goles, cuatro golazos a cual más bonito, en las ocho jornadas en las que le ha dirigido José Alberto (¿qué pensará Romo, que le dio todos los minutos del mundo y no le devolvió ni un gol?), y en cada partido va dejando, además, llegadas al área rival con aroma de gol. Ahora mismo es intocable. Pero bueno, no se fien, que tampoco acierto tanto. Hace cuatro días hubiera dicho que Pombo y Juergen eran fijos en el once. De hecho, lo dije. Y me equivoqué.