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Seguir la información del Barcelona es un ejercicio de urgencia. Una improvisación que viene dada por el sistema que ha instalado Laporta en el funcionamiento del día a día del club, que se asemeja más al de una plantación del Congo Belga en el Siglo XIX que al de una empresa deportiva valorada en su última estimación en más de 5.000 millones de euros. Aquí todo se resume en levantarse por la mañana y pensar “¿qué hacemos hoy?”.

Ayer, el plan del día se cargó al de la semana. Desde el club habían asegurado que la reunión en plan reality show para darle la puntilla a Xavi se iba a producir una vez acabara LaLiga. También, desde el departamento de comunicación del club apoyaron esta decisión bajo el peregrino argumento de que no se quería eclipsar la semana en la que el equipo femenino iba a disputar la final de la Champions.

Nada de eso. Laporta se levantó, se fue a la Ciutat Esportiva mientras Xavi estaba entrenando a sus muchachos y ahí se reunió con Deco, Yuste y demás y luego llamó al técnico al despacho para decirle que “hasta aquí hemos llegado”. Si no hay cambios, que en este club no se puede dar por seguro, Xavi será el primero (otra vez) en comparecer ante la prensa tras la enésima trastada. Desde el club siguen sin dar explicaciones y funcionando a base de comunicados.

Laporta estaba en todo su derecho de prescindir de Xavi, pero no de esta manera y menos después de que hoy se cumpliera un mes de que se encargara en su ático el sushi más caro del mundo antes de protagonizar una grotesca rueda de prensa en la que se dijeron cosas que avergüenzan a todos los barcelonistas. Entre todos han escrito un perfecto manual de torpeza.

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